Paula Sibilia hace referencia a que el siglo XXI nos brinda nuevas formas de autoconstruirnos desde lo digital, presentando un yo más “epidérmico” que se exhibe, no solo en la superficie de la piel, sino también en la superficie de las pantallas.
Vivir en línea: las nuevas subjetividades. El cuerpo sería un objeto plausible de ser diseñado, exhibiendo la personalidad de cada uno, no desde lo que es, sino desde lo que cada uno desea ser.
El “yo ideal” debe volverse visible, siempre en búsqueda de un único gran objetivo: los me gusta, los retweets, de ser visto por otros.
Las nuevas subjetividades
Nuestra realidad se construye a partir de artefactos tecnológicos que tienen una impronta sin precedentes en la vida cotidiana, interviniendo en los procesos vinculados con la construcción de subjetividad.
No es otra cosa que referirnos a definición de sentido, en qué medida afecta nuestros vínculos o como nos reconocemos ante los otros (Ramírez Grajeda & Anzaldúa Arce, 2014).
Vivir en línea genera profundos cambios en nuestra sociedad
La tecnología, como proceso performativo, es una ventana siempre abierta que nos expone a miles de personas, produciendo cuerpos que son compatibles con una nueva forma de estar en el mundo (Sibilia, 2009), generando profundos cambios en nuestra sociedad, así como en aquellos procesos que son responsables de la construcción de nuestra identidad y nuestra forma de socializar.
Los referentes sociales que funcionaban como organizadores de nuestra psiquis han sufrido profundos cambios a partir del atravesamiento de lo digital (Viñar, 2009). Las TIC modifican todo lo que refiere a construcciones culturales, nuestros roles y hasta crean nuevas formas de vivir nuestra sexualidad; nos obliga a dejar atrás convenciones tradicionales (Scott, 1996).
El siglo XXI, marcado por esta pantalla global que nos contiene, nos provee nuevas formas de relacionarnos con los demás, de vincularnos con la imagen de nosotros mismos.
En ambos casos, tal vez de forma más artificial o fugaz, pero actual y real (Ramírez Grajeda & Anzaldúa Arce, 2014).
El acceso a la información, los dispositivos y otras mejoras tecnológicas provocaron un crecimiento exponencial de usuarios en todo el mundo.
Creando nuevos espacios dónde es posible conectar y socializar; pertenencia y sostén cobraron, dentro del mundo digital, nuevos significados (Balaguer Prestes, 2008).
Vivir en línea: las nuevas subjetividades
Lejos de la imagen de pasividad que la década del 90 parecía brindarle a los usuarios que navegaban por Internet; el nuevo siglo nos trae el concepto de “Web 2.0”, dónde los sujetos son co-desarrolladores de los contenidos que la pueblan (Sibilia, 2009).
Wikipedia, Facebook, Youtube, Twitter, Blogger, Instagram y tantas otras redes existentes son el reflejo del trabajo colaborativo de la actualidad, construyendo contenidos en base a la participación activa de sus integrantes.
Nuevos sujetos y realidades estaban apareciendo, y desde la generación X a los Millenials, todos somos presas de este vértigo digital que promete continuar modificando nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos con el mundo.
La adolescencia, como cualquier otra construcción presente en nuestra sociedad, sufre las transformaciones de la cultura en la cual está inmersa (Viñar, 2009)
Más allá de ser tomada como una etapa de índole cronológico en la vida de todo ser humano, debe observarse como un proceso asociado al desarrollo y a las transformaciones (Viñar, 2009)
Construyendo su identidad de manera colectiva de la mano de las TIC y de los nuevos espacios que las redes brindan (Cárcamo Ulloa & Nesbet Montecinos, 2008).
Palabras como comunidad y pertenencia, tan importantes durante la adolescencia, adquieren nuevos significados en este nuevo contexto; Dando la sensación a los jóvenes de pertenecer a muchas comunidades,
Y de participar de una intercomunicación impensada en décadas anteriores (Ramírez Grajeda & Anzaldúa Arce, 2014).
Las adolescencias, atravesadas por la tecnología, han visto modificado sus procesos de comunicación en relación a generaciones anteriores.
Dando a lugar a nuevas modalidades en la cual se puede formar parte del mundo (Sibilia, 2009).
Muchas veces caemos en el error de evaluar anacrónicamente esta nueva forma de relacionarse; tildando a estos usuarios como solitarios o aislados.
Cuando en realidad tienen una apertura al mundo mayor a partir del uso de estas herramientas (Balaguer Prestes, 2008).
El móvil se convierte en un elemento que es parte importante de la vida cotidiana del adolescente.
Por un lado, desde lo funcional, aparece como herramientas que le permita organizar sus actividades diarias desde lo lúdico a lo académico, pero también hace a su propia identidad.
Desde lo externo, a partir de la personalización del dispositivo fundas, colores, ringtones, etc- pero también desde la construcción de significado
Todo ello permite generar lenguajes particulares dirigidos a grupos de pertenencia específicos (Castellana Rosell, Sánchez-Carbonell, Graner Jordana, & Beranuy Fargues, 2007).