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Isabel Coixet en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

Collages, el arte como desobediencia íntima.

Isabel Coixet en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Por fin nos ofrece un cuerpo plástico de obra tan evocador como su cine. En la exposición “Collages. Aprendizaje en la desobediencia”, la creadora catalana se adentra en el terreno de la imagen fragmentada con la misma sensibilidad, intuición y compromiso emocional que han marcado su filmografía. Una muestra profundamente coherente y, a la vez, sutilmente revolucionaria.

De la imagen en movimiento al fragmento poético

Hay artistas que no se limitan a cambiar de medio: lo habitan. Isabel Coixet no «experimenta» con el collage, lo asume como extensión de una mirada que desde hace décadas nos invita a ver lo invisible. Su tránsito del lenguaje cinematográfico al visual no es un salto, sino un deslizamiento natural hacia un territorio donde el papel, la fotografía encontrada y el gesto manual se convierten en vehículo de emociones.

La exposición, acogida por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza como parte de PHotoEspaña 2025, nos revela una Coixet íntima y a la vez universal. Frente a los cincuenta collages seleccionados —comisariados con agudeza por Estrella de Diego— no se trata de interpretar, sino de intuir. De dejarse llevar por una poética del fragmento que evoca a Hannah Höch y Kurt Schwitters, sin traicionar el sello Coixet: lo cotidiano como campo de batalla emocional.

Los collages, como sus películas, no explican. Sugerir es su verbo cardinal. Un recorte, una imagen desgastada, un fondo de textura mínima bastan para abrir grietas por donde se cuela la historia, o lo que de ella puede imaginar el espectador. El montaje —central en el cine— se transforma aquí en acto manual, casi ritual. El corte, el empalme, el vacío, adquieren una resonancia afectiva que convierte lo disperso en discurso.

La belleza del caos ordenado

Isabel Coixet compone con el pulso de quien no necesita deslumbrar, sino conmover. Sus collages no imponen significado: lo insinúan. En ellos hay restos, huellas, ecos de otros mundos. Fotografías halladas en mercadillos de Nantes o Siberia, manchas de spray sacadas de un barrio skater, fragmentos de papel que parecen testigos de vidas pasadas. Todo ello se entrelaza sin jerarquías, como si la historia que construyen ya existiera y solo necesitara ser revelada.

Hay en este gesto una ética de la desobediencia. El título de la exposición no es casual: Aprendizaje en la desobediencia es también una declaración de principios. Coixet desafía la linealidad, la lógica narrativa tradicional, la necesidad de una belleza ordenada. Reivindica lo inacabado, lo roto, lo que no encaja y, sin embargo, pulsa una verdad.

La artista lo confiesa sin ambages: ha aprendido a perderle el miedo al collage. A unir elementos que no guardan relación aparente. Esa “magia” de la que habla no es otra cosa que la fe en el encuentro, en que la yuxtaposición tenga sentido desde lo emocional, no desde lo racional. Como en el cine, donde el montaje genera sentido entre planos sin conexión explícita, el collage se convierte en una forma de mirar —y quizás también de vivir— el desorden con dignidad.

Collage como autobiografía secreta

“Collages. Aprendizaje en la desobediencia” es más que una exposición: es un autorretrato fragmentario. No uno literal, sino afectivo. En cada pieza hay algo de diario íntimo cifrado. Los elementos visuales, aparentemente encontrados, están impregnados de memoria, deseo y melancolía. No importa si no reconocemos sus referencias: lo que importa es el eco que despiertan en nosotros.

El documental El coraje del matiz, dirigido por Borja Zausen, acompaña la muestra como una suerte de mapa emocional. Lejos de la hagiografía, es una meditación sobre la complejidad creativa, el pensamiento libre y la fragilidad como forma de resistencia. Un espejo de lo que Coixet propone desde el papel recortado: la valentía de lo pequeño, el valor del matiz.

Desde sus rodajes en París y Roma hasta este nuevo territorio de papel y silencio, Isabel Coixet sigue fiel a su mirada. Una mirada que no impone, sino que invita. Que sugiere sin gritar. Que deja espacio al espectador para completar el relato. Como bien decía la comisaria: “el collage exige voluntad de coser lo que parece disperso”. Y quizás eso, en tiempos de uniformidad y ruido, sea el más político de los gestos artísticos.

Para más información: museothyssen.org



Isabel Coixet en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Por Mónica Cascanueces.

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