El artista gallego presenta su espacio de arte supercalifragilísticoespitoso con dos átomos el 12 de junio en el casco antiguo palmesano.
Átomos, color y deseo: así es la nueva exposición de Carlos Penas. Quizás debimos «velas vir» (verlas venir). Me refiero a aquellas efímeras MOLÉCULAS que precedieron a estos ÁTOMOS. A fin de cuentas, las moléculas son un grupo electrónicamente neutro y, en los cuadros de Carlos, no hay nada neutro. Los ÁTOMOS no tienen límites definidos, son imperfectos y constituyen los principios indivisibles a partir de los cuales se genera la materia del universo. No necesitan de nada para ser: son ellos por sí mismos. Me pregunto, entonces: «Carlos, ¿cómo te pudieron seducir las moléculas, si tú eres ÁTOMO?»

Entrar en el mundo de Carlos es adentrarse en un oasis de creatividad sin límites, de un sentir infinito, de un arte que rompe cualquier molde. Carlos es vida en todos los sentidos. Es amar, es gozar, es recordar, es añorar, es niñez, es picardía y sonrisa, es fragilidad y juego, es ingenio y es cualquier sentimiento que surja al contemplar su singular obra.
Cierto que, a simple vista, en cada átomo de esta exposición percibimos líneas que dibujan abrazos, momentos de intimidad (sin duda sensuales y jamás obscenos), cuerpos de amantes llenos de deseo, placer y dulzura que se funden en uno solo, pintados en colores pasteles que cambian con la luz, rotos, a veces, por estridentes negros o rojos que, de repente, se transforman en el faro más antiguo del mundo o en unos labios ávidos de besos. Sin embargo, observando en detalle y desde el intelecto, descubrimos diferentes lecturas en un solo lienzo: bastidores con laterales de diferentes colores, firmas en cada lado y amantes que cambian sus posturas con solo girar el cuadro, al gusto del consumidor. Como Bacon, Carlos cree en una pincelada que haga pensar.
Completan la exposición esculturas que se exhiben sobre macizas peanas metálicas con plataformas giratorias que reposan en un delicado terciopelo para exhibir todos sus rincones, aún a riesgo de marearse. Y es que Carlos cuida los detalles hasta la obsesión. Nada en sus obras es casual, sino fruto de horas de trabajo, quintales de reflexiones y una imaginación sin fronteras que le lleva a ser capaz de esculpir el alquitrán o a crear esculturas de óleo sobre lienzo dándole forma a los bastidores. Lo nunca visto.
Carlos es fuerza, es sensibilidad, es pasión. Tan único como sus creaciones, diferentes a las de cualquier otro artista. Y Carlos es verdad, la misma verdad que transmiten sus obras, tan aparentemente sencillas, tan intrínsecamente complejas en pinceladas y en contenido. Inequívocas, transparentes, profundas como él: dicen todo lo que tienen que decir, sin mojigatos tapujos.
Carlos se debe a quien le educó, a sus padres, a Galicia y ese amor infinito es cada tesoro secreto que se esconde en sus átomos. Búsquenlos, en cada pincelada y hasta en sus nombres, que, sabiendo leerlos, cobran sentido. Encuentren nubes pájaro, senos musicales, peces, mantis o frutas prohibidas, encuentren hasta la morriña en forma de monumento o la historia de un dos de mayo.
Los lienzos y esculturas son lo que vemos, lo que intuimos, lo que nos llega. Es misión del espectador descubrir sus mil lecturas. No se queden en la superficie, miren y llegarán a encontrar hasta algún átomo de ustedes mismos o de sus más secretos sueños.
- ¿Cuándo? El 12 de junio a las 20.00 horas
- ¿Cómo llegar? Carrer de Can Savellà, 26, Palma, Illes Balears (Mallorca)