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Laura Redburn «Cardboardcities»

Bienvenidos a la ciudad del cartón y las flores, a la urbe nebulosa representada en papel, a esa geografía ilusoria que se despliega en cada una de sus composiciones.

Laura Redburn «Cardboardcities». En el vasto escenario del arte contemporáneo, donde la hibridación de técnicas y la reinterpretación de la realidad se erigen como pilares de la creación, emerge con singular fuerza la obra de Redburn, una ilustradora y artista visual afincada en Cardiff, Gales.

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Su propuesta estética es un ejercicio de yuxtaposición onírica en el que conviven lo tangible y lo etéreo, lo cotidiano y lo fantástico. Como un demiurgo del collage, Redburn edifica mundos en los que la memoria, la nostalgia y la utopía se entrelazan en un juego de formas y texturas, revelando un imaginario que, aunque propio, se abre generosamente a la interpretación del espectador.

Su universo visual nos sumerge en una suerte de cartografía poética donde la materialidad del collage se convierte en un vehículo de ensoñación. La suya es una ciudad que se parece a la nuestra, pero con la pátina de lo soñado: es la urbe que vemos con los ojos cerrados, aquella que describimos en voz alta cuando compartimos nuestros más íntimos anhelos. Un espacio donde lo simbólico cobra una fuerza inusitada, en el que lo utópico se reviste de fragilidad y resistencia a partes iguales.

Laura Redburn «Cardboardcities». En su praxis artística, Redburn rescata fragmentos del pasado para reconfigurarlos en nuevas narrativas.

Su inspiración proviene de fuentes dispares: los animales, las películas antiguas, la ciencia ficción. Estos elementos, aparentemente inconexos, se amalgaman en sus obras, generando un lenguaje visual en el que lo arcaico se fusiona con lo futurista, lo orgánico con lo artificial. Su arte no se limita a la mera representación, sino que opera como un portal hacia dimensiones inexploradas, donde los límites entre la realidad y la ficción se desdibujan.

El collage, técnica predilecta de Redburn, se convierte en el sustrato idóneo para esta exploración estética y conceptual. En sus manos, este medio se despliega con una libertad expresiva que desafía la bidimensionalidad del papel. Cada fragmento, cada recorte, cada superposición parece estar imbuido de una historia previa que, al integrarse en la composición, adquiere un nuevo significado. La artista juega con la fragmentación y la reconstrucción, con la evocación y el extrañamiento, con lo real y lo soñado. En su obra, la vida y la fantasía se entrelazan en un baile perpetuo, recordándonos que la imaginación es un motor inagotable de la existencia.

Las imágenes de Redburn sugieren narrativas abiertas, invitaciones a un viaje introspectivo en el que el espectador es libre de proyectar sus propias emociones y recuerdos. En este sentido, su arte es un espejo polifacético donde cada mirada encuentra un reflejo distinto. Su universo no impone respuestas, sino que despliega preguntas, incita a la contemplación, a la reinterpretación, a la reconfiguración de la memoria individual y colectiva.

En sus composiciones, las flores brotan de lo más inesperado, como si fueran vestigios de una naturaleza que resiste la aridez de lo contemporáneo. Esta mina de flores extrañas, enredadas en lo cruel o lo nostálgico, evoca la persistencia de la belleza en medio del caos, la delicadeza como acto de resistencia.

En la poética de Redburn, la fragilidad no es sinónimo de debilidad, sino de una fortaleza silenciosa que se impone con la sutileza de un pétalo flotando en el viento.

Así, la obra de Redburn no solo es un deleite visual, sino también un espacio de reflexión. Sus imágenes nos interpelan, nos desafían a mirar más allá de la superficie, a redescubrir lo cotidiano con ojos renovados. Nos recuerda que el arte no es un mero reflejo de la realidad, sino una construcción activa de nuevos mundos, una invitación a soñar despiertos, a habitar paisajes inéditos donde lo imposible se vuelve tangible.

En última instancia, la creación de Redburn se inscribe en esa línea del arte que no busca respuestas definitivas, sino que abre puertas a la imaginación, ofreciendo al espectador un mapa de constelaciones simbólicas que cada quien debe descifrar por sí mismo. Su ciudad de cartón y flores no es solo un lugar, sino un estado del alma, un rincón del universo donde el arte y la vida se funden en un solo susurro poético.


Laura Redburn «Cardboardcities». Por Mónica Cascanueces.

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