Una de las principales artistas contemporáneas de Irlanda, Alice Maher, trabaja en los ámbitos de la naturaleza y la cultura, la subversión y la transformación, la mitología y la memoria.
Alice Maher entre la mitología y la memoria. Una infancia en la Irlanda rural hizo que Alice Maher no solo estuviera impregnada de las enseñanzas de la Iglesia Católica, sino también de la mitología celta y de la tradición oral que cala profundamente en la psique irlandesa.
Siempre ecléctica en su enfoque para crear arte, en los años noventa producía pequeños objetos: un abrigo de ortigas, un vestido de abejas y una escalera de espinas que aludían no solo a la mitología pagana y los cuentos de hadas, sino también al simbolismo cristiano.
El cabello era un tema dominante, con sus asociaciones sexuales y sacrificiales, y sus alusiones indirectas tanto a Rapunzel como a la Magdalena.
Ombre V es uno de una serie de dibujos que surgieron durante una residencia en el Programa de Residencia de Artistas del IMMA. El interés de Alice Maher por el cabello fue inspirado por leyendas como las de Medusa, Berenice y Rapunzel, los tabúes sobre tocar el cabello, su uso como símbolo de amor y su corte como acto de castigo.
Al comentar sobre el elemento de la memoria en su arte, Maher dice: “…hay una referencia a mi propia memoria, pero puede ser una memoria inventada… Las cosas cambian al recordarlas; no podrían estar directamente relacionadas con el tiempo real, pero sí con el tiempo en tu mente, que es un espacio enorme, tan grande como el universo”.
En once nuevas obras fotográficas, Maher hace referencia a los retratos renacentistas. Como en su trabajo anterior, sigue recolectando objetos: conchas de caracol, bayas, ramitas, ramas de tejo, incluso lenguas de cordero y corazones de animales. Con estos objetos se adorna, creando transformaciones del cuerpo similares a las exploradas en las famosas Metamorfosis de Ovidio. Las escenas de Maher se colocan contra fondos rojos y suntuosos.
Susurra dentro de un casco de conchas de caracol, lleva una corona de ramitas atadas con cuerda, un collar de lenguas de cordero grises y frías o corazones de buey ensangrentados alrededor de su cuello. Muchas de las obras parecen sugerir una dicotomía entre el habla y el silencio, entre la creatividad y la mutidad. Ramitas se sujetan sobre su cabeza como el freno de una regañona medieval; las lenguas cuelgan, mudas, como joyas musculosas arrancadas de la garganta.
Extrañas, mágicas y salvajes, estas imágenes resuenan con referencias histórico-artísticas al tiempo que nos sumergen en profundidades psicológicas y atávicas ocultas.
Plumas negras brotan de su boca, bayas bloquean sus oídos y su cabeza está cubierta por una capucha de musgo esfagnáceo. En otros momentos, su brazo brota de una manga de tejo como una segunda piel, desdibujando las distinciones entre el interior y el exterior, entre las realidades percibidas y sentidas.
Acompañando estas obras hay una serie de siluetas en carbón, en las que ramas crecen de la cabeza de una mujer o pies de ganso de su garganta. Muchas de estas figuras están cubiertas por un entramado de zarzas o patrones góticos, como si estuvieran ocultas tras una pantalla. Extrañas, mágicas y salvajes, estas imágenes resuenan con referencias histórico-artísticas al tiempo que nos sumergen en profundidades psicológicas y atávicas ocultas.
Alice Maher entre la mitología y la memoria.