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Issa Watanabe y el arte de reparar

La ilustradora peruana Issa Watanabe (Lima, 1980) publica un nuevo libro: Kintsugi (Zorro Rojo), que no solo toma el nombre de la técnica japonesa sino también su filosofía de reparar una fisura

Issa Watanabe y el arte de reparar. Kintsugi («reparación dorada», en su traducción literal) es, en efecto, una antigua técnica japonesa, que se remonta a finales del siglo XV, y consiste en restaurar cerámicas rotas, mezclando resinas con polvo de oro o plata y poniendo en evidencia los lugares de las roturas, de acuerdo a una particular concepción que busca enriquecer la historia del propio objeto mostrando sus quiebres y restauraciones. La artista peruana, después de los estragos de la pandemia, ha querido asimilar parte de ese mismo espíritu restaurador para abordar complejos desgarramientos y fracturas.

El protagonista de Kintsugi es un conejo al que le sucede una desgracia: pierde a alguien cercano, un pájaro que se sienta junto a él en la mesa.

Para Issa Watanabe, la ilustración es el medio para comprender los acontecimientos de la vida. A través de este arte, la autora peruana reelabora esa realidad, quizás dolorosa, y le da un nuevo significado, más esperanzador. Transitar por una difícil situación familiar en el 2020 y por la llegada, hace 17 años, de una caja de objetos que había guardado su padre, el recordado poeta José Watanabe, la inspiró a crear una historia que reflexiona sobre la pérdida y la necesaria transformación que la acompaña. 

Kintsugi opta más bien por un depurado lirismo, en que afloran las íntimas vicisitudes de un personaje central, agobiado por el desmoronamiento de su mundo cercano y obligado a llevar a cabo hondas inmersiones para restaurarlo.

De esas reflexiones y juego creativo nació Kintsugi, obra que recientemente fue elegida como el Mejor libro de ficción en los Premios Bologna Ragazzi 2024, uno de los galardones más importantes a nivel mundial en el ámbito de la literatura infantil en ilustración y que se entrega en la Feria del Libro Infantil de Bolonia.

Había una vez un conejo que vivía con un pájaro. De pronto, su cotidianidad se ve interrumpida. ¿Cómo recuperar el equilibrio?

De forma imprevista, cambia lo que le era familiar. La mesa bien dispuesta para dos se desordena y todo cae al suelo. El conejo entonces comienza un viaje que lo lleva al fondo del mar, buscando algo a qué aferrarse, para volver finalmente al hogar cambiado, pero con la capacidad de sonreír nuevamente. «La obra ofrece una profunda lección poética, navegando con confianza y sencillez por el viaje de la pérdida en sus diversas etapas, desde la desorientación total hasta la posibilidad de renacer. Al profundizar en la oscuridad y las profundidades del mar, el libro celebra nuestra notable capacidad para recuperarnos y sanar después de cualquier catástrofe”, escribió en el acta el jurado del premio de la Feria de Bolonia sobre el libro de Watanabe.

En las hojas de guarda finales, hay un pájaro dibujado y un poema de Emily Dickinson, que comienza con estos versos: “La esperanza es esa cosa con plumas — / que se posa sobre el alma — / y canta la melodía muda — / que no cesa — jamás — ”.

El libro surgió como una manera de tener un espacio en el que ir sacando lo que sentía, comparte Issa Watanabe, mientras alrededor las cosas se desmoronaban. Era el espacio para refugiarme, digamos, para tratar de entender algo cuando nada parecía tener sentido. Juntar estos fragmentos de dibujos e ilustraciones para ir encontrando cómo armarlos, fue un proceso de reparación personal, que es lo que termina siendo lo que vemos en el libro: la secuencia de una búsqueda.

Bien ha señalado la dramaturga Mariana de Althaus, en la reciente presentación de Kintsugi, en una conocida librería de Lima, que este libro «como un buen poema, logra representar el viaje interior
que hacemos cuando perdemos a alguien, o algo, cuando el mundo se da vuelta, cuando se detruye
un sueño. La batalla incansable por recuperar lo perdido, por no dejarse vencer, la desesperación, el hundimiento psíquico, la devastación, la lucha contra la muerte, la aceptación de la pérdida, el impulso hacia la vida, la elaboración de la esperanza y la restitución del mundo sobre la vulnerabilidad de ir por la vida con la herida expuesta […].

Issa Watanabe se arriesga con la representación no solo de una realidad o un concepto sino de un proceso complejo y profundo, y lanza sus imágenes hacia las zonas de la mente y de la emoción a las que las palabras no llegan, se detienen como esos buzos que mueren por tratar de llegar al fondo del mar. Lo que logra con Kintsugi es sobrecogedor por la belleza, el silencio, la hondura y la complejidad simbólica que aparece desde la primera página, en la que vemos a una liebre y un pájaro rojo que toman el té». Por lo demás, resulta evidente que los libros de Issa Watanabe están destinados a un público que va de la
infancia a la ancianidad.


Issa Watanabe y el arte de reparar.

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