INFOMAG MAGAZINE

Javier Gomá: El corazón educado

La vulgaridad como estado cultural de nuestro tiempo. El exceso de moralización conlleva vulgaridad, huyamos de quien no tiene nada que decir y da lecciones

Javier Gomá: El corazón educado. Es filósofo, ensayista, letrado del Consejo de Estado y director de la Fundación Juan March. Obtuvo el Premio Nacional de Ensayo en 2004 por Imitación y experiencia (2003), que junto con Aquiles en el gineceo (2007), Ejemplaridad pública (2009) y Necesario pero imposible (2013) conforman su Tetralogía de la ejemplaridad. En su última obra, Universal concreto (Taurus, 2023), expone por primera vez su filosofía de la ejemplaridad de manera integral y unitaria.

No confío en esa clase privilegiada que solo pide a la gente, la masa, su docilidad, a los que consideran mejores.

Javier Gomá

Los mejores filósofos solían ser hombres de una sola gran idea, o de un «único pensamiento», como decía Schopenhauer de sí mismo. Seducidos por una intuición genial, se lanzaron a poseerla y convertirla en su pasión intelectual. El encantado de la idea le da tantas vueltas, le descubre tantos matices, que termina por transformarla en el fundamento de una visión del mundo, porque la unicidad de esa idea jamás se agota en su simplicidad, tiene tantas implicaciones, suele desencadenar tan variadas preguntas cuanto más se la observa y estudia…

Filosofía mundana, la tesis de Kant. La autentica filosofía, sin que se convierta en un papilla para asimilar, debe ser tres veces mundana.

Tiene que hablar del mundo para todo el mundo y con un poco de mundo. Representa la apropiación del propio tiempo con el pensamiento decía Hegel. ¿Del tiempo presente y en sentido colectivo? Necesariamente hija gozosa de su tiempo. Y lo que nos encontramos en los últimos 50 años, la inmensa mayoría de las veces, es una que habla sin cesar de libros, no del mundo. También Gomá apunta que la filosofía es literatura con su propia poética. Para que sea entendida por una mayoría. No tiene sentido escribir para filósofos. Nadie lo entendería.


¿Por qué entonces pierde su sentido y su utilidad? Exactamente, porque es una anomalía. No una regla. La filosofía es literatura porque sus suposiciones no son mostrables empíricamente. En este sentido es tan fiable como la poesía o la novela. La verdad se sustente en el consenso que se levanta en sus lectores. Tener mundo se refiere a cultivar lo que propicie la comunicación. A ser contada con belleza, elegancia, gusto y el sentido del humor que cualquiera pueda desplegar en una conversación. La diferencia entre la ciencia y la literatura es que a la primera le interesa lo último, y la segunda lo de siempre. Todo el científico en filosofía acaba por ser aburrido.

Javier Gomá sugiere que no hay pos modernidad, prefiere llamarla segunda modernidad ya que con la segunda hay un desarrollo y más allá. La primera modernidad tiene lugar, sobre todo, con el movimiento romántico y la ilustración. Siglo XVII y XIX. En la segunda modernidad ocurre el sorprendente descubrimiento de que existen otros Yo que también merecen respeto. Del Yo al nosotros. De la libertad a la igualdad sin renunciar la primera. Por tanto se debe desarrollar una libertad para ser libres juntos. La modernidad es una etapa importante porque en ella se reconoce la dignidad del ser humano.

Kant dice que existen cosas que tienen dignidad y otras que tienen precio. Lo propio de la dignidad es lo humano y lo propio del precio es el objeto. El peor delito que puede existir es la cosificación de la dignidad. Es decir el capitalismo. Si al capitalismo lo dejas solo sin educar tendrías a una conversión de todo lo humano en mercancía. Por otra parte el comunismo lo colectiviza y supone una vuelta al mundo premoderno. Pero en ambas ha ocurrido lo mismo. Esto en lo social.

En lo metafísico nos enfrentamos a la muerte. A que toda persona con una dignidad infinita ha acabado en el pudridero, convirtiéndose en cadáver. Sabernos abocados a la cosificación de una muerte produce malestar. ¿Qué tiene que ver la dignidad con la felicidad? Javier Gomá las contrapone. La felicidad es un concepto creado en otra época. No sirve para explicarla. ¿Qué fue en la antigüedad? El cumplimiento de la función que le es propia a la persona dentro del mundo que le ha tocado. Ser feliz cosiste en cumplir una misión. En la modernidad, cuando el Yo se convierte en una totalidad, la importancia no es ser feliz, sino digno de ser feliz. La dignidad es universal. No podían ser felices quienes andaban en las colas de las cámaras de gas, pero si dignos.

«Contrapongo la felicidad a la dignidad. No podían ser felices quienes andaban en las colas de las cámaras de gas. Pero si dignos«

Javier Gomá

Esta conquista moral se produce en la Segunda Guerra Mundial, Gomá quiere convertir ese aspecto de la ejemplaridad y la dignidad en una máxima: vive de tal manera que tu muerte resulte escandalosamente injusta. Una persona que conoce la realidad trágica de la vida -refiriéndose a las consecuencias de las guerras- tenga la fuerza y pese a todo se atreve a aspirar a un ideal.

Las diferencias entre una persona inteligente y una sabia, es que el inteligente conoce bien los medios para conseguir un fin, el sabio conoce los fines que merecen la pena. Ahorras tiempo ciertamente si has cultivado cierta ingenuidad. Es preferible ser ingenuo y sabio que cínico. Puedes dedicarte a estar de vuelta, ser un descreído y puedes, conscientemente, sabiendo al final lo que te espera, aspirar a lo mejor.

Hablar de bondad o maldad sería adecuado en este caso. Javier Gomá discrepa y dice no deberíamos quizá llevar esta reflexión a términos morales. Si pensamos en Gaza, vemos ahí que alguien ha tachado sus vidas. Es difícil que mantengan esa ingenuidad. De que me sirve tenerlo todo si no soy nadie afirma Gomá. Y lo respalda diciendo que toda la modernidad había establecido que el hombre es individual cuando se separa de lo social.

Su tesis insiste totalmente en lo contrario. Para el existen dos estados: uno de ociosidad subvencionada, estético, en la infancia y adolescencia cundo los padres y el Estado te mantienen y el individuo no tiene otra obligación que poseerse a sí mismo. Otro que viene cada vez más tarde. Aparece una especialización y una adaptación. Es un estado ético con dos funciones especificas: un oficio y el corazón.

Si hablamos de una relación típica nos referimos a un trabajo y una vida compartida, cosiste en adaptarse a las circunstancias. En estas dos vertientes descubres tu finitud. En el estado estético tienes lejos la perspectiva de la muerte, al socializarte adquieres consecuencias de tu fin. En el primero eres libre totalmente y en el otro libre y con compromiso.


La memoria ejemplar de la que habla Gomá puede estar construida con todos los ejemplos de la gente que ha levantado una idea del bien. Solo así todos esos átomos de vida decente adquieren sentido. Javier Gomá detesta la ejemplaridad aristocrática, no cree en una minoría selecta a la manera de Ortega y Gasset. No confía en esa clase privilegiada que solo pide a la gente, la masa, su docilidad, a los que consideran mejores. Presume de un espirito igualitario muy profundo, según el cual todos somos ejemplo para todos y vivimos en una red de influencias mutuas.

Frente a la minoría selecta busca una mayoría selecta. Reivindica la vulgaridad, la normalidad, la aparente insignificancia de quien tiene vida ejemplar y cual muerte produce un escándalo. Eso va trenzando memorias que cuando se generalizan desembocan en costumbres, en unas evidencias colectivas sentimentales que pueden conducir a esa mayoría selecta.

El ego no significa egoísmo, también hay que diferenciar el egocentrismo del narcisismo. No juzgamos a las cosas por sus corrupciones sino por su ideal. Gomá reivindica el ego como esencia misma del deseo de vivir, sobrevivir, trascender, de ser virtuoso y la audacia de llevar acabo grandes cosas. Si nos ponemos puristas, moralistas, lucidos o cínicos, no hay comportamiento que no conlleve detrás una mancha.

Exactos del la entrevista de Jesús Ruiz Mantilla

Salir de la versión móvil