En El cuento de la criada, la obra nos traslada a unos Estados Unidos, donde, tras unos supuestos ataques terroristas, una facción ultraconservadora y religiosa se hace con el poder
‘El cuento de la criada’ de Margaret Atwood. Proclama la república de Gilead, un nuevo país basado en una concepción fundamentalista del cristianismo que suprime las libertades individuales y divide en castas la sociedad. Debido a los problemas de reproducción de las élites, las mujeres aptas para procrear son convertidas en criadas, y su único fin consiste en engendrar los vástagos de las familias de la clase alta.
Ahí seguiremos la historia de Defred, una criada que deberá enfrentarse con la pérdida de su familia, de su compañero e hija al mismo tiempo.
Cuando Margaret Atwood escribió su novela se propuso no inventar nada de lo que describiera en El cuento de la criada. Todos los detalles forman parte de algo ya existente: tanto la psicosis entre la población por los posibles espías infiltrados, como el fundamentalismo religioso, o la eugenesia, todo está sacado de la vida real, y eso quizá es lo más terrorífico de esta obra.
De esa agresión a lo femenino nace el terror en el que desemboca la obra: una represión total, un miedo visceral que es ejercido desde el poder, en el cual toda la sociedad es una víctima callada.
Por cierto que El cuento de la criada comparte algunos puntos de contacto con V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd. The Handmaid’s Tale se publicó en originalmente en 1985, y V de Vendetta apareció entre 1982 y 1988… ¿Podrían haber relación entre estas dos obras? No lo sé a ciencia cierta, pero yo apostaría a que sí.
El discreto encanto de la distopía ‘El cuento de la criada’ de Margaret Atwood
Pero no se trata sólo de su interés temático. Margaret Atwood tiene varios aciertos narrativos que hacen de este libro una magnífica obra literaria. El primero, es ese intento de distanciar el punto de vista del lector y el escritor con múltiples capas, haciendo que la historia de Defred es, en un futuro aún más lejano que el que describe la propia historia, estudiada por académicos, como una punto de referencia en la investigación de lo que representó la república de Gilead desde un concepto intrahistórico.
El segundo es la propia narradora. De una elegancia y sencillez exquisita, pero a la vez una voz creíble, sensible, frágil. Que se cuela entre las rendijas de nuestra alma, que te hace estar ahí, junto a ella. Atwood combina flashbacks con lo que va ocurriendo de manera que la historia se expande en ambas direcciones.
El cuento de la criada, por más que algunos busquen los resquicios por los que se cuela una distopía que sería imposible que se realizara en nuestro mundo, es un alegato contra la misoginia, la violencia machista institucionalizada, el fundamentalismo religioso de cualquier signo.
Por Josep Oliver