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La regla crítica: primer calambre

A lo largo del tiempo, innumerables filósofos, científicos y eruditos han tratado de alcanzar la verdad a través del pensamiento crítico. Y es que esta habilidad única de los humanos ofrece la oportunidad de dejar a un lado las creencias y las supersticiones en favor de la lógica y la razón. 

La regla crítica: primer calambre. Henry Ford, fundador de la mítica compañía de automóviles Ford, decía que “pensar es el trabajo más duro que existe, y probablemente sea la razón por la que tan pocos se dedican a ello”. Y es que construir, mantener y actuar con una mentalidad basada en el pensamiento crítico es, sin duda, complicado para la mayoría de personas. 

El primer calambre por Carlos Penas

La madre de Felipe estalló en cólera cuando sorprendió a su hijo orinando en su maceta favorita, esa, la azul, donde vivía Celia, la celidonia de sus amores. Le disparó la zapatilla directamente a la nuca, donde están las cervicales, y el impacto fue de tal precisión y magnitud que Felipe se encogió, gritó y soltó su polla a la velocidad subsónica de trescientos metros por segundo.

Teresa se cagó en todo lo más alto que pudo, agarró a su hijo de la oreja y lo llevó hasta el despacho de su marido, un policía retirado que llegaría puntual a la hora de la comida, como siempre. ¡De ahí no sales hasta que venga tu padre! ¿Me has oído bien? ¿Me has oído? Y Felipe soltó un temeroso sí.

Cuando Antonio entró en su despacho, una estancia pequeña con sólo dos sillas y una mesa, se sentó enfrente de su hijo y le habló cariñosamente: Te traje un vaso de agua. ¿Estás bien?, dime, ¿Cuánto tiempo llevas meando encima de Celia?, sabes que tu madre adora esa planta, dime, ¿Cuánto tiempo? Anda, bebe un poco. —Papá, fue una tontería, estaba hablando por el móvil y ya no aguantaba más, de verdad, fue una tontería. Era la maceta que tenía más cerca, de verdad, papá, fue una tontería, lo siento. Te juro que fue la primera vez.

Antonio se abalanzó inmediatamente sobre Felipe, le partió los dos labios de la hostia que le dio y lo levantó de la silla agarrándolo por el cuello: ¡A mí no me jodas, Felipe!, ¿Cuánto tiempo llevas meando en la maceta favorita de tu madre? ¡Responde, cabrón, dímelo, habla de una puta vez! Le sentó con violencia, le agarró por los pelos y le rompió la nariz aplastándole la cabeza sobre la mesa: ¡Habla, hostia! Será mejor que hables. ¿Desde cuándo? ¡Dímelo! ¡Me cago en tu puta madre! ¡Dímelo!

Entonces, Antonio le volvió a coger del pelo, levantó la cabeza de Felipe para poner su cara destrozada enfrente de la suya: ¿Para quién trabajas? ¿Eres un lobo solitario? ¿Quién es tu jefe? Y lo soltó con desprecio, escupiéndole.

—Desde hace seis o siete meses, papá. Lo siento. Lo siento. No lo volveré a hacer, papá. No sé ni porqué lo hice. Lo siento, papá —balbuceó Felipe, entre espasmos y calambres que le recorrían el cuerpo, sin esquivar la sangre derramada… (Continuará)


La regla crítica: primer calambre por Carlos Penas

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