Icono del sitio INFOMAG MAGAZINE

Pasajeros al tren

Pasajeros al tren. La afirmación de que todo ocurre por algo hizo que Robert Ford viviese toda su vida arrepentido por culpa de la cobardía de su acción, la de haber matado a Jesse James por la espalda, porque su traición despertó un odio colectivo hacia su triste sombra.

Y es que los traidores jamás serán apreciados por nadie, ni siquiera por quienes se benefician de sus servicios. La policía, por mucho que insista en llamar confidentes a quienes le informan, saben que son unos chivatos de mierda y sienten infinito desprecio por ellos.

Pero me jode cuando sólo sabemos plantearnos la casualidad y la causalidad como dos rivales a elegir para poder entender el porqué de los acontecimientos, si es bic naranja o si es bic cristal, dos escrituras a elegir, bic, bic, bic bic bic, bic naranja escribe fino, bic cristal escribe normal, pero lo que no deja lugar a ninguna duda ni a duda alguna es que los dos bolígrafos escriben.

Estoy convencido de que muchas veces es el azar quien determina la causa que provocará su correspondiente efecto y esto me lleva a pensar sin remedio en el hecho de que es el propio azar la causa de la causa, pero sin que la eventualidad sea efecto de ninguna otra.

Además, si todo fuera fruto de la causalidad, que no lo es, tampoco supondría que ya esté todo escrito y que exista el destino, porque son muchos los casos en que las causas son de un carácter tan espontáneo e instantáneo que no habría sido posible su determinismo en el tiempo.

Admitir que la causalidad tiene una base científica y que la casualidad no la tiene, supondría que algún día la ciencia sería capaz de conocerla en cualquiera de sus dimensiones y que podría llegar a conocer nuestro destino, pero hasta la fecha los científicos no tienen ni puta idea de lo que nos depararán nuestras vidas.

Me niego rotundamente a pensar que ya estén escritas las palabras que ahora estoy escribiendo, porque yo veo el destino como algo más cercano al consuelo de quienes creen que existe, al alivio y al amparo de ellos mismos, a sus miedos ante la falta de respuestas y a los efectos lenitivos de su desconocimiento.

Sólo creo en el destino cuando figura como tal en el billete de un tren que espero en el andén de cualquier estación, aunque me suba a él con los ojos vendados e ignore el trayecto por no haber
comprado yo el billete.


Pasajeros al tren. La Regla Crítica. Texto / imagen Carlos Penas

Salir de la versión móvil