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Hemos tenido cien años de psicoterapia y  el mundo va peor 

En el siglo diecinueve la gente no hablaba sobre la psique, hasta que Freud vino y descubrió la psicopatología. Ahora comenzamos a decir: «El mobiliario contiene una sustancia que nos envenena, el microondas emitiera rayos peligrosos». El mundo se ha vuelto tóxico.

Hemos tenido cien años de psicoterapia y el mundo va peor. Freud (1856-1939) fue un médico y neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del s. XX. Su interés científico inicial como investigador se centró en el campo de la neurología, derivando progresivamente sus investigaciones hacia la vertiente psicológica de las afecciones mentales, de la que daría cuenta en su práctica privada. Estudió en París con el neurólogo francés Jean-Martin Charcot las aplicaciones de la hipnosis en el tratamiento de la histeria. De vuelta en Viena y en colaboración con Joseph Breuer desarrolló el método catártico. Paulatinamente, reemplazó tanto la sugestión hipnótica como el método catártico por la asociación libre y la interpretación de los sueños. De igual modo, la búsqueda inicial centrada en la rememoración de los traumas psicógenos como productores de síntomas, fue abriendo paso al desarrollo de una teoría etiológica de las neurosis más diferenciada. Todo esto se convirtió en el punto de partida del psicoanálisis, al que se dedicó ininterrumpidamente el resto de su vida. Freud postuló la existencia de una sexualidad infantil perversa polimorfa, tesis que causó una intensa polémica en la sociedad puritana de la Viena de principios del siglo XX y por la cual fue acusado de pansexualista. A pesar de la hostilidad que tuvieron que afrontar sus revolucionarias teorías e hipótesis, Freud acabaría por convertirse en una de las figuras más influyentes del siglo XX.

James Hillman

Nadie se podría imagina que en nuestro mundo de hoy hasta los jóvenes ya no tienen tiempo… de tener tiempo. Nunca la aceleración casi mecánica de las rutinas vitales ha sido tan fuerte como hoy. Y hay que tener tiempo para buscar tiempo, no hay que tener miedo al silencio. Sólo el silencio nos enseña a encontrar en nosotros lo esencial.

Conversación entre James Hillman y Michael Ventura

De todas las ramas del psicoanálisis, la más sorprendente es, sin duda, la que anuncia su disolución; y de todos los representantes de esta tendencia el más controvertido es, sin duda también, James Hillman, porque su particular cuestionamiento de la labor terapéutica tradicional no proviene de disciplinas que discrepen, o puedan discrepar, con la psicología profunda (psiquiatría, filosofía, sociología, etc.), sino de la propia psique, como demostrará este libro. La obra de Hillman parte de tres intuiciones fundamentales de Jung (la psique crea la realidad cada día; la psique es imagen; la psique es una pluralidad de arquetipos) que se desarrollan y amplifican en una obra que no es sólo la aportación más innovadora de la psicología profunda de los últimos años, sino también una formidable literatura al servicio de la imaginación, sus raíces mitopoéticas, su inmanencia y ubicuidad y, en fin, su capacidad de devolvernos a los dioses (las imágenes arquetípicas) que nos arrebató la monolatría, una monolatría que, incapaz de convivir con ellos, sigue hoy activa en el imperialismo que ejerce el ego sobre la diversidad de perspectivas de la conciencia.

En esta obra, básica para la comprensión de la psicología arquetípica, Hillman lleva a cabo una sólida, fresca y original exposición crítica de los conceptos fundamentales del análisis junguiano: transferencia, inconsciente y neurosis. Tanto los lectores de Jung como los no junguianos encontrarán en este ensayo una poderosa perspectiva histórico-cultural del lenguaje psicológico y de los procesos terapéuticos, un «análisis del análisis» de la psicología de Jung lleno de implicaciones plenas de sentido para la práctica de todo tipo de psicoterapias. Hillman examina en este libro los conceptos de «mito», «cuerpo», «eros» y el mitema de la «inferioridad femenina», así como la necesidad de libertad para imaginar y sentir la realidad psíquica. Analizando estas ideas y el papel que todas ellas han jugado dentro y fuera del mundo terapéutico, Hillman penetrará en los fundamentos que han dominado hasta ahora la psicoterapia con el fin de abatir sus pilares básicos y proponer su sustitución, abriendo de este modo los nuevos interrogantes de la era postanalítica.

James Hillman (JH): Hemos tenido cien años de análisis, y la gente se vuelve más y más sensitiva, y el mundo va yendo peor. Tal vez sea tiempo de considerar eso. Aún ubicamos la psique dentro de la piel. Uno va adentro  para ubicar la psique, uno examina sus sentimientos y sus sueños, que le pertenecen. O se trata de sus inter relaciones, inter psique, entre su psique y la mía. Esto se ha extendido un poco más en sistemas familiares y grupos de o?cina -pero la psique, el alma, aún está adentro  y entre  la gente-. Trabajamos continuamente nuestras relaciones, y nuestros sentimientos y nuestras re?exiones, pero mire lo que queda fuera de ello.

Hillman hace un amplio gesto que incluye el tanque de aceite en el horizonte, los graf?ti de pandillas sobre un cartel del parque, y la mendiga gorda de tobillos hinchados y piel marcada, que duerme sobre el césped unos metros más lejos.

Lo que queda fuera es un mundo que se deteriora. De modo que ¿por qué la terapia no ha advertido esto? Porque la psicoterapia sólo trabaja en esa alma «de adentro».

Al quitar el alma del mundo y no reconocer que el alma también está en el mundo, la psicoterapia ya no puede hacer más su trabajo. Los edi?cios están enfermos, las instituciones están enfermas, el sistema bancario está enfermo, la escuelas, las calles – la enfermedad está ahí afuera. ¿Sabe Ud.? el alma siempre está siendo redescubierta mediante la patología.

James Hillman y Michael Ventura, contemplando el reflejo del sol en el mar, ambos hombres parecen pensar lo mismo. Hemos tenido cien años de psicoterapia y  el mundo va peor

Michael Ventura (MV): Ese mar allí fuera está enfermo. No podemos comer el pescado.

JH: El mundo se ha llenado de síntomas. ¿No es ese el comienzo del reconocimiento de lo que solía llamarse animismo? ¡El mundo está vivo por Dios! Está teniendo efectos sobre nosotros. «Tengo que deshacerme de esas latas con Bisfenol A», «Tengo que deshacerme del mobiliario porque contiene formaldehído», «Tengo que tener ojo con el amianto, un componente muy utilizado en la construcción hasta diciembre del año 2002, tengo que preocuparme por aquello y eso». De modo que hay patología en el mundo, y a través de ella estamos comenzando a tratar al mundo con más respeto.

MV: Como si al negar el espíritu de las cosas, ese espíritu ofendido regresa en forma de amenaza. Al negar el alma en las cosas, habiendo dicho con Descartes a las cosas: «No tenéis almas», las cosas se han vuelto y han dicho: «Sólo mira qué tipo de alma tengo, gilipollas»

JH: ¡Tan solo observa lo que puedo hacerte, hombre! Vas a tener esa fea lámpara en tu cuarto, esa lámpara va a hacerte sufrir cada día que la mires. Va a producir luz ?uorescente, y va a volverte loco lentamente mientras estás sentado en tu o?cina. Y luego tendrás que ir al psicoterapeuta, y vas a tratar de trabajarlo en tus relaciones, pero no sabes que yo soy realmente quien te tiene cogido. Es ese tubo ?uorescente todo el día sobre tu cabeza, enfocando directamente sobre tu calavera como un agente de la KGB, iluminándote, directamente encima tuyo: sin sombra, implacable, cruel.

MV: Y sin embargo sentimos ésto en todo lo que hacemos y decimos ahora, todos nosotros, pero estamos atrapados en un doble lazo: por una lado esto es «progreso», un valor que se nos ha inculcado- y si Ud. cree que no ha arraigado en Ud., viaje hasta México y compruebe si incluso los norteamericanos pobres querrían vivir del modo en que la mayoría de esa gente tiene que vivir (la vida del norteamericano pobre ya les parece rica, y por ello continúan viniendo a América); pero por el otro lado, sabemos que las cosas de nuestras vidas son cada vez más nocivas, pero no tenemos Una Idea acerca de qué hacer. Nuestro sentido de la política se ha atro?ado.

JH: Hay un bajón del sentido político. No hay sensibilidad a las situaciones reales. ¿Por qué la gente inteligente -al menos dentro de la clase media- es tan pasiva ahora? ¿Por qué? ¿Por qué la gente inteligente y sensible está en terapia? En los Estados Unidos han estado en terapia durante treinta, cuarenta años, y durante ese tiempo ha habido un tremendo bajón político en este país.

MV: ¿Cómo cree que funciona eso?

JH: Cada vez que intentamos tratar con nuestro enfado en la autopistas, nuestra miseria en la ofcina en medio de la iluminación y el mobiliario basura, el crimen en las calles o lo que fuera – cada vez que intentamos tratar con ello yendo a terapia con nuestra rabia y nuestro miedo, se está privando al mundo político de algo. Y la terapia, en su modo alocado, al acentuar el alma interior e ignorar el alma exterior, apoya la decadencia del mundo actual. Y sin embargo la terapia continúa creyendo ciegamente que está curando al mundo exterior al hacer mejor a la gente. Hemos sostenido eso por años y años y años: «Si todo el mundo fuera a terapia tendríamos mejores edificios, mejor gente, más conciencia». No es el caso.

MV: No estoy seguro de que sea casual, pero de?nitivamente hay ahí un modelo. Nuestro conocimiento interno se ha vuelto más sutil, en tanto que nuestra capacidad de tratar con el mundo que nos rodea se ha…, bueno, deteriorado  no es una palabra lo su?cientemente fuerte. Más adecuada sería desintegrado.

JH: Hoy la moda en psicoterapia es el «niño interno». Esa es la cuestión terapéutica -uno retrocede a su niñez. Pero si uno mira hacia atrás, entonces no mira alrededor. Este viaje hacia atrás constela lo que Jung llamó el «arquetipo del niño». Ahora bien, el arquetipo del niño es por naturaleza apolítico y desposeído -no tiene conexión con el mundo político.

Y entonces el adulto dice: «¿Bueno, qué puedo hacer acerca del mundo? Eso es más grande que yo». Ese es el arquetipo del niño que habla. «Lo único que puedo hacer es entrar en mí mismo, trabajar en mi crecimiento, mi desarrollo, encontrar buenos grupos de apoyo, contenedores». Esto es un desastre para nuestro mundo político, para nuestra democracia. La democracia depende de ciudadanos intensamente activos, no de niños.

Al enfatizar el arquetipo del niño, al hacer de las horas de terapia rituales para evocar la niñez y reconstruir la niñez, estamos bloquéandonos para la vida. Veinte o treinta años de terapia han llevado a la gente más sensible y más inteligente, y a alguna de la gente más influyente de nuestra sociedad, a la veneración del culto al niño. Continúa insidiosamente, a través de la terapia, a lo largo del país de modo que lógicamente nuestros políticos están confusos y nadie vota –estamos volviéndonos impotentes mediante la terapia-.

MV: El supuesto en que la gente está operando es que el crecimiento interior se traduce en poder mundano, y muchos no se dan cuenta de que van a la terapia con ese supuesto.

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