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La artista con 100 personalidades condenada a volverse loca

La mente es muy susceptible a todos los estímulos que llegan del exterior. Si son positivos, la persona reaccionará con una sonrisa. Si son negativos, la respuesta será una mueca o el llanto. 

La artista con 100 personalidades condenada a volverse loca. Cada golpe o caricia va moldeando la estructura psíquica de los humanos, conformando su temperamento y personalidad. En casos desafortunados, el destino detona bombas nucleares en el aparato psicológico de algunos individuos y destruye toda posibilidad de normalidad y tranquilidad.

Si sobrevive a la demencia o la psicosis, la persona tendrá que vivir en un infierno interior que es mutable y doloroso, tan impredecible como una hoja llevada por el viento. 

Cuando esto sucede hay dos caminos: derrotarse y volverse loco, o tratar de tapar las heridas de alguna manera. Muchas personas no tienen la fuerza para lidiar con el dolor y se pierden en su propia inconsciencia, se vuelven seres inútiles y seniles.

En cambio hay otras que se aferran a la vida y encuentran la manera de lidiar con el hondo trauma que le dejó la explosión. La siguiente historia es sobre una mujer que quedó columpiándose en ambos terrenos. En un momento se cruza al lado de la locura y por otros instantes regresa a la cordura. En ese vaivén, en el ir y venir, decide construir arte.

En un pequeño departamento de Londres vive Kim Nobel, una mujer que sobrevivió catástrofe psíquica, a un terrible y agresivo estímulo terrorífico que cambió por completo su vida. A simple vista es una mujer normal. Su piel muestra el paso del tiempo, desgaste natural de la vida.

Sus ojos siguen con la vivacidad de su infancia, aunque en el abismo de la pupila se esconde el infierno que es imperceptible desde fuera.

La artista con 100 personalidades condenada a volverse loca. Todo parece ser normal hasta que alguien le pregunta. «Hola, Kim. ¿Cómo estás?» y ella responde: «No soy Kim, soy Patricia».

Kim podría inspirar la historia más oscura y misteriosa de todos los tiempos. Si el mismo Stephen King se diera el tiempo de conocerla, podría encontrar el argumento de su siguiente novela, el más macabro y angustiante. Porque a simple vista, ella es una mujer de 50 años con una hija de 14, pero dentro de su cabeza habitan más de 100 personas diferentes.

La personalidad más constante se llama Patricia y afirma que Kim Noble ya no existe, que su mente se rompió en fragmentos. El caso de Kim ha sido estudiado por diversos médicos de todo el mundo. El diagnóstico dice que padece de un severo trastorno de personalidad disociativo (DID), un mecanismo mental que se acciona cuando una persona padeció algún evento traumático y debe de ocultar u olvidar aquella acción para mantener el equilibrio y la cordura del individuo.

«El resultado pictórico final dependerá del álter ego que controle el cuerpo de Kim. Por tal motivo sus temas son sumamente variados, van desde un paisaje sencillo hasta una demoledora y aterradora escena».

Cambiar de personalidad con tan sólo accionar un botón es la manera en que ella evade su identidad y su historia (pasado). Al no ser ella misma, no hay razón para aceptar, recordar o lidiar con el evento traumático. Su cuerpo es habitado por otro individuo que no tiene la necesidad de padecer lo que tanto adolece. En realidad Kim siempre será Kim, pero al nombrarse Patricia se está autonegando y protegiéndose al mismo tiempo.

La propia pintora ha escrito una biografía tratando de encontrar por su cuenta el evento traumático que desencadenó todo el desorden mental. Las historias de su niñez son confusas, aunque se puede entender que en algún punto sufrió de constantes abusos sexuales, agresiones y humillaciones.

Ella misma dice, aunque no de manera clara, que en esta etapa de su vida sufrió un estímulo negativo y extremo que dañó de manera irreversible su mente.

Las personas que se han interesado en su caso y en su obra han construido una teoría de control y manipulación mental alrededor de Kim Noble. La más recurrente gira en torno al proyecto de la CIA llamado MK-Ultra, en el cual, se dice, torturó a personas de maneras horribles para causarles traumas tan profundos que les permitiría tener el control sobre su mente y controlarlos con una lógica estímulo-respuesta, al clásico estilo del conductismo.

Quienes estudian sus pinturas dicen que el resultado pictórico final dependerá del álter ego que controle el cuerpo de Kim. Por tal motivo sus temas son sumamente variados. Hay, por ejemplo, paisajes hermosos de naturaleza, paz y felicidad. Pero de un momento a otro la escena cambia a algo totalmente opuesto. De golpe, Noble comienza a pintar sobre torturas físicas, abusos sexuales y rituales ocultos.

Cada vez que hay un cambio de personalidad y Patricia vuelve a emerger, Kim no tiene noción de lo que ha sucedido durante el trance. Así que su vida diaria está llena de objetos  perdidos, de despertar a kilómetros de distancia de su casa a media noche y dejar el coche estacionado en los lugares más insólitos. De las más de 100 personas que habitan en su cuerpo, ella dice que sólo 13 tienen el don de pintar.

Sea cual sea la verdadera causa del trastorno de personalidad disociativo, al menos en el arte, Kim Noble tiene la ventaja de de adoptar múltiples estilos pictóricos y trabajar con temas totalmente diversos.

Quizá si ella no negase su persona original, tan sólo existiría una artistas rígida y predecible; un trazo que se repite incontables veces porque está confiado de sí, de su pasado y su futuro. Es posible que en su mente sea una persona distinta, pero la habilidad de agarrar un pincel de manera correcta y certera perdura en todas las formas.

Las 100 personalidades de Noble son máscaras que ocultan una herida. Al igual que Kim, cada uno de nosotros tiene su propio mecanismo de protección, sólo faltaría encontrar el de sanación.

Esta artista comenzó a pintar como terapia y desde entonces dejó de medicarse. Los cambios de personalidad no paran, pero ella aceptó que ya es una característica propia, sacándole el mayor provecho a través de los trazos. 


Por Alejandro Arroyo Cano

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