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Animalistos

Animalistos. Tengo un amigo, acérrimo defensor de los animales, con el que es realmente difícil hablar a solas porque siempre que quedas con él, viene con su perro. Rocky, mi amigo, le dedica todo el tiempo que puede y lo lleva casi todos los días de paseo hasta la playa, pase lo que pase, pero sin que llueva, como los agentes de la ORA cuando se aplican en eso de poner multas.

Ahí van, decididos e impecables, ahí van Rocky, con sus preciosas deportivas y su recién estrenada correa roja, y el perro, con su collar metálico, pero con los pinchos forrados con puntas de goma para que sólo sienta el castigo necesario sin que tenga que sufrir un dolor tan intenso, ahí van, el amo hablando por el móvil y el otro con su bozal hecho a medida, con tela de malla, para que pueda beber y jadear a su libre albedrío, ahí van, ahí van Rocky y su mejor amigo, ahí van viendo pasar el tiempo desde la puerta de Alcalá y caminando hasta el mar.

Ya en la arena, le suelta para que corra y se corra justo el tiempo que tarda en hacerse con un palo que él considera clavadito al que le traerían los Reyes Magos, y entonces le silba para que se fije en él y le vea con su regalo de Navidad, y los dos se miran a cámara lenta, y se les para el tiempo, y es cuando le lanza el palo al quinto coño, y al lado opuesto, para que vaya al galope y vuelva con él para devolvérselo, y Rocky se lo lanza otra vez, una y otra vez hasta que su lengua ya se descuelga en exceso por culpa de la fatiga.

Pero le da un snack de manzana y le regala un buen chico, y otro buen chico al ritmo de dos palmaditas, y le vuelve a tirar el palo contra todo pronóstico, porque sí, y al mar, para que se empape de invierno y se le hielen las almohadillas de sus patas, para que tiemble, se seque y ya quede duchadito.

De vuelta a casa, Rocky siempre para a tomar café en la misma cafetería y lo ata a la pata de su mesa, le da otros dos premios como se les da un par de pescaditos a los defines que pasan por el aro y como se les da dos terrones de azúcar a los caballos después de saltar una triple barra, espera a que venga alguien a darle alguna que otra caricia y entonces responde sin dudar a la misma pregunta de siempre: Se llama Félix.

Y ahí van los dos para sus aposentos, dialogando a base de imperativos, juntos, intercambiando tomas, sientas, noes, quietos y aquíes, sin consentir que se relacione con nadie que sea de su misma especie y apurando al paso de los pingüinos, porque si no llegaría tarde para echarse la siesta.

Pero bueno, os tengo que dejar porque yo también voy mal de tiempo y he quedado con Félix para ir al cine, pero ni se os ocurra decirle nada a Rocky, please. Animalistos.


Animalistos. Por Carlos Penas (La Regla Crítica ).

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