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Jacob Hashimoto y el fin de la utopía

Décadas de explotación ambiental nos han dejado peligrosamente equilibrados y vacilantes por todos lados: políticos, sociales, económicos, naturales, tecnológicos y ecológicos.

Jacob Hashimoto y el fin de la utopía. La humanidad misma se ha convertido cada vez más en el perpetrador en lugar de víctima del caos planetario. En medio de estas condiciones, el trabajo de Hashimoto aborda una cuestión de nueva relevancia

Si el arte es posiblemente la interpolación del esquema hecho por el hombre en la naturaleza, -el orden de la humanidad sobre el caos primordial-, entonces, cómo el significado del arte muta, cuando nos damos cuenta de que las infraestructuras, los sistemas y algoritmos diseñados originalmente por los humanos para poner la utopía al alcance, están de hecho condenando su propia viabilidad.

Al entrar al espacio de la planta baja del Palazzo Flangini del siglo XVII, los visitantes se encuentran con una escultura inmensa, flotante de Jacob Hashimoto, que se compone por 8500 cometas negras de bambú y papel suspendidas del techo y ensambladas en una espectacular nube ondulante.

Esta escultura, según el artista, pretende ser de peso, no de luz. Renunciando a su vocabulario visual habitual de elementos paisajísticos, geometrías y colores vívidos muy icónicos, Hashimoto ha creado una pieza monocromática con discos negros de 9 ” parecidos a cometas.

Tras un examen minucioso las superficies elipsoidales revelan rastros de estrellas apenas perceptibles, serigrafiadas en tinta que se ha vuelto fantasmal e indistinta después de filtrarse en los fondos negros de la obra.

Emergiendo silenciosamente a la luz, estas estrellas que sugieren elementos de banderas y firmamentos por igual evocan la historia del arte de abordar de manera múltiple tanto los estandartes romos de la política como los reinos celestiales que los trascienden.


Jacob Hashimoto y el fin de la utopía. Por Rose Sioux

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