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Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia

Un método fecundo para analizar las máquinas deseantes y sus productos sociales.

Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia. Partiendo del convencimiento de que «Edipo no sirve absolutamente para nada», Deleuze y Guattari se impregnan de la atmósfera cultural del período, en especial del Focault de Las palabras y las cosas,

Afirman que la invención del hombre por el hombre burgués de que habla éste último puede comprenderse mejor a partir del análisis de los mecanismos de producción del hombre en la sociedad actual

Es decir, a partir de la disección de la máquina social capitalista que los autores acometen mediante el procedimiento de decodificación – territorialización.

Durante los años 1945-1965 en Europa, había una determinada manera correcta de pensar, un cierto estilo de discurso político, una cierta ética para intelectuales.

Había que tutearse con Marx, no dejar que los sueños vagabundeasen demasiado lejos de Freud, y tratar los sistemas de signos el significante con el mayor respeto.

Esas eran las tres condiciones que convertían en aceptable esta singular ocupación que consiste en escribir y enunciar una parte de verdad acerca de sí mismo y de su época.

Después vinieron cinco años breves, apasionados, cinco años de júbilo y de enigma. A las puertas de nuestro mundo, Vietnam, evidentemente, y el primer gran golpe asestado a los poderes constituidos.

Pero aquí, dentro de nuestras murallas, ¿Qué estaba ocurriendo, exactamente? ¿Una amalgama de política revolucionaria anti-represiva? ¿Una guerra librada en dos frentes, el de la explotación social y la represión psíquica? ¿Una escalada de la libido, modulada por el conflicto de clases? Es posible.

De todos modos, es a partir de esta interpretación familiar y dualista que se ha pretendido explicar los acontecimientos de esos años. El sueño que, entre la Primera Guerra Mundial y el advenimiento del fascismo, mantuvo bajo su encanto a las fracciones más utópicas de Europa la Alemania de Wilhem Reich y la Francia de los surrealistas había regresado para arrebolar a la mismísima realidad: Marx y Freud iluminados por una sola incandescencia.

Edipo y la esfinge de Gustave Moreau (1864).

El Anti-Edipo: Una introducción a la vida no fascista

Pero, ¿fue realmente esto lo que ocurrió? ¿Fue realmente una recuperación del proyecto utópico de los años treinta, esta vez a la escala de la práctica histórica? ¿O bien, por el contrario, hubo un movimiento hacia luchas políticas que ya no se adecuaban al modelo prescrito por la tradición marxista? ¿Hacia una experiencia y una tecnología del deseo que habían dejado de ser freudianas? Es cierto que los viejos estandartes fueron enarbolados una vez más, pero el combate se desplazó y ganó nuevas zonas.


El Anti-Edipo muestra en primer lugar, la extensión del terreno cubierto. Pero es mucho más que eso. No derrocha su caudal en denigrar viejos ídolos, si bien es cierto que se divierte mucho con Freud. Y, sobre todo, nos incita a ir más lejos.

Sería un error leer el Anti-Edipo como la nueva referencia teórica, es decir, esa famosa teoría que tan a menudo nos ha sido anunciada: la que todo lo englobará, esa absolutamente totalizadora y tranquilizante; esa, se nos asegura, «que tanto necesitamos» en esta época de dispersión y de especialización, de donde «la esperanza» ha desaparecido.

No hay que buscar una «filosofía» en esta extraordinaria profusión de nociones nuevas de conceptos-sorpresas. El Anti-Edipo no es un Hegel relumbroso.

Yo creo que la mejor manera de leer el Anti-Edipo, consiste en abordarlo como un «arte», en el sentido en que se habla de «arte erótico», por ejemplo. Apoyándose en las nociones, en apariencia abstractas, de multiplicidades, flujos, dispositivos y ramificaciones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la «máquina» capitalista aporta respuestas a preguntas concretas.

Preguntas que se preocupan menos del por qué de las cosas que de su cómo. ¿Cómo se introduce el deseo en el pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿De qué manera el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de lo político e intensificarse en el proceso de derrumbamiento del orden establecido? Ars erotica, ars theoretica, ars politica.


De allí los tres adversarios a los cuales el Anti-Edipo se halla confrontado: Tres adversarios que no poseen la misma fuerza, que representan grados diversos de amenaza, y que el libro combate con diferentes medios.
  1. Los ascetas políticos, los militantes morosos, los terroristas de la teoría, aquellos que quisieran preservar el orden puro de la política y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los funcionarios de la Verdad.
  2. Los lamentables técnicos del deseo los psicoanalistas y semiólogos que registran cada signo y cada síntoma y que desearán reducir la organización múltiple del deseo a la ley binaria de la estructura y de la carencia.
  3. Por último, el enemigo mayor, el adversario estratégico (ya que la oposición de el Anti-Edipo con sus otros enemigos constituye más bien un combate táctico): el fascismo. Y no solamente el fascismo histórico de Hitler y de Mussolini que tan bien supo movilizar y utilizar el deseo de las masas – sino también el fascismo que existe en todos nosotros, que habita en nuestros espíritus y está presente en nuestra conducta cotidiana, el fascismo que nos hace amar el poder, desear esa cosa misma que nos domina y nos explota.

Yo diría que el Anti-Edipo (ojalá que sus autores me perdonen) es un libro de ética, el primer libro de ética escrito en Francia desde hace mucho tiempo (y de ahí, tal vez, la razón por la cual su éxito que no se limita a un «lectorado» en particular: ser Anti-Edipo se ha convertido en un estilo de vida, en un modo de pensar y de vivir).

¿Cómo hacer para no convertirse en fascista incluso cuando (sobre todo cuando) se cree ser un militante revolucionario? ¿Cómo hacer desaparecer de nuestro discurso y de nuestros actos, de nuestros corazones y placeres, ese mismo? ¿Cómo arrancar ese fascismo incrustado en nuestro comportamiento?

Los moralistas cristianos buscaban las trazas de la carne que se habían introducido en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari, en cambio, acechan las más ínfimas partículas del fascismo en el cuerpo. Rindiendo un modesto homenaje a San Francisco de Sales podría decirse que el Anti-Edipo es una introducción a la vida no fascista.

Este arte de vivir contrario a todas las formas de fascismo, ya estén instaladas o próximas de serlo, van acompañadas de un cierto número de principios esenciales, que yo resumiría como sigue si tuviera que convertir este gran libro en un manual o una guía de la vida cotidiana:

Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia. Considerad que lo que es productivo no es sedentario sino móvil.

Podría incluso decirse que Deleuze y Guattari aman tan poco el poder que trataron de neutralizar los efectos del poder vinculados a su propio discurso.

De ahí los juegos y las trampas que encontramos un poco en todo el libro, y que convierten su traducción en un auténtico tour de force.

Pero no se trata de las trampas familiares de la retórica, aquellas que tratan de seducir al lector sin que éste sea consciente de la manipulación, y que terminan por ganarlo para la causa de los autores, contra su voluntad.

Las acechanzas de el Anti-Edipo son las del humor: otras tantas invitaciones a dejarse expulsar, a despedirse del texto dando un portazo.

El libro hace a menudo pensar que no se trata de otra cosa que de humor y de juego, allí donde, sin embargo, ocurre algo esencial, algo tremendamente serio: el acoso de todas las formas del fascismo, desde aquellas, colosales, que nos rodean y nos aplastan, hasta las formas más pequeñas que instauran la amarga tiranía de nuestras vidas cotidianas.

Sobre los autores:

Gilles Deleuze y Félix Guattari, en el periodo de máxima transformación social, escribieron a cuatro manos el que se considera el manifiesto de la generación de la década de 1970. Cuando se conocieron, en 1969, no podían ser más diferentes:

Deleuze era un filósofo ya consolidado, con numerosas publicaciones, que escribía sobre Nietzsche, Spinoza, Bergson y se reunía con Michel Foucault; Guattari era un psiquiatra, un lacaniano desde el principio, contestatario y revolucionario, cercano a la extrema izquierda.

Juntos se enfrentaron al psicoanálisis tradicional: con El Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia y, ocho años después, con su continuación Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia, le acusan de estar al servicio del poder y del orden preestablecido y critican los conceptos de Edipo y familia.

También escriben sobre Kafka, música electrónica y capitalismo. Su colaboración duró hasta 1991, cuando publicaron ¿Qué es la filosofía?, con el que se adentraron en el mundo imposible de una filosofía que hay que «hacer», siempre en movimiento y en proceso.


Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia. Por Michel Foucault

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