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Sexo, drogas y Rock and Roll en la vida de Edie Sedwick

En la década de los sesenta, los jóvenes de la época lograron cuestionar y quebrar todos los esquemas preconcebidos en cuanto a la sexualidad, los derechos humanos, la música, el arte y la literatura.

Sexo, drogas y Rock and Roll en la vida de Edie Sedwick. Fue un terremoto que se sintió en todos los rincones del planeta, los jóvenes dijeron algo así como “Aquí estamos, esto es lo que queremos y no nos vamos”. Y, con eso… cambiaron el mundo.

 Charlotte Carter en la novela Arde Chicago (2003), describe perfectamente el aire que se sentía en el ambiente: “Había jóvenes allá donde mirases, como si la población juvenil se duplicara noche tras noche mientras el resto del mundo dormía.

Y aunque muchas veces pareciese que nuestros mayores habrían querido vernos muertos por ser jóvenes, la embriagadora y soberbia sensación de estar en posesión de toda la belleza y todos los derechos se propagaba entre nosotros como un virus intoxicante.

Foto por Jerry Schatzberg, 1966. Edie Sedwick.

Sexo drogas y Rock and Roll en la vida de Edie Sedwick. Fumar hierba, tomar ácidos, follar a diestro y siniestro y desafiar al mundo era lo que primaba en todo momento.” (Pág. 113)

Sí, era el momento del “Sexo, drogas y Rock and Roll”. Y, en medio de las rupturas y quiebres que esto generó, surge la historia de Edie Sedwick. A primera vista, podríamos decir que es la típica historia de la pobre niña rica con cicatrices emocionales que cae en las drogas y desaparece de la escena. Pero no, esta es la historia en la que la IT girl de la escena nocturna neoyorquina, un artista emergente y al cantante de música folk del momento Bob Dylan, quienes quedan inmortalizados en una canción que rompió esquemas al definir el sonido de los sesenta.

 Huyendo de una familia acomodada, pero con muchas cicatrices emocionales, Edie se muda a Nueva York acompañada por un fidecomiso muy abultado (era la nieta del inventor del ascensor y su padre descubrió petróleo en el rancho donde vivían). Al llegar a Nueva York, cuenta con belleza, dinero, relaciones y estilo; por lo que comienza a visitar los lugares de moda y ahí entra en contacto con Andy Warhol.

La atracción entre ambos fue instantánea, se convirtieron en la pareja [no- pareja] del momento. De hecho, llegaron a mimetizarse al punto de que Edie se cortó el cabello al estilo de Warhol y lo tiñó rubio platinado como él.  Por su parte, el artista, productor cinematográfico y director le dio un papel en su adaptación de “La naranja Mecánica” llamada “Vynil”, también escribió y dirigió una película especialmente pensada para ella, llamada “Poor Little Rich Girl”.

Aunque estas películas convirtieron a Edie en un referente del cine underground, poco a poco fue concretando una carrera como modelo que duró muy poco, pasó a formar parte de una lista negra. La vida en “La fábrica” estaba acompañada por un torrente de drogas de diseño y para ese momento, las grandes revistas de moda y agencias de modelos comenzaron a rechazarla, pues su problema de adicción era bastante público y no querían ser asociadas con ese estilo de vida.

En esta parte de la historia, comienzan los problemas con la pareja del momento [Edie y Warhol]. Y si hay algo que caracterizó al ícono creador del Pop-art, es la obsesión por la fama.

De hecho, Andy Warhol comprendió el fundamento de la fama en la sociedad de consumo: él era el producto. Para eso, se rodeó de gente creativa y extravagante que le ayudara a concretar su marca. Además, se rodeó de personas que conocían a la gente correcta para alcanzar esa meta y ahí, precisamente, entraba Edie.

Pero, a medida que la espiral de locura se intensificaba, Edie ya no tenía dinero ni acceso a la élite a la cual Warhol quería pertenecer. Así que poco a poco, perdió el interés por la chica. Sin embargo, hay otra persona que interviene en esta historia y que, según cuenta la leyenda, fue el último clavo en la relación entre la chica del momento y el artista que luchaba por dejar una huella en la historia del arte y en la cultura Pop: Bob Dylan.

La historia de la canción que revolucionó el sonido de los sesenta

Edie y Bob tuvieron un pequeño romance, la chica de moda con el cantante del momento. Lógico, ¿no? De hecho, llegaron a pensar en la posibilidad de trabajar juntos en un proyecto dirigido por Andy Warhol.

Pero, la tensión podía sentirte por los rincones de “La fábrica” el día que Bob hizo una prueba de cámara para el artista. De haberse llevado a cabo ese proyecto, hubiese sido algo memorable. Pero como las cosas chéveres de la vida, se quedó en una utopía, pues Bob y Warhol básicamente se detestaban.

Bob Dylan en “La fábrica” con Andy Warhol (1965): Vanity Fair.

Este choque era lógico, Dylan era un rebelde que buscaba literalmente sacar de quicio. Warhol era el artista contemporáneo que entre el rebusque y lo sencillo, buscaba sus quince minutos de fama frase acuñada por él mismo). De hecho, Warhol le regaló a Dylan el cuadro de Elvis que está en la siguiente foto. Dylan lo cambió por un sofá para su casa, nos imaginamos que en la actualidad lo lamenta profundamente. ¡Si tan solo Dylan hubiese tenido fe en el Pop-Art!

La historia de amor entre Edie y Dylan duró poco, es más, se casó a escondidas con otra mujer. Sin embargo, Edie tuvo la oportunidad de escuchar su historia inmortalizada en Like a Rolling Stone que, aunque varios especialistas sobre la discografía de Bob Dylan niegan la relación, la verdad es que hay demasiadas similitudes para dejarlas de lado.

Esta canción partió la historia del Rock en dos, la composición narra las emociones descarnadas desde una mirada crítica, sobre la vida de una princesa llevada a mendigar su próximo plato de comida (tal y como dice una de las líneas de la canción). Además, definió el sonido de una nueva era en la que el Blues pareciera ser la columna vertebral del sonido, pero con un twist moderno.

Ahora bien, en cuanto a la letra, Warhol reconoció que varios conocidos sugirieron que él era el “diplomático en el caballo de cromo”. Concretamente, Dylan en esa parte dice:

“Nunca te diste la vuelta para ver los ceños fruncidos de los malabaristas y los payasos, cuando todos se rebajaban y hacían trucos para ti. Nunca entendiste que no está bien, no deberías dejarte en mano de otra gente para divertirte. Solías montar en el caballo cromado con tu diplomático que llevaba sobre sus hombros, un gato siamés. ¿No es duro cuando descubres que él no estaba al nivel que te creías después de que te quitara todo lo que pudo robar?”

De la misma manera que los conocidos de Warhol, muchos especialistas asocian esta parte con el artista, su entorno superficial y banal. Pero, en líneas generales, la canción va dirigida a una mujer que lo tuvo todo (Miss Lonely) que, envuelta en un mundo de malabaristas y payasos, lleno de espejismos, termina en tragedia. Por lo que le pregunta: “¿Cómo se siente perderlo todo y estar sola?”

Dylan se caracteriza por un espíritu trasgresor y rebelde. Pero, si analizamos a fondo Like a Rolling Stone viene a ser el equivalente a publicar los nudes de tu ex. En la canción encontramos venganza, sarcasmo, pero también algo de compasión.

Pero, antes de buscar a Dylan con palos y machetes para cancelarlo. Recuerden esto:  el paso fugaz de Edie por este mundo quedó inmortalizado en una canción que aún, después de cincuenta años, se perfila como un ícono generacional, la crónica de un momento signado por las drogas, la libertad, el hedonismo y la banalidad.

Dejando una profunda impresión sobre el papel del arte como crónica, testimonio y catarsis, Dylan toma la historia de Edie para reflexionar sobre la persistencia de lo que consideramos nuestro lugar en el mundo, en el tiempo, y cómo la vida juega con nuestra búsqueda constante de seguridad, demostrando a cada segundo que no hay ningún tipo de garantías y exponiendo también lo frívola que puede llegar a ser la existencia humana.


Sexo, drogas y Rock and Roll en la vida de Edie Sedwick. Por Marissandra Malaver Pinto.

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