El dramaturgo de éxito internacional Fernando Arrabal ignorado en su país
La revolución de Arrabal. Ha sido traducido a veinte idiomas, pero apenas publicado en su propia lengua. De acuerdo con el escritor Alfonso Sastre, es el autor español más importante internacionalmente después de Lorca. Y, sin embargo, en España es prácticamente desconocido para el aficionado medio de teatro.
En el año 1932 nacía en Melilla Fernando Arrabal, escritor de obras teatrales como Pic-nic, El cementerio de automóviles y El Arquitecto y el Emperador de Asiria, entre otras. A lo largo de su trayectoria profesional también ha sido autor de novelas, ensayos y textos poéticos, e incluso ha cultivado otras artes como el cine y la pintura.
Sin embargo, este artista polifacético es reconocido en España principalmente por sus polémicas intervenciones en la prensa o la televisión. Entre ellas destaca su participación en el programa El mundo por montera (1989) de TVE, donde, tras emborracharse, hizo una intervención “surrealista” en la que declamó que “¡El milenarismo va a llegar!”.
El desconocimiento, en España, hacia su figura y, especialmente, su obra existe desde los años 50 del siglo XX, cuando Arrabal comenzó a escribir sus primeros textos dramáticos.
De España a París
Debido a la dictadura franquista, en España se cultivaba un teatro nacional que apoyaba y defendía los valores del régimen. Este se utilizaba, además, como herramienta para educar a la población. Sin embargo, algunos jóvenes dramaturgos, influidos por los nuevos movimientos artísticos que se desarrollaban fuera del país –entre ellos las vanguardias–, decidieron crear un teatro de ruptura que iba más allá de las normas establecidas y con el que podían explorar otras áreas.
Uno de estos escritores fue Fernando Arrabal. Sus textos se centraban en temas considerados tabú en ese momento, como las consecuencias y la devastación de la guerra civil, el sexo o la religión católica. Con ello, Arrabal pretendía renovar la escena para conseguir que la sociedad española evolucionase.
No obstante, la censura franquista impidió que estas obras fuesen representadas. Además, el público español, anclado en los gustos y valores tradicionales, las rechazó al no comprender ni los nuevos textos ni las innovaciones escénicas.
Motivado, en parte, por las sucesivas prohibiciones, en 1954 Arrabal se marchó a París para seguir formándose. En esa época, la ciudad era uno de los principales focos culturales de Europa. Allí, la libertad de creación era fundamental y el público era receptivo a las novedades. Como consecuencia, y para intentar vivir de sus textos, el dramaturgo acabó instalando de forma definitiva su residencia en la capital francesa. En la actualidad sigue viviendo allí.
Autor “francés”
Esta decisión perjudicó su inclusión en las colecciones de teatro español, ya que muchos investigadores lo consideraban un autor francés por haberse ido del país y por escribir en otro idioma. Aunque realmente esto no era así: él escribía en español y era su esposa, la hispanista Luce Moreau, la que traducía los textos. Estas traducciones fueron fundamentales para su difusión.
Durante unos años, Arrabal formó parte del grupo surrealista dirigido por André Breton. Aunque aparentemente defendían la libertad de creación de sus miembros, la realidad era otra: lo que no le gustaba a su líder era excluido.
Debido a ello, el dramaturgo se desvinculó definitivamente del grupo en 1960 junto a Roland Topor y Alejandro Jodorowsky, con los que fundó el Movimiento Pánico. Aunque fue una corriente efímera, defendían la libertad de creación y elaboraron un teatro nuevo que rompía con las convenciones artísticas del momento. Por ejemplo, trasladaban a la escena acciones anteriormente vetadas sobre las tablas como comer y beber o mantener encuentros sexuales.
Al mismo tiempo, Arrabal iba publicando lo que sería el grueso de su obra. El absurdo, el humor y la ironía, el juego, la ceremonia y sus propias vivencias e inquietudes eran constantes. Además, sus textos se representaban por todo el mundo.
Por todo el mundo excepto en España, donde se le seguía considerando un autor rebelde y problemático que podía suponer un peligro para el régimen. Tampoco los directores teatrales comprendían su teatro. Los que sí lo hacían tenían ciertas reticencias, lo que provocó que las escasas representaciones que se realizaban no tuvieran éxito. Así, mientras cosechaba un notable éxito fuera de su país, dentro de él apenas era conocido.
La revolución de Arrabal. Persona non grata
Todo empeoró cuando, en 1967, tras la presentación de uno de sus libros en una galería de Madrid, fue encarcelado en La Manga (Murcia).
Durante el acto, un joven admirador le había pedido que le firmase una dedicatoria blasfematoria. Arrabal escribió: “Me cago en Dios, en la Patria y en todo lo demás”. Las autoridades franquistas no dudaron en encarcelarlo de inmediato, alegando que ponía en peligro la estabilidad del sistema.
Tras quince días en prisión fue liberado, pero se le otorgó el título de persona non grata, impidiéndole así volver a pisar territorio español. En definitiva, ni él ni su obra podían traspasar las fronteras.
Fernando Arrabal fue una de las cinco personas a las que el régimen franquista concedió este título. Junto a él se encontraban varios dirigentes del Partido Comunista: Dolores Ibárruri “la Pasionaria”, Santiago Carrillo, Enrique Líster y Valentín González “el Campesino”. Esta situación se mantuvo hasta la muerte de Franco en 1975.
Tras ello, aunque se implantó la democracia y el veto desapareció, Arrabal decidió no volver al país. Seguía habiendo presos políticos encarcelados y pretendía, con este gesto, que todos volviesen a ser libres.
Su obra empezó entonces a publicarse en España y algunas piezas fueron representadas. A pesar de ello, no cosechó mucho éxito, porque parecía que su figura seguía asociada a los problemas.
Todavía, en pleno siglo XXI, se mantiene esa imagen polémica y controvertida. Sigue estando poco representado en la escena española, aunque algunos directores teatrales, como Juan Carlos Pérez de la Fuente, han intentado que esta situación cambie. Sin embargo, el éxito de las mismas sigue siendo cuestionable.
También, investigadores como Ángel Berenguer, Francisco Torres Monreal y Diego Santos Sánchez, entre otros, con sus respectivos trabajos, están intentando provocar un cambio.
En definitiva y a pesar del tiempo transcurrido, Fernando Arrabal continúa siendo un autor desconocido para la mayor parte de la sociedad española debido, principalmente, a los prejuicios que siguen girando en torno a su figura. Todavía queda mucho trabajo que hacer –investigadores, público y directores teatrales– para que este dramaturgo y su obra ocupen el lugar que se merecen dentro de la escena y de la historia del teatro español del siglo XX.
La revolución de Arrabal. Por Rocío García Esteban, Estudiante de Doctorado en Lenguas, Textos y Contextos, Universidad de Granada
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.