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Camille Paglia: la hereje del feminismo ortodoxo

Sus maneras impertinentes y su indómita reticencia a cualquier tipo de norma, canon o consigna hacen Camille Paglia una de las voces más insolentes que acampa en tierra de nadie: ella misma se define como «desagradable, estridente y molesta»

Paglia escribió como tesis de graduación de Yale su libro Sexual Personae, el que demoraría más de una década en llegar a librerías, siendo rechazado por varias editoriales. Cuando fue publicado, fue un éxito total.

Ahí analiza la cultura occidental, con la teoría que el paganismo siempre ha ganado en nuestra civilización, con la fuerza del desorden y del sexo. Se enfrentó al feminismo por “romantizar” las razones de la violencia o el choque de géneros. Desde entonces que Paglia es considerada una feminista altamente polémica.

En el auge de #MeToo, Paglia se ha convertido en la voz disidente. Para ella, el feminismo es fundamental porque lo entiende como remover todas las barreras que encuentran las mujeres para avanzar en lo político y lo profesional. Pero se opone a ver a todas las mujeres como víctimas, sin voz ni voluntad; ella dice que eso sólo lleva a una cultura retrógrada.

Paglia cree que las mujeres, sobre todo de clase acomodada, pueden y deben defenderse solas. Además, critica el aburguesamiento del movimiento feminista, que desde los 70 se habría transformado en elitista y sólo centrado en el avance profesional.

Por estos pensamientos y más -se pueden encontrar en español en el libro recién lanzado en España, Feminismo pasado y presente-, es que Paglia es llamada “la feminista maldita”, y amada y odiada por igual.

Dos hechos renuevan la actualidad de Camille Paglia (Nueva York, 1947): la reedición por parte de la editorial Deusto, ampliada y revisada, de Sexual personae, su vademécum feminista de los noventa título inspirado en la película de Bergman, Persona y la cita de la portavoz del Partido Popular en Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, al proclamarse «feminista amazónica de la escuela de Camille Paglia».

Pero, ¿quién es y qué defiende esta profesora de la Facultad de Arte de Filadelfia, discípula de Harold Bloom y que detesta por igual a Lacan, Derrida y Foucault?

Incómoda, áspera, lenguaraz, descarada, atea, lesbiana… hereje entre las feministas ortodoxas, sus maneras impertinentes y su indómita reticencia a cualquier tipo de norma, canon o consigna hacen de ella, como en su día sucedió con Oriana Fallaci, una de las voces más insolentes que acampa en tierra de nadie: si la mayor parte de la intelectualidad de la izquierda no la acoge entre sus huestes, el pensamiento liberal, en principio más proclive a alguno de sus postulados, es incapaz de transigir con el grueso de los mismos, como el aborto, la prostitución Paglia es partidaria de ambos ni con su actitud libertina.

No en vano, ella misma se define como «desagradable, estridente y molesta». Extrañas credenciales para ser ratificadas por uno mismo.

De entre sus mentoras, con frecuencia nombra a Katherine Hepburn como ejemplo de mujer que hace de su capa un sayo, independiente, brillante y femenina, porque Paglia no renuncia a los cánones de belleza que, según una parte de las feministas, oprimen a la mujer.

«La belleza es un valor humano eterno, no un truco inventado por un corrillo de publicistas», asegura al tiempo que no entiende «por qué a las feministas les cuesta tanto apreciar la belleza y el placer» calificándolos de «conspiración heterosexista de un puñado de hombres encerrados en una habitación para destruir el feminismo».

Uno de los errores, a su juicio, del feminismo actual es «haber excluido la estética», tanto como haber renegado de Freud. «Sin que haya que consentirle todo, no se puede construir una teoría del sexo sin Freud, que es uno de los grandes analistas de la personalidad humana», afirma.

Entre sus postulados más irritantes para una gran parte del movimiento se encuentra aquel con el que acusa al feminismo de victimizar a la mujer, tratando de protegerla por medio de leyes frente a posibles agresores en vez de comprender que «el mundo sigue siendo una selva».

Camille Paglia: la hereje del feminismo ortodoxo. «El precio de la libertad que pagan las mujeres hoy es su responsabilidad personal en cuanto a vigilancia y autodefensa. Las mujeres tienen que ser responsables de sus actos, sin culpar a los demás de sus problemas», sostiene contundente.

Contra la demonización del hombre que ella cree que traslucen ciertas corrientes feministas, Paglia reivindica el poder sexual de la mujer para doblegarlo y someterlo. Esta exaltación de la sexualidad femenina embiste el intento feminista por superar el cuerpo como elemento diferenciador, despojándolo de sexualidad alguna y criminalizando su venta, cosificación y explotación.

A lo largo de sus casi ochocientas páginas, Sexual personae recorre la civilización occidental para restablecer el equilibrio entre los apolíneo y lo dionisiaco, legitimando prácticas poco dignas de nuestro actual sistema de valores bienpensantes como la agresividad, la pornografía, el sadismo o el vouyerismo, para llegar a conclusiones como que si no existe un equivalente femenino del alcance de Miguel Ángel no se debe tanto a que la mujer estuviera sometida y relegada hasta el extremo en prácticamente todas las esferas de la vida, como al hecho de que el hombre necesita «canalizar su desesperación y ansiedad», algo que las mujeres, en cambio y según ella, son capaces de controlar.

«Los hombres tienen que demostrar constantemente su masculinidad, mientras que las mujeres son mujeres desde que les viene la menstruación», explica. «No hay un Mozart mujer, del mismo modo que tampoco hay un Jack el Destripador femenino». Palabra de Paglia.

Del sexo como yugo al capitalismo como senda de liberación, otra de sus incorrecciones es la defensa de las lavadoras como síntoma de la liberación de la mujer, algo, que, además, hay que agradecérselo a ellos.

De la deriva del movimiento #MeToo al «estalinismo más absoluto, radicalmente incompatible con la democracia», a considerar «dañina y paternalista« la discriminación positiva, el arco intelectual de Paglia se tensa en todas direcciones. Ella es la auténtica amazona.

Sexual Personae. Arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson

Sinopsis: La sexualidad y el erotismo, dice Camille Paglia en esta apasionante obra, es el lugar en el que se cruzan la naturaleza y la cultura. Lo cual produce de manera inevitable conflictos. Muchas veces, la teoría feminista los ha simplificado, y ha pensado que bastaba con reajustar la sociedad, establecer la igualdad sexual y aclarar las funciones de cada sexo para que reinaran la felicidad y la armonía.

La realidad es mucho más complicada. Y para demostrarlo, Paglia emprende un recorrido por la gran cultura occidental. Por estas páginas pasan los poemas de Lord Byron, las esculturas renacentistas más apolíneas, las obras de teatro de Shakespeare, las decadentes pinturas orientalistas, la crueldad del Marqués de Sade, la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, vídeos (un tanto pornográficos) de Madonna y el carisma sexual de Elvis Presley.

Todo ello ilustra, con su belleza y su carácter a veces amenazante, de qué hablamos cuando hablamos de sexo y cuáles son sus máscaras.

Con una mezcla de crítica de arte, talento narrativo, incursiones en las religiones judía y cristiana y el paganismo, y una amplitud de miras que supera a la de cualquier ideología, Paglia reconstruye nuestra civilización con una osadía sin precedentes.

Sexual Personae es una guerra de guerrillas cargada de erudición contra los lugares comunes más complacientes sobre el sexo y su lugar en la cultura, y también una celebración de su poder oscuro.


Camille Paglia: la hereje del feminismo ortodoxo. Por Esther Peñas

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