La nueva religiosidad se mueve en la zona liminal entre las drogas psicodélicas y la tecnología.
Los psicodélicos y la IA son la nueva religión. El siglo XX marcó un progresivo decline de la religión tradicional. Una secularización de todo, de la mano del surgimiento de un nuevo poder «espiritual»: la tecnología, que reemplaza cosas como la magia y los atributos divinos.
Pero este proceso de secularización y distanciamiento de lo religioso tiene un punto crítico, que no suele proveer sentido a la vida humana, más que a través de la ideología política, que no alcanza los mismos niveles de significado que lo religioso.
De aquí que desde los 90 y el principio del nuevo milenio, la experimentación con las drogas psicodélicas y con tecnologías de la información haya empezado a cobrar fuerza, como un sucedáneo de sentido y transformación personal.
En la era digital, los límites de la religión están siendo redefinidos. Como sugiere Erik Davis en su libro TechGnosis: Myth, Magic, and Mysticism in the Age of Information, estamos presenciando un cambio de la religión tradicional e institucionalizada a una forma de espiritualidad más personal y experiencial.
Esta nueva espiritualidad se caracteriza por un enfoque en la auto-mejora, la auto-transformación y una búsqueda de una comprensión más profunda del yo y del universo.
«La magia es el inconsciente de la tecnología», escribe Davis, destacando el atractivo místico que la tecnología, particularmente la inteligencia artificial, tiene para nosotros.
Somos rápidos en imbuir nuestras creaciones con un sentido de lo divino, proyectando sobre ellas cualidades que asociamos con poderes superiores. Esto no es un rechazo de lo divino, sino más bien una reimaginación de ello en el contexto de nuestro mundo tecnológicamente avanzado.
Los psicodélicos y la IA son la nueva religión. La astrología, el ocultismo y los psicodélicos, una vez relegados a los márgenes, ahora se están volviendo convencionales.
Estas prácticas, a menudo desestimadas como pseudociencia o superstición por la civilización racionalista-materialista-atea, están siendo adoptadas por muchos como herramientas para la auto-mejora y la auto-transformación. Ofrecen una forma de explorar la mente y el universo, buscar respuestas a las grandes preguntas de la vida y experimentar una sensación de unidad con el cosmos.
El gnosticismo, con su énfasis en el conocimiento espiritual personal sobre las creencias ortodoxas, también está viendo un resurgimiento. La idea gnóstica de que nuestro universo es la obra de un dios menor, un demiurgo siniestro, resuena con aquellos desilusionados con las instituciones religiosas tradicionales. Ofrece una reinterpretación radical de lo divino, que se alinea con el espíritu de rebelión e individualismo que caracteriza la era digital.
El concepto de «hackeo mental» – utilizando técnicas como la meditación, los psicodélicos e incluso la tecnología para alterar la conciencia y alcanzar un estado superior de conciencia – es otra manifestación de esta nueva espiritualidad. Refleja el deseo de trascender las limitaciones de la mente humana y experimentar la realidad de formas nuevas y profundas.
En este nuevo paisaje espiritual, el enfoque no está en adherirse a un conjunto de creencias prescritas, sino en la exploración y el descubrimiento personal. Para estos psiconautas o internautas se trata de encontrar tu propio camino, tu propia verdad. Se trata de conectar con lo divino, no a través de un intermediario, sino directamente, a través de la experiencia personal.
Queda, sin embargo, la cuestión de ver si estos modos de espiritualidad, que también ligados a la sociedad de consumo, pueden realmente proveer experiencias genuinas y, sobre todo, constantes de transformación espiritual, en su sentido ético, y sobre todo, comunitario y no sólo individualista. Parte de su popularidad yace en que brindan –o prometen brindar– acceso veloz a lo que en otros tiempos requería una práctica de gran disciplina y compromiso ascético.
Asimismo, queda por ver también si la espiritualización o deificación de la inteligencia artificial no es sólo un truco de marketing y, en la medida en la que se tercian las capacidades humanas a la inteligencia artificial, el ser humano cada vez se vuelve menos inteligente, al menos en su interior, por así decirlo, y pierde la capacidad de discriminar y acceder por su propia cuenta a lo divino.
Los psicodélicos y la IA son la nueva religión. Por ARTURO RUBÍN