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Gérard Schlosser pinta la colorida erótica del voyeur

Dans le rouge, 2012. 200 x 200 x 3cm. Gérard Schlosser.

Color, sugerencia y collages fotográficos son los elementos con los que el artista francés consigue un aura de intimidad vitalista que nos atrapa e invita a mirar donde no somos bien recibidos.

Gérard Schlosser pinta la colorida erótica del voyeur. Un pintor de fragmentos. Un pintor de la realidad. Un pintor que reinterpreta sus propias fotografías. Gérard Schlosser es un artista que antepone su manera de mirar a quienes le rodean de forma curiosa, atenta, buscando siempre el detalle y deseando traspasar los límites de la intimidad.

El pintor, nacido en Lille (Francia) en 1931, estudió Bellas Artes y desarrolló su destreza con el lienzo siguiendo la corriente de la figuración, aunque más tarde terminó por convertirse en el autor que conocemos ahora: un pintor de fragmentos.

Sus cuadros son reconocibles a simple vista porque en ellos nunca faltan el color vibrante, las formas sugerentes de personas anónimas y una serie de curiosas escalas que terminan por aplanar las siluetas, fruto de un collage visual previo por parte del autor de sus propias fotografías.

Los protagonistas de sus obras no tienen rostro y Schlosser decide resaltar partes muy concretas de sus cuerpos, acercadas de tal manera que, en ocasiones, resulta difícil adivinar a primera vista qué es lo que estamos viendo. Una pierna, un pecho, un cuello, una mano… pueden ocupar la mayor parte del lienzo.

Dentro de ese anonimato que el pintor les confiere tras eliminar sus caras, encontramos una especie de confort al verles en escenas íntimas sin ser vistos, como un voyeur que disfruta mirando lo que sabe que no debe.

Todas esas partes de cuerpos están extraídas en realidad de fotografías que el propio Schlosser realiza. Antes de enfrentarse al cuadro, une varios fragmentos de algunas de sus instantáneas, para después crear un collage sobre su obra, aumentada y superpuesta con un toque de dinámico color.

Gérard Schlosser pinta la colorida erótica del voyeur. Para jugar con el espectador, el propio pintor da pistas sobre las escenas de sus cuadros en los propios títulos.

Porque cuando miramos una de sus obras, nos encontramos ante una historia que desconocemos pero que nos resulta familiar y nos transmite cierta calma.

Gérard Schlosser nos invita a potenciar nuestra mirada oculta, la indeseada, aquella que nos atrae a hacer lo indebido. Ser unos voyeurs en un mundo donde la intimidad es un tesoro que se pierde y aprender a mirar al otro con toda la curiosidad que se merece.

Gérard Schlosser pinta la colorida erótica del voyeur. Por María Toro

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