Se acaba de inaugurar una extraordinaria exposición sobre el arquitecto Norman Foster, ganador del Premio Pritzker.
Norman Foster apuesta más que nunca por el futuro. «Como arquitecto, diseñas para el presente, teniendo en cuenta el pasado, para un futuro que es esencialmente desconocido», afirma Norman Foster, de 87 años y ganador del Premio Pritzker, director del estudio de arquitectura londinense Foster + Partners.
Es un mantra que le ha guiado a lo largo de las seis últimas décadas de su carrera —objeto de una exposición retrospectiva inaugurada ayer en el Centro Pompidou de París— y que ha dado lugar a algunas de las estructuras más singulares del mundo, desde la torre 30 St Mary Axe de Londres, con forma de pepino, hasta el campus acristalado en forma de dona de Apple en Menlo Park, en el estado de California.
Pionero del movimiento de arquitectura de alta tecnología, la obra de Foster es generalmente conocida por su enfoque de dentro afuera, fachadas que revelan las estructuras de los edificios y sistemas para permitir interiores sin columnas o casi sin ellas.
Lo que también defiende, según deja claro la nueva exposición, es la relación simbiótica entre la tecnología avanzada de construcción, el diseño a prueba de futuro y el medio ambiente.
Con una curaduría del crítico Frederic Migayrou y diseñada por el propio Norman Foster, la muestra explora estos conceptos en 130 proyectos de Foster + Partners, representados en dibujos, bocetos, maquetas físicas y dioramas, fotografías y videos.
A partir de una obra arquitectónica que abarca casi todas las tipologías, desde el tránsito a las torres, Migayrou organizó la retrospectiva en siete temas: Naturaleza y urbanidad, Piel y huesos, Ciudad vertical, Historia y tradición, Planificación y lugar, Redes y movilidad y, por último, Futuro.
Foster admite que ver un conjunto de su trabajo desde que fundó su empresa en 1967 le hizo darse cuenta de las conexiones visuales entre los diseños de los proyectos. Sin embargo, siempre ha hecho hincapié en la sustentabilidad y en el uso de un diseño flexible para conseguirla.
Por ejemplo, «el Jardín Botánico Nacional de Gales (2003) y la Casa del Elefante de Copenhague (2008) se hunden en el paisaje, cediendo el paso a la naturaleza», dice el arquitecto.
Sin embargo, fue su Torre Commerzbank de 1997 en Frankfurt del Meno, en Alemania —con sus múltiples jardines en el cielo, su énfasis en un espacio de trabajo con luz natural y flujo de aire, y el uso de nuevas tecnologías y métodos de construcción para reducir las necesidades de calefacción y refrigeración— lo que convenció al jurado del Premio Pritzker de Arquitectura para elogiarlo en 1999 por ser «el rascacielos más alto de Europa y posiblemente el primero con conciencia ecológica».
Desde 2008, ese edificio funciona íntegramente con energía verde, y su diseño innovador sigue contribuyendo a reducir sus necesidades totales.
Aunque su obra histórica ya ha logrado mucho en el avance de la generalización del «diseño sostenible», el enfoque arquitectónico actual de Norman Foster se centra en la próxima generación. «Una anticipación del futuro» es uno de los principales motores de su trabajo hoy en día, revela.
En colaboración con el Centro de Sistemas Nucleares Avanzados del MIT, está estudiando las aplicaciones urbanas de la energía limpia autónoma procedente de microrreactores.
En la Bienal de Arquitectura de Venecia de este año, presenta experimentos con la empresa constructora suiza Holcim y su instituto de investigación sin fines de lucro, la Fundación Norman Foster, que muestran un nuevo concreto bajo en carbono para crear viviendas para refugiados prácticamente al instante. Añadiendo agua al material colocado sobre un armazón reutilizable se consigue una estructura sólida en un solo día.
«Antes de esta exposición [en el Centro Pompidou] era menos sensible a las raíces de mi filosofía de diseño y sus antecedentes en el pensamiento sistémico», resume el arquitecto.
«Cuando digo esto, sugiere un proceso mecanicista. Nada más lejos de la realidad: la búsqueda es tanto del espíritu o del alma como de la materialidad del resultado final construido». Sin embargo, lo que hace la búsqueda del alma de Norman Foster es crear una arquitectura que mejore todas nuestras vidas.
Norman Foster apuesta más que nunca por el futuro. Por Elizabeth Fazzare. Traducido y adaptado por Fernanda Toral. Artículo publicado originalmente en AD US.