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El hiperrealismo distópico de Guennadi Ulibin

Un futuro incierto con la tecnología, la desolación del desierto y la belleza de una serie de cuerpos femeninos desnudos por bandera son los elementos comunes de sus cuadros.

El hiperrealismo distópico de Guennadi Ulibin. La lucha entre la tecnología y los seres humanos, el contraste de la belleza desoladora del desierto frente a la vida que albergan las aguas de los océanos. Novelas, cómics, series y películas de ciencia ficción han seguido ambas dicotomías para hablar de un futuro incierto, un conjunto de distopías en los que la tecnología se enfrenta a la naturaleza.

En los cuadros de Guennadi Ulibin encontramos ese universo de fantasía que, sin embargo, nos resulta tan sumamente conocido y real. El pintor ruso plasma escenas que bien podrían estar ambientadas en Dune o El planeta de los simios siguiendo la técnica del hiperrealismo, con la que nos desconcierta y atrae a partes iguales.

El hiperrealismo distópico de Guennadi Ulibin. El artista juega con este técnica para hacer instantáneas de mundos irreales, ensoñaciones que nos atrapan en sus redes de fantasía y que parecen tan tangibles como la vida misma.

Mujeres de torsos desnudos se relacionan con el paisaje y el ambiente entre grandes maquinarias como naves varadas en medio del desierto.

Otras, aparecen varadas en la costa, entre las rocas, bañadas por el mar. Como si la marea las hubiera arrastrado de las profundidades a tierra. Su soledad es el germen de nuestra curiosidad ante tales escenas, aunque el pintor evita que sintamos la necesidad de ayudarlas, ya que sus gestos y posiciones expresan una completa armonía con el entorno.

Despojadas de cualquier vestimenta, las protagonistas podrían haber nacido en cualquier época y haberse despertado en mitad de un futuro distópico, su nueva realidad.

Las pinturas de Guennadi Ulibin nos acercan a nuestros sueños y nos hablan de un tiempo irreal capturado en un segundo en el tiempo. Un tiempo que desconocemos, pero con el que nos sentimos extrañamente familiarizados.


Por Maria Toro

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