Los dos artistas Julio González y Pablo Picasso trabajaron juntos durante años, se inspiraron mutuamente y crearon una serie de obras que cambiaron el mundo de la escultura.
Julio González y Picasso en la Sala Recoletos de Madrid. Fundación MAPFRE nos presenta este trabajo en una muestra de admiración de dos almas creativas.
El próximo 8 de abril de 2023 se cumple el 50º aniversario del fallecimiento de Pablo Picasso, una efeméride que se materializa en Celebración Picasso 1973-2023: 50 exposiciones y eventos que honran la obra y la herencia del artista español.
En este marco, la obra de Picasso estará presente en instituciones culturales de Europa y América del Norte, con celebraciones oficiales en Francia y España, además de un importante simposio internacional en otoño de 2023 que coincidirá con la apertura del Centre d’Etudes Picasso en París.
Cuando a Pablo Picasso le encargaron realizar el proyecto de un monumento funerario a Guillaume Apollinaire, el malagueño acudió a su amigo, el escultor Julio González, maestro del hierro y la orfebrería, para trabajar conjuntamente.
Esta colaboración es el germen de Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura, una muestra que se podrá visitar hasta el 8 de enero de 2023 en la Sala Recoletos (Paseo de Recoletos, 23, Madrid) de Fundación MAPFRE.
En la exposición, comisariada por el historiador del arte recientemente fallecido Tomàs Llorens Serra y su hijo Boye Llorens Peters, el público podrá redescubrir uno de los hitos artísticos del siglo XX: el desarrollo de un nuevo tipo de escultura en la que la masa y el volumen son sustituidos por composiciones de planos abiertos.
Nace así la escultura abstracta, que irrumpe en el vacío como un elemento definitorio con nuevos materiales y técnicas, donde el metal será el eje central de la producción de la época.
Dividida en ocho secciones y con más de 170 obras entre pinturas, esculturas y dibujos, Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura es un viaje por la colaboración de ambos artistas que culmina con la escultura Mujer en el jardín y comienza con Cabeza de Toro, realizada por Picasso en 1942 en homenaje a González, fallecido una semana antes.
La amistad entre ambos fue muy fructífera, Durante el periodo en el que trabajaron juntos, entre 1928 y 1932, realizaron: 11 esculturas, siete de ellas bocetos de pequeño tamaño, a lo largo de unas 15 o 20 sesiones de trabajo.
Amigos desde muy jóvenes, su unión se hizo fuerte en el clima artístico de la a Barcelona tardo modernista (principios del siglo XX), tras el apogeo del modernismo catalán. Trabajaron en París las tres primeras décadas del siglo y compartieron formación e inquietudes, así como conocimientos.
Orfebre por tradición familiar y más tarde escultor, Julio González buscaba reavivar oficios artesanos tradicionales inspirado por su padre Concordio, artesano especializado en la forja y la orfebrería, y en cuyo taller trabajó junto a su hermano Joan, con quien más tarde se trasladaría a París para continuar con sus carreras artísticas.
Julio González y Picasso en la Sala Recoletos de Madrid. Aunque González se presentó durante gran parte de su vida como “pintor y orfebre”.
Tras aprender durante años la técnica de la soldadura autógena en la fábrica de Renault, opta por centrarse en la escultura en hierro, con una presentación únicamente de esculturas en el Salon d’Automne, en 1929.
A Picasso le encargaron un monumento que conmemorara a su amigo el poeta, dramaturgo y artista Guillaume Apollinaire tras su fallecimiento en 1918.El malagueño, tras varios dibujos presentó al comité responsable de la iniciativa la escultura Metamorfosis I, que fue rechazada.
Fue entonces cuando, en septiembre de 1928, Picasso pide ayuda a González en una colaboración que dio lugar a un conjunto de esculturas metálicas en las que la fuerza creativa del m alagueño tomaba forma gracias al dominio de la técnica del catalán.
Tras varios intentos por convencer al comité, como Cabeza, de la que hicieron tres ejemplares; y Figura: proyecto para un monumento a Guillaume Apollinaire; ninguno de sus intentos consiguió satisfacer a los jueces, quienes esperaban algo más tradicional.
A pesar de los rechazos, Picasso y González siguieron trabajando en el proyecto con Mujer en el jardín, con la que retomaban la idea de la esfinge desde un prisma cubista. Esta escultura es la versión más parecida al Monumento funerario que Picasso tenía en su cabeza.
En paralelo, ambos artistas trabajaron de manera independiente, y evolucionaron por caminos dispares, tal y como muestra El beso de González y la Cabeza (1928) de Picasso. De hecho, durante los años 30, González combinó el realismo con el cubismo y el mundo onírico, con obras como La Montserrat, dando como resultado un trabajo que se dirige a la desmaterialización, como Gran maternidad (1934).
En Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura, descubrimos el impacto que la colaboración entre ambos artistas tuvo en sus trabajos individuales y en la trascendencia que significó para la escultura moderna.
Una amistad con la que tan solo pudo acabar la muerte, ya que finalizó con el repentino fallecimiento de Julio González en 1942.
Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura está organizada por Fundación MAPFRE con la colaboración del Musée national Picasso-Paris, la Comisión Nacional española para la Conmemoración del 50 aniversario de la muerte del artista español Pablo Picasso y la González Administration. La exposición forma parte del programa oficial de la Celebración Picasso 1973-2023, con Telefónica como empresa colaboradora en España.
Hasta el 8 de enero de 2023 en la Sala Recoletos de Madrid
Julio González y Picasso en la Sala Recoletos de Madrid. Por María Toro