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La ecuación de Einstein para la trascendencia de la vida

El gran Einstein consideró que el problema fundamental del ser humano es ignorar esto: que es parte del todo y que no existe de manera separada 

La ecuación de Einstein para la trascendencia de la vida. Después de desarrollar su teoría de la relatividad, Albert Einstein se volvió la más importante celebridad intelectual de su época.

Einstein se interesó por todo tipo de ideas, mucho más allá de la física, incluyendo, por supuesto, la filosofía de Spinoza, la cual mantuvo como lo más cercano a una creencia personal.

Es debido a su gran inquietud intelectual y a la obsesión popular por su inteligencia que hoy en día abundan todo tipo de frases, sobre todo tipo de temas (desde la política internacional al vegetarianismo), que se le atribuyen -algunas de dichas citas son falsas o imprecisas. 

Aunque existe un claro abuso en el recurso a la autoridad de Einstein para legitimar una idea, es indudable que el científico dejó perlas de sabiduría, algunas de las cuales son sumamente útiles e inspiradoras en nuestro tiempo. 

Un caso notable es un pequeño párrafo que fue citado en el New York Times (marzo 29, 1972) y que el escritor George Monbiot sugiere que puede leerse como «la otra gran ecuación de Einstein: una fórmula para la supervivencia del mundo viviente y los seres humanos». Esta es la cita:

Un ser humano es parte de la totalidad, llamada por nosotros «universo», una parte limitada en el tiempo y el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sensaciones, como separado del resto -[esto es] una especie de ilusión óptica de su conciencia.

Una ilusión que es una forma de prisión, limitándonos a sólo nuestros deseos personales y a sentir afecto por sólo las personas más cercanas. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta prisión al extender nuestro círculo de compasión y abrazar a todas las criaturas de la naturaleza en toda su belleza. 

Esta cita (en su versión en inglés) ha circulado por innumerables sitios en la red. Sin embargo, según la autora Alice Calaprice en The New Quotable Einstein, la cita original proviene de una carta que Einstein le escribió en 1950 a un padre que había perdido a su hijo, y es la siguiente:

Un ser humano es parte de la totalidad, llamada por nosotros «universo», una parte limitada en el tiempo y el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sensaciones, como separado del resto -[esto es] una especie de ilusión óptica de su conciencia.

Esforzarse por liberarse de esta ilusión es el tema central de la verdadera religión. No nutriéndola sino superándola es la forma de lograr una medida estable de paz mental. 

Indudablemente, la primera cita está embellecida y expresa más explícitamente una visión muy cercana a la filosofía del budismo mayahana (como algunas personas claramente han notado). Dicho eso, la segunda cita contiene la misma idea: básicamente, que no existimos de manera separada -por lo cual, nuestra percepción común es una ilusión- y que esta falsa sensación de separación es la raíz de nuestro sufrimiento.

Aunque Einstein no sugirió nunca que esto fuera estrictamente una fórmula, es indudable que la frase refleja el núcleo de su filosofía personal, ya que en repetidas ocasiones habló de algo similar, de un sentimiento de religiosidad cósmica, una reverencia ante las leyes de la naturaleza, la belleza y la elegancia de las cuales somos parte integral.

La moralidad está justamente en este existir de manera interdependiente en un universo de una belleza y un orden que reflejan una misteriosa fuerza y una «razón que se manifiesta a sí misma en la naturaleza».

La ecuación de Einstein para la trascendencia de la vida. «Vemos un universo maravillosamente arreglado, que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes.

Nuestras mentes limitadas no pueden aprehender la fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones», escribió Einstein

¿Por qué es esta una posible ecuación para la supervivencia de nuestra especie y, en general, de la vida en el mundo? Es porque de la noción fundamental de que no existimos de manera separada, que somos parte de la totalidad, se deriva lógicamente que vivimos en un mundo interdependiente, en el cual cada ser y cada acto afectan a todos los demás.

Este es el origen del problema ecológico (concebirse como separados e independientes) y la solución del problema ecológico y en general existencial (erradicar la ilusión de la separación y entender que nuestra paz y felicidad dependen de tomar en cuenta a los demás).

Einstein era consciente de que esto es la base de todas las religiones, la llamada ley de oro, pero su aportación a ello es entenderlo desde la física, ya no como una aseveración moral basada en la revelación divina o ni siquiera en el sentido común, sino en la observación de la naturaleza del universo, pues en realidad no somos tanto personas o individuos como porciones del universo en las cuales el mismo universo se hace consciente de sí mismo. 

La religión cósmica de Einstein, su espiritualidad, está en esta conexión con el universo, más allá de dogmas. La verdadera humanidad es esa compasión que trasciende identificaciones como credos, nacionalismos, razas e incluso familias y especies. Esta es la verdadera perspectiva cósmica integral. 


La ecuación de Einstein para la trascendencia de la vida. Por John Headhunter

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