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La inteligencia emocional según Daniel Goleman

Daniel Goleman es el autor de una de las teorías más importantes sobre la inteligencia, pero en este caso, la emocional

La inteligencia emocional según Daniel Goleman. De poco nos sirve un cerebro brillante y un elevado cociente intelectual si no entendemos de empatía, si no sabemos leer emociones propias y ajenas. Ser extranjeros del propio corazón y de esa conciencia social donde aprender a conectar, a gestionar el miedo y a ser asertivos es dejar a un lado valiosas capacidades. Porque la inteligencia emocional es, lo queramos o no, un pilar esencial para ser felices. Así nos lo cuenta su autor, Daniel Goleman.

A nadie le sorprenderá si decimos que a día de hoy el debate sobre lo que es y no es la inteligencia parece no haberse cerrado del todo. La evidencia empírica constata, por ejemplo, la existencia del factor “G” de Spearman, entendido como un fundamento básico y esencial que define todo comportamiento inteligente. También tenemos la teoría triárquica de Robert J. Sternberg, y cómo no, el popular enfoque de las inteligencias múltiples de Howard Gardner.

“La clave para alcanzar un alto cociente intelectual colectivo es la armonía social”.

Daniel Goleman

¿Dónde queda entonces la llamada inteligencia emocional de Daniel Goleman? Bien, en realidad es interesante saber que esa idea, ese concepto y esa esencia siempre ha estado presente a lo largo de la historia de la psicología. El profesor Goleman no la formuló, solo la popularizó en 1995 gracias a su libro Inteligencia emocional, del cual lleva vendidas ya más de 5 millones de copias. Vamos a profundizar en esta teoría.

Historia del término “inteligencia emocional”

Edward L. Thorndike definió ya en 1920 lo que él llamó la “inteligencia social”, esa habilidad básica para comprender y motivar a otras personas. David Wechsler, por su parte, y llegados los años 40, dejó claro que ningún test de inteligencia podía ser válido si no se tenían en cuenta aspectos emocionales. Más tarde, el propio Howard Gardner ya pondría los primeros cimientos con la séptima de sus inteligencias, la llamada inteligencia interpersonal, muy parecida sin duda a la emocional.

No obstante, fue en 1985 cuando apareció por primera vez el término “inteligencia emocional” gracias a la tesis doctoral de Wayne Payne, la cual, llevaba por título Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia emocional. Solo 10 años después, un psicólogo y periodista norteamericano llamado Daniel Goleman inició algo que aún no se ha detenido y que nos ha hecho descubrir a todos, el gran poder que las emociones tienen sobre lo que somos, lo que hacemos y en cómo nos relacionamos.

Daniel Goleman y la inteligencia emocional

Daniel Goleman empezó siendo periodista en The New York Times y ahora es el gurú de la inteligencia emocional. Pasa ya de los 70, vive un otoño muy dulce en su vida y de él llama la atención su sonrisa serena y su mirada penetrante y firme. Es como si siempre fuera capaz de ver más allá de lo que el resto percibimos, un hombre al que no se le escapan los detalles y que halla conexiones donde los demás solo vemos coincidencias.

Cuenta siempre que su pasión por la psicología le vino por su madre, una trabajadora social especializada en psiquiatría que acumulaba libros sobre neurociencia, sobre la mente humana y las ciencias del comportamiento. Todos aquellos volúmenes decoraron su infancia y su día a día.

Durante una época fueron poco más que textos indescifrables a los que acudía con inexplicable fascinación. Más tarde, fueron su motivación y su camino de baldosas amarillas para llegar a ser lo que es ahora: el mayor divulgador de la inteligencia social en cualquiera de sus vertientes, la educativa, la organizacional, la asociada al liderazgo y un largo etcétera.

¿Qué es realmente la inteligencia emocional?

Esta dimensión responde a otro modo de entender la inteligencia más allá de los aspectos cognitivos, tales como la memoria y la capacidad para resolver problemas. Hablamos ante todo de nuestra capacidad para dirigirnos con efectividad a los demás y a nosotros mismos, de conectar con nuestras emociones, de gestionarlas, de automotivarnos, etcétera.

La inteligencia emocional empieza con la consciencia de uno mismo y también con la conciencia social. Es decir, cuando somos capaces de reconocer las emociones (y su impacto) en todo lo que nos rodea.

Asimismo supone entender que gran parte de nuestros comportamientos y decisiones se basan en emociones. El ser humano es una criatura emocional que un buen día aprendió a pensar y a razonar. Este puede parecer un aspecto algo polémico pero no está exento de verdad. Entenderlo, asumirlo nos permitirá tener un mayor control sobre nuestro comportamiento.

Las dimensiones que conforman la inteligencia emocional según Daniel Goleman

Daniel Goleman define que dentro de su enfoque sobre la inteligencia emocional hay 4 dimensiones básicas que la vertebran. Son las siguientes.

Autoconsciencia emocional

Hace referencia a nuestra capacidad para entender lo que sentimos y de estar siempre conectados a nuestros valores, a nuestra esencia. Algo así supone tener una especie de brújula personal bien calibrada que nos permitirá guiarnos en todo momento por el camino más acertado. Siempre que tengamos en cuenta esas realidades internas, ese mundo emocional, sabremos actuar en consecuencia.

Auto-motivación

La auto-motivación destaca la habilidad por orientarnos hacia nuestras metas. De recuperarnos de los contratiempos y focalizar todos nuestros recursos personales en una meta, en un objetivo. Si aunamos optimismo, constancia, creatividad y confianza sobrellevaremos cualquier dificultad para seguir conquistando triunfos y logros.

Empatía

En nuestra forma de relacionarnos e interaccionar hay un aspecto que va más allá de las palabras. Hablamos de la realidad emocional de cada uno. Esa que se expresa con gestos, con un tono de voz particular, con determinadas posturas, miradas, expresiones… Descifrar todo ese lenguaje, ponernos en el lugar del otro y descubrir aquello por lo que está pasando es la empatía.

Esa capacidad nos permite no solo obtener información sobre aquellos que tenemos en frente, sino que ayuda a establecer vínculos más fuertes, lazos sociales y afectivos más profundos.  

Además, reconocer las emociones y los sentimientos de los demás es el primer paso para comprender e identificarnos con las personas que los expresan. Las personas empáticas son las que, en general, tienen mayores habilidades y competencias relacionadas con la IE.

Habilidades sociales

Y tú ¿cómo te relacionas con los demás? ¿Te comunicas con efectividad y de modo asertivo? ¿Sabes manejar los conflictos o las diferencias? Todas esas dinámicas comportamentales potencian o limitan nuestra capacidad para disfrutar o no de nuestras relaciones. De construir entornos laborales sanos, cómodos y productivos. De dar forma a relaciones de pareja, familiares o de amistad más satisfactorias.

Como curiosidad, Daniel Goleman nos recuerda en sus libros la necesidad de ser competentes en estas cuatro áreas. No vale dominar una o tres. La persona emocionalmente inteligente es eficaz en todas ellas. En caso de no hacerlo, podríamos tener, por ejemplo, al clásico directivo entrenado en inteligencia emocional que solo ha llegado a a asumir la autoconsciencia, pero no su capacidad de empatizar con los demás, de entender esos mundos ajenos a las propias necesidades y valores.

La inteligencia emocional según Daniel Goleman. Texto: Valeria Sabater

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