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John Dee, un alquimista en la corte de Isabel I

Menospreciado y prácticamente relegado al olvido por su estrecha relación con la magia y el esoterismo, el inglés John Dee, un erudito del siglo XVI fue consejero de la reina Isabel I

John Dee, un alquimista en la corte de Isabel I. Recaló en la corte de Rodolfo II de Habsburgo, ha visto su memoria rescatada del ostracismo gracias al posterior reconocimiento tanto de su obra como de su influencia tanto en la política como en el pensamiento de su época.

Retrato de John Dee pintado en el an?o 1594 por un artista desconocido.

Matemático, astrólogo, ocultista… El polifacético John Dee se hizo famoso como sabio y erudito en la sociedad inglesa del siglo XVI y, sobre todo, en la corte de la reina Isabel I. Dee era un apasionado de las ciencias ocultas y su enorme afán por adquirir conocimientos lo convirtió en el orgulloso propietario de una de las bibliotecas más extensas y bien surtidas de Inglaterra, que fue visitada por estudiosos de todo el mundo. A pesar de que la vida de John Dee, que se casó dos veces y tuvo ocho hijos, está bastante bien documentada, a día de hoy aún se desconoce cómo pudo desempeñar tantas y tan diversas funciones en dos de las cortes más importantes de la Europa de su tiempo: la de Isabel I y la del emperador Rodolfo II de Habsburgo.

John Dee, un alquimista en la corte de Isabel I. Un erudito en ciernes.

John Dee estudió en el St. John’s College de Cambridge, y muy pronto se reveló como un muchacho con muchas ganas de aprender. Su sed de conocimiento hizo que con quince años el joven durmiera tan solo cuatro horas al día. Pasaba las noches en vela estudiando griego, latín, matemáticas, astronomía e incluso medicina, criptografía y un sinfín de materias más. Dee hizo incluso algunos pinitos en el teatro. Fue tramoyista durante el estreno de la obra La Paz de Aristófanes, para cuya representación creó un escarabajo gigante que parecía descender desde el techo del teatro hasta el escenario. Los espectadores quedaron tan impresionados que creyeron que aquello solo podía ser cosa de magia.

Representa a Isabel I, reina de Inglaterra

Dee fue también miembro fundador del Trinity College de Londres, y con apenas veinte años fue invitado a París para impartir una conferencia sobre álgebra, una lectura que tuvo un éxito sin precedentes en toda Europa. La gente acudía en masa para escuchar las conferencias de Dee, e incluso en una de ellas mostró a la audiencia por primera vez los signos de la suma, la resta, la multiplicación y la división. Dee, que con el tiempo se convertiría en uno de los científicos más respetados de Inglaterra, abrazó la teoría heliocentrista, por aquella época muy controvertida, que afirmaba que los planetas giraban alrededor del Sol.

El favor real

Pero no todo fueron parabienes y alegrías. En 1555, cuando en Inglaterra reinaba María I, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, Dee fue arrestado y acusado de traición por calcular el horóscopo de la reina y el de su hermana, la princesa Isabel. También fue acusado del intento de asesinato de la soberana mediante artes de brujería. Dee compareció ante un tribunal llamado la Camara Estrellada, donde se declaró inocente de todos los cargos que se le imputaban, aunque fue puesto a disposición del obispo católico (en aquella época Inglaterra había vuelto al seno de la Iglesia, puesto que la soberana era católica) Edmund Bonner para que emitiera un juicio religioso sobre el sabio; al final fue absuelto de todos los cargos.

John Dee volvió a ganarse el favor de la corte cuando Isabel I ascendió al trono en 1558. Dee se convirtió entonces en asesor astrológico real y la soberana le encomendó la misión de escoger la fecha más adecuada para llevar a cabo su coronación. Pero Dee al parecer se ocupó asimismo de asuntos mucho más trascendentes para su país. Según se cuenta, años después fue el sabio quien informó a la armada inglesa de cuál era el mejor momento para atacar a la armada española en 1588. Sus indudables conocimientos de meteorología ayudaron a los ingleses a anticiparse a la tormenta que estaba por llegar y, de este modo, resultar vencedores en la batalla. Incluso se atribuye a Dee la creación del término «Imperio británico».

Rodolfo II

Un espía en la corte de Rodolfo II

Isabel confiaba absolutamente en su consejero, y estaba convencida de la importancia de su buen hacer en pro de su país. De este modo, la reina, que necesitaba un espía eficaz y que pasara desapercibido, pensó que John Dee era la persona ideal para desempeñar con éxito aquel cargo. Durante sus misiones de espionaje, Dee creó una firma específica para dirigirse a la monarca: OO7. Los dos círculos simbolizaban los ojos de la soberana (solo para sus ojos) y el 7 era el número cabalístico de la suerte de John Dee (quinientos años más tarde, la firma secreta de Dee sería adoptada por el escritor británico Ian Fleming para crear el nombre en clave del más famoso agente secreto de todos los tiempos: James Bond). Asimismo, Dee utilizó su cargo como asesor científico y astrológico de Isabel I para crear la biblioteca más importante de Inglaterra en su casa de Mortlake, en la ribera sur del río Támesis, que llegó a contar con un fondo de más de 2.600 volumenes.

En 1583, decepcionado con la vida cortesana, Dee abandonó Inglaterra y empezó a viajar por Centroeuropa en compañía del alquimista inglés Edward Kelley, con quien comenzó una larga colaboración. Ambos pasarían largas temporadas en Cracovia y en Praga. Pero la relación de Dee con la corte de Praga se remontaba al año 1563, cuando el alquimista escribió su enigmática Monas Hieroglyphica, una de las obras más importantes de la corriente mágico-hermética europea del siglo XVI. Dee dedicó el libro al emperador Maximiliano II de Habsburgo (Dee ofrecería posteriormente el manuscrito al propio Rodolfo II, hijo de Maximiliano). En dicha obra, Dee plasmó un símbolo esotérico que representaba a la Luna, el Sol, los elementos y el fuego.Dee fue recibido en 1584 en la corte de Praga por Rodolfo II, no sin algunas reticencias, y al parecer gracias a la intercesión del embajador español. Algunas fuentes señalan que, para ganarse el favor del monarca, John Dee le regaló un artilugio que había hecho las delicias de los asistentes a la coronación de la reina Isabel I de Inglaterra: un escarabajo volador.

De nuevo en Londres

Dee pasó varios años en la corte de Praga, pero la relación con el emperador Rodolfo II empezó a enfriarse tras los pronósticos que el alquimista inglés dio al soberano acerca del final de su reinado. Molesto por las observaciones de Dee, en junio de 1586 Rodolfo II le prohibió quedarse en su reino. Pero hubo un importante aristócrata checo, Guillermo de Rozmberk, que no acató la orden imperial y ofreció asilo en su casa a John Dee. En el palacio de Trebon, el alquimista organizó sesiones espiritistas junto a su colega Edward Kelley, junto al cual llevó a cabo diversos intentos de obtener la piedra filosofal. En aquella época, Dee también intentó comunicarse con los ángeles a través de una bola de cristal o scryer (literalmente, artefacto para atisbar o mirar furtivamente). Dee creía que los conocimientos que le podían ofrecer los ángeles no estaban al alcance de cualquiera y cuando se ponía en contacto con los supuestos seres angélicos, estos le transmitían profecías y emitían juicios sobre la naturaleza espiritual del ser humano en un lenguaje especial o idioma «enoquiano». John Dee registró todas aquella sesiones en su obra Liber Mysteriorum, en varios volúmenes (aunque algunos se perdieron tras su muerte).

A su regreso a Inglaterra, Dee comprobó desolado que su casa y su enorme biblioteca habían sido saqueadas durante su ausencia. Pidió ayuda a Isabel I, quien lo nombró director del Christ’s College de Manchester en 1595. Allí fue consultado por una supuesta posesión demoníaca de siete niños, asunto al que no dedicó mucho tiempo y que acabó olvidando. Decepcionado por el desprecio que le mostraban sus colegas (en esa época el ocultismo en Inglaterra no tenía muy buena prensa), John Dee regresó a Londres en 1605, aunque mantuvo el cargo de director del Christ’s College hasta el día de su muerte.

Ilustración en la que se muestra a John Dee y a Edward Kelley invocando a un espíritu.

Con la subida al trono de Jacobo I, las ayudas y colaboraciones que antaño había mantenido con Isabel I tocaron a su fin, y John Dee se vio obligado a vender algunas de sus posesiones más preciadas para poder vivir. El antiguo consejero real pasó sus últimos días de vida en su maltrecha residencia de Mortlake sumido en la más absoluta pobreza. Su muerte sigue envuelta en el misterio a día de hoy, ya que se desconoce la fecha real de su óbito. De hecho, los expedientes parroquiales de la época y su lapida funeraria desaparecieron misteriosamente. Con todo, los historiadores creen que su fallecimiento pudo haber ocurrido entre 1608 y 1609, cuando Dee contaba 82 años, una edad respetable para la época.

John Dee, un alquimista en la corte de Isabel I. Texto: J.M. Sadurini

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