El fotógrafo neoyorquino Las series de flores y desnudos del fotógrafo neoyorquino Robert Mapplethorpe se caracterizaban por tener una carga sexual tan elevada, que llegaron incluso a ser calificadas de pornográficas.
Mapplethorpe y la pornografía como obra de culto. A menudo cuando pensamos en los conceptos y en las formas relacionadas con el término pornografía, tendemos a obviar que detrás de lo explícito, lo soez, lo escandaloso o lo controvertido puede haber una belleza arrebatadora.
Ante el particular punto de vista de genios como el fotógrafo Robert Mapplethorpe (1946 – 1989) sucumbimos a nuestros anhelos animales y nuestras fantasías carnales sin culpabilidad y sin pudor, aferrándonos a la idea de que lo que disfrutamos es un arte y un saber que, con el tiempo, se ha elevado a la categoría de obra de culto.
La trayectoria de este icónico artista está llena de penes erectos, tetas, culos, sadomasoquismo, erotismo sutil, pornografía explícita, homosexualidad y flores porque como él mismo confesaba, fuera una polla o fuera una flor, él observaba todo desde la misma perspectiva, desde la misma naturaleza.
Durante los años 70 y 80 Mapplethorpe destacó por crear elegantes y provocativas imágenes de desnudos, a menudo vinculadas con temáticas homoeróticas, que siempre combinaron contenidos considerados por muchos escandalosos con un cuidado tratamiento en blanco y negro.
Robert Mapplethorpe y la pornografía como obra de culto. El artista persiguó siempre alcanzar el equilibrio y la perfección estética. Su obra le sitúa entre los grandes artistas del siglo XX.
El fotógrafo neoyorquino destacaba por tener un gran dominio técnico que utilizaba para desafíar los convencionalismos. Sus series de flores y desnudos se caracterizaban por tener una carga sexual tan elevada, que llegaron incluso a ser calificadas de pornográficas.
Con su cámara Hasselblad comenzó a fotografíar a su círculo de amigos y conocidos entre los que se encotraban artistas como Patti Smith, compositores, gente de la alta sociedad, actores porno y personajes de lo más variopinto. Su cámara fue testigo no solo de su despertar sexual y artístico, sino también el de la ciudad de Nueva York.
Tal era el talento de Robert, que en los años 80, se convertiría en un solicitado fotógrafo editorial reclamado por revistas como Vogue o Vanity Fair que le encargarían gran parte de sus retratos.
Entre lo clásico y lo contemporáneo, su trabajo siente una muy fuerte atracción e influencia por el clasicismo. Sus estudios anatómicos nos traen a la memoria al David de Miguel Ángel o a los moldes realizados por el genial escultor francés Rodin.
Por otro lado, su trabajo es un deshinibido retrato de la escena sexual underground que, por ejemplo, abarcóla demonizada cultura LGTBI de la época. Su vida y su carrera se caracterizaron por la dualidad y la constante búsqueda.
Mapplethorpe se ha convertido en el icono que es mucho más allá del escándalo, la provocación y la polémica, y lo ha hecho por convertir en arte todos los deseos que despierta nuestra naturaleza más básica y real.
Mapplethorpe y la pornografía como obra de culto. Por Luiki Alonso