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La sexualidad de las esculturas de Isabelle Albuquerque

Toda fantasía, todo buen teatro, requiere una suspensión de la incredulidad, evocando el significado de la metáfora, una entrega al momento

La sexualidad en las esculturas de Isabelle Albuquerque. La total aceptación de lo que tenemos ante nosotros es lo que da a las obras de arte su innegable poder. El trabajo de Isabelle Albuquerque induce esa suspensión de la incredulidad, evocando el significado de la metáfora, la insinuación y la metamorfosis. Todos estos fenómenos pasan a primer plano en una serie de figuras que manipulan y reconfiguran la realidad.

Albuquerque aumenta aún más la tensión al infundir los conflictos y combinaciones de sus elementos reconstituidos con el calor de la sexualidad. «Sexteto», la primera exposición individual de Albuquerque, se centró en seis elencos sin cabeza del cuerpo desnudo de la artista, de su serie

La sexualidad en las esculturas de Isabelle Albuquerque. «Orgía para 10 personas en un cuerpo». Albuquerque hace figuras a escala humana, cada una fabricada en un solo material: bronce, resina fundida y madera.

Colocadas en posiciones eróticas alrededor de la galería, estas brillantes figuras blancas, negras y doradas estaban cargadas de manera dramática, encarnando la subjetividad femenina y la anticipación del orgasmo, expresiones idealizadas y celebratorias de la sexualidad femenina.

La ausencia de las cabezas, que no molestaba, no solo recuerda el uso frecuente de maniquíes sin cabeza en escaparates, sino que también permite un espacio fantástico para la propia cabeza. El enfoque de Albuquerque está en el cuerpo mismo: si eres mujer o te identificas como mujer, ese cuerpo es una versión del tuyo.

A pesar de la hiperrealidad, su trabajo se convierte en un encanto seductor. Esto es particularmente cierto para Body nº 5, una figura híbrida reclinada con dos extremidades con pezuñas y dos manos, al mismo tiempo venado y mujer.

Es tentador ver a nº5 en términos míticos, un cervatillo adorablemente inocente como Bambi o la mujer ciervo nativa americana. Sin embargo, un detalle revelador aleja a la criatura de esta compañía virginal: se reclina sobre un codo con un anillo de bodas en su mano delicadamente afelpada. Es posible que las imágenes fotográficas, reducidas a dos dimensiones y al tamaño de una página de revista, alteren radicalmente las percepciones del trabajo de Albuquerque y conduzcan a percepciones erróneas.

Dependiendo de la sensibilidad y la sexualidad del espectador, estas imágenes pueden aparecer como pornográficas o misóginas.

Llenas de energía libidinoso y humor, las obras presentadas en “Sexteto” son erotismo femenino descarado. La siempre verde polémica que intenta definir la diferencia entre el “desnudo” y el “desnudo” es solo una parte del escalofrío que generan estas figuras. Son extrañamente clásicas en la forma en que contienen y expresan tanto la desnudez como la sensualidad.

Aparte de los seis en bandada, estos son cuerpos femeninos jóvenes sin pelo, sin arrugas; sus posturas sexuales los trasladan a un reino que es, al mismo tiempo, crudamente real y completamente fantástico. En otras palabras, encapsulan perfectamente la condición de ser mujer: una criatura humana cuyos aspectos hablan de sexualidad pero que también es un ser pensante e independiente.

Issabelle Albuquerque

Al aprovechar estas definiciones diferentes y no exclusivas de la feminidad, Albuquerque llega a algo profundo, esencial y profundamente queer.

La sexualidad en las esculturas de Isabelle Albuquerque. Fuente: Venus de Urbino

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