Uno de los historietistas más celebrados de los últimos años, publica ‘La soledad del dibujante’, unas memorias en clave de humor en las que rastrea su obsesión por los tebeos, su maltrecho ánimo megalómano y la dureza de un oficio que conduce al aislamiento y la alienación.
Adrian Tomine publica ‘La soledad del dibujante’. Si en vez de historietista Adrian Tomine (California, 1974) fuera un escritor, probablemente jugaría en la liga Carver, Salinger o de su admirado Philip Roth. Si fuera un director de cine, se le compararía con un Wim Wenders, un Todd Solondz o un Jim Jarmusch.
Y no, quizás tampoco estaría aquí (aunque dejadnos tiempo a los que hacemos Mercurio). Expongo estas comparaciones porque están íntimamente relacionadas con la idea de la que emana su último libro, La soledad del dibujante (Roca, 2020).
La cita con la que se abre el volumen, y que ya expone este asunto, es de su amigo Daniel Clowes, uno de los historietistas más aclamados del planeta, como también lo es el propio Tomine.
Adrian Tomine «El de dibujante es uno de los trabajos más humillantes que existen»,
En ella afirma que ser el dibujante más conocido es prácticamente «como ser el jugador de bádminton más famoso del mundo». O sea, una mierda de fama.
El autor parte de esta máxima para hacer acopio de los recuerdos de una vida en el oficio, un empeño que ha vivido como una obsesión desde la infancia y que, aunque le ha procurado loas por doquier, traducciones a decenas de idiomas, exposiciones y portadas históricas de publicaciones como The New Yorker, no se corresponde precisamente con la vida fastuosa de una estrella del rock.
Narrado a modo de diario y editado a la manera de una moleskine, con sus páginas de cuadros y sus viñetas trazadas con la sencillez de un cuaderno de apuntes (al menos en apariencia)
En este libro repasa negro sobre blanco los pasajes más sonrojantes de su biografía, especialmente aquellos que se relacionan con esta fama a medio gas que padecen los dibujantes, incluso cuando son firmas internacionales, y con las consecuencias de una vida en compañía de un lápiz, un papel y un flexo.
En La soledad del dibujante el autor de Rubia de verano y Sonámbulo sufre el asedio de fans que lo mismo le acosan que le critican o acusan de plagio, descuidos familiares debidos a su ánimo revanchista y megalómano, firmas de libros a las que no acudió ni un alma, convenciones bochornosas en las que le confundieron con otro artista más conocido que él.
Adrian Tomine publica ‘La soledad del dibujante’. Fuente: Leonardo Lee