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“Una mujer en la garganta”, el cuarto poemario de Marwán

Marwán Abu-Tahoun Recio, más conocido como Marwán, publica nuevo libro de poemas. El autor madrileño de padre palestino y madre soriana publica por sorpresa, “Una mujer en la garganta”, su cuarto y esperado poemario.

Tras “La triste historia de tu cuerpo sobre el mío” (2011), “Todos mis futuros son contigo” (2015) y “Los amores imparables” (2018) sale del letargo tras tres años sin publicar.

“Una mujer en la garganta”, el cuarto poemario de Marwán. En este libro nos descubre una nueva faceta aún desconocida, pionero de la poesía urbana, el artista reivindica el poder infalible de las palabras, toda su belleza y emoción, mientras navega sin acatar las normas y reconquista el alma de los lectores. Él mismo lo define así:

“Un libro que es una reivindicación de los amores pasionales y de la belleza, pero también una autorreivindicación poética, mundo en el que me siento un apátrida al no reconocerme dentro de ninguna tradición. De todos mis poemarios es el más rebelde, tanto en mi manera de subrayar el frenesí amoroso y la locura del poeta como en la búsqueda de sentido al no encajar en ningún molde, ni siquiera en los míos propios.” Poesía a contracorriente, que es lo que siempre ha hecho Marwán desde que capitalizó el cambio que en los últimos años vivió el mundo poético y del que hoy nos trae su cuarto libro. Amores que caminan por el angosto filo de la insensatez y no acatan las normas, legiones de sentimientos, delitos que se cometen a espaldas de la rutina, sonetos, aforismos, reflexiones en torno al quehacer poético, el vuelo de un poeta llamado Ícaro. Eso es este libro.

«Madurar tiene mucho más que ver con desaprender que con aprender. Toda madurez es una vuelta a la esencia», escribe en uno de sus poemas. Sin embargo, me parece que este hombre orquesta no hace más que aprender, no solo a hacer cosas, sino a vivirlas y experimentarlas, y sobre todo a contarlas. Por eso la música ahora marida en su corazón y en la punta de sus dedos con la escritura, con la poesía, que al fin y al cabo son otra cara de la moneda musical. La viva imagen de un hombre en paz, que ha conseguido tragar todo lo que tenía atravesado en la garganta.


LA DIFERENCIA / Un fragmento


La diferencia entre nosotros
es que yo veía un futuro
y tú solo un pasado,
que en cada puerta yo veía un pomo
y tú una cerradura,
que cada promesa es un hilo del tapiz,
pero la alfombra hay que tejerla.


Uno escribe desde el alma, o el alma se transforma escribiendo?

Depende; a veces se escribe desde las vísceras, a veces desde el alma, otras desde la cabeza… Se puede escribir desde muchos estados y lugares distintos.

¿Hay tantas formas de vivir el amor como personas? ¿O el amor es ese que arrebata, que te quema y que en cierta forma te trastorna?

No necesariamente. En este libro quería resaltar ese amor, al igual que en el otro libro quise resaltar otro tipo e hice una defensa de otro tipo de amor. Pero me apetecía mucho hablar sobre los amores que no siguen las reglas. Si busco un hilo conductor (algo difícil en mis poemarios porque escribo muchos poemas con distintas temáticas), creo que en este caso sería la rebeldía. Yo me rebelo contra muchas cosas: contra los amores con reglas, contra seguir a los rebaños, contra el mundo académico de los poetas… Y me apetecía ser un rebelde en el amor en mis poemas, no necesariamente en la vida. Creo que esos poemas de amor forman más parte del enamoramiento y del arrebatamiento que del propio amor. El amor es un concepto muy amplio que va cambiando con el tiempo. Si me preguntas ahora qué es el amor, te diría que tiene mucho que ver con la generosidad y la consideración. Convivir con el otro siendo generoso, dando mucho, permitiendo al otro ser y que el otro te permita ser; el amor tiene que ver con la generosidad, con dar más que con recibir. Según vas creciendo, va cambiando tu concepto del amor. No es el mismo con 14 años, con 30 o con 40. También hay quien elige buscar continuamente esa «chispa» y no pasa nada. Las elecciones tienen su servidumbre, toda ganancia tiene un precio o una pérdida.

¿Y por qué es tu poemario más rebelde? ¿Qué ha cambiado en ti todos estos años?

Creo que todos vamos cambiando. En mi caso, que indago mucho en mi interior y estoy continuamente reeducándome emocionalmente, sí han cambiado muchas cosas dentro de mí. Para empezar, he empezado a aceptar mi autoridad, o por lo menos mi sombra. Ciertas cosas de mí que rechazaba, y esa visceralidad que muestro en algunos poemas, esa capacidad de no tener que ser complaciente con todo, sino ser mucho más rebelde. Esto es algo que he recuperado, que maniaté en cierto momento y he vuelto a soltar.

¿Qué mujer tenías atravesada en la garganta? ¿Solo una, o es la representación de todas las mujeres?

Hablo de muchas mujeres que he tenido atravesadas en la garganta, principalmente por haber vivido el amor de esa manera desaforada. Cuando sientes de un modo exagerado, lo normal es que encuentres personas que te lo hagan vivir así.

Entrevistando al poeta italiano Daniele Mencarelli, me decía que la sensibilidad es una palabra que él odia, porque desde pequeño le llamaban «niño sensible» y él prefiere hablar de fragilidad; esa grieta por la que entra todo. ¿Qué relación tienes tú con la sensibilidad?

Mi relación con mi sensibilidad es muy directa. Mi problema no ha sido rechazar la sensibilidad, sino rechazar lo contrario a ella. Por la sensibilidad he sido muy premiado. Cuando una persona es premiada por su sensibilidad, quizá la explote demasiado y puede rechazar otras partes. Porque no somos únicamente seres sensibles, también tenemos nuestra parte más ruda. Yo siempre he tenido muy buena relación con mi sensibilidad y ahora estoy reconciliándome con esa parte más ruda porque también quiero aceptarla y abrazarla. Al fin y al cabo, amarse a uno mismo es aceptar todas nuestras partes.

«No sé si seré feliz alguna vez», escribes. ¿Lo eres?

La felicidad es algo transitorio, pero se puede alcanzar. De joven, aunque tenía muchos momentos de felicidad, era menos feliz porque mi mundo emocional era demasiado abrupto. Había demasiados cambios, vivía con demasiada exageración las cosas, todo me afectaba mucho. La felicidad, al igual que la tristeza, está cerca.

¿Unes siempre la experiencia amorosa a la experiencia de la felicidad?

¡No! De hecho, antes de que vinieras estaba esperándote sentado al sol y pensaba: «Esto es la vida». Pero, a veces, uno necesita sentirse amado (no necesariamente en una relación de pareja) para amarse a uno mismo y a todo lo que hay.

¿Crees que hemos superado el mito de «la media naranja» o que no hay que superarlo?

Sí, tanto en los poemas como en las canciones esto es algo que he asociado mucho. Es injusto con la vida, pero son obras artísticas, al fin y al cabo. Una obra artística representa una parte de la vida y no tiene que representar por completo la vida. En el fondo, dentro de nosotros, durante mucho tiempo, hemos recibido esa educación del amor romántico, de sentirse feliz únicamente cuando se es amado, de encontrar «nuestra media naranja». A pesar de que esta sea una idea errónea, como motivo artístico y poético me sigue encantando. Es cierto que se puede ser feliz sin amor; pero no es comparable una vida con amor que una sin él. Cuando encuentras un amor recíproco, tu vida es más bonita, que no significa que la otra vida no pueda serlo.

Sin embargo, he leído en alguna entrevista en la que citas a Bauman diciendo que vivimos como si nos hubiéramos dado contra un muro, con cierta desilusión o decepción permanentes. En El amor en la era del cambio climático hablas precisamente de esta tendencia a despreciar el amor, a cosificarlo, a entenderlo como un producto de consumo.

Sí, pero creo que esto viene dado por la compulsión consumista en la que vivimos, por este sistema capital neoliberal enfocado en el consumo. Bauman cuenta que esta compulsión, en la que sustituimos un móvil por otro de forma indiscriminada, también se ha traspasado a las relaciones amorosas, convertidas en relaciones «de quita y pon». Vivimos demasiado en la superficie de las cosas, en el recibir, en la novedad.

Pero, aún así, ¿no dejamos de buscarlo?

Exacto. Aunque sepamos que no es verdad, deseamos que la pasión dure para siempre. Son terrenos contradictorios.

«Has buscado en amores de fogueo la solución a un dolor que se repite». ¿La búsqueda no cesa, es inherente a nosotros?

Muchas personas, entre las que me incluyo en muchas ocasiones, llenamos nuestro vacío existencial con actividades constantes. Tratamos de rellenar el vacío del amor con «amores», pero no suele funcionar.

Tus poemas hablan de todo, de lo cotidiano, de lo social. ¿Crees que la poesía, como la canción -especialmente la de autor-, tiene que tener esta vertiente de denuncia?

Sí, somos redactores de la realidad. Si tienes una cierta sensibilidad y te vuelve infeliz el mundo de la desigualdad en el que vivimos, pues eso aparece en tu obra. Por lo menos en mi caso, suele aparecer. No me pesa que se nos exija esa responsabilidad. En algún momento me la he exigido yo, pero luego pienso que si yo mismo creo que cada uno puede escribir sobre lo que quiera, no me tengo que exigir nada tampoco a mí. No creo que, por ser poeta, se deba tener una creación artística que tenga que ver con la sensibilidad social, sino que uno tiene que escribir y crear sobre lo que le nazca. También es cierto que muchos artistas no escriben sobre temas sociales (en mi caso a veces ha sido así, por ejemplo), porque es difícil colocar la cámara como elemento para hablar de determinados temas sociales. El truco es colocar bien la cámara, porque si no puedes resultar un panfletazo terrible para el oyente, y eso me preocupa. En el rap puedes contar las verdades porque es hablado, pero en cuanto pones melodía el mismo mensaje suena panfletario. Es muy curioso. Por eso hay que tener cuidado con dónde poner la cámara.

¿Tienes cierto miedo a que se haga un mal uso de tus palabras o que se saquen de contexto?

No me importaría que un partido político que yo siento que defiende la igualdad, que las bondades de este planeta deben ser disfrutadas por todos los seres humanos y que se preocupa por el planeta utilizase mis canciones. Si los valores de esas canciones son los que ese partido intenta defender, no tendría ningún problema.

¿Tú crees, igual que dices que lo personal es universal, que lo personal es político?

No lo tengo tan claro; lo he pensado muchas veces. No sabría qué decirte. Creo que lo revolucionario en este tiempo es no significarse sobre algo. Si me preguntas por la libertad de expresión, tampoco sabría darte una respuesta sobre si son necesarios unos límites o no. Hay veces en las que siento que no tengo una lucidez suficiente para dar una respuesta.

También hablas sin tapujos de vicios, de la noche, del alcohol y el sexo. ¿Caemos nosotros en el cliché del poeta desgarrado en búsqueda de emociones fuertes, quizá en una espiral autodestructiva?

Me gusta mucho lo que dices sobre la búsqueda, no lo había pensado nunca. Parece que no está en búsqueda, sino que hay algo definitivo, que es su perdición. Pero en el fondo hay una esperanza de encontrar una tabla de salvación, un mundo más amable. Yo sí me identifico con esa búsqueda constante. En parte, soy artista no solo por la sensibilidad sino porque tengo algo de explorador dentro. Me encanta la novedad, me encanta descubrir cosas, conquistar corazones o territorios. A nivel emocional soy un buscador, no solo de probar emociones, sino de buscar la verdad sobre la razón de que estamos aquí. Creo que la respuesta es ir encontrando respuestas y nuevas preguntas, porque la vida es pura evolución, vamos mutando y pasamos por múltiples estados vitales y emocionales. Supongo que la respuesta es ir evolucionando y no quedarse bloqueado en una edad ni en un estado emocional, sino ir madurando. Los grandes filósofos y los grandes místicos llegan a la conclusión de que el final de la vida es entender la unidad de todo. Hace poco leí que cuando no sepas qué hacer, observes a los niños y a los animales, que ellos todavía recuerdan quiénes son. A lo mejor, la vida consiste en volver, no a ser un niño, sino a tener la sencillez y el disfrute de la vida, de los placeres que encuentras en los niños, sin las complicaciones de este entramado logístico en el que hemos convertido la vida.

Llevabas tres años sin publicar. ¿Qué te ha traído de vuelta a los versos? ¿O nunca han dejado de brotar?

El primer motivo es que he hecho un proceso de depuración más extenso. Este libro, de hecho, ocupa la mitad que los otros. He querido escribir mucho más pero descartar también mucho más. También he hecho un disco entre medias, he estado de gira… he hecho muchas cosas. Pero he investigado mucho, y creo que a nivel lírico el libro ofrece cosas que no estaba ofreciendo antes; por ejemplo, sonetos o aforismos. A nivel expresivo he ido más allá, me he influenciado de otras cosas, y para eso hace falta tiempo. He leído mucho a un poeta que se llama Batania, que creo que se nota demasiado en el libro. Pero me gusta que se nota esa influencia porque lo admiro mucho. También he tratado de separarme de mí mismo, en realidad. Sentía que me repetía un poco a la hora de abordar las cosas.

¿Ha sido también un «acto pandémico»? ¿Cómo te ha afectado en la escritura? Respecto a ello, denuncias que tenemos derecho a «activar nuestra rabia», derecho a la rebeldía. ¿No la teníamos antes?

Sí, la mitad del libro surge desde marzo del año pasado (2020). Creo que una bronca generacional no viene mal. Es cierto que no hemos sufrido una dictadura, pero pero veo a los jóvenes de ahora que sufren otro tipo de conflictos, como los problemas laborales -no es mi caso, porque soy un privilegiado-. Los que no viven en una situación de gran precariedad laboral, viven en el paro absoluto, sin ninguna vía para poder emanciparse, con los alquileres por las nubes… La sociedad del bienestar ha desaparecido y los jóvenes no viven tan bien como se cree. No hace falta que haya una dictadura o una guerra para vivir emparedado en la realidad. No es algo tan circunstancial ni tan asociado al devenir político, sino que también es algo que heredamos a nivel emocional: este desgaste e incapacidad que hay hoy en día por vivir desgarrados por emociones que no podemos canalizar.

Eres «pionero de la poesía urbana». ¿Qué significa eso?

Es una poesía un poco más terrenal, que transita lejos de los altares en los que muchas veces se ha encumbrado la poesía. Que consigue acercar la poesía a la gente. Ya existía poesía así antes, pero necesitaba una ventana y yo, al tener mis redes, empecé a utilizarlas, y esto ha hecho que mucha gente se acerque a la poesía. También a través de muchos más autores como Luis Ramiro, Elvira Sastre, Carlos Salem… Si se nos llama poetas urbanos es porque hablamos de un modo más sencillo, que no significa que no haya calidad poética, pero sí aportamos claridad al no encerrar el mundo poético en lo complejo. Hablamos mucho de la cotidianidad, de las relaciones, de cosas muy cercanas.

Hay mucha opinión acerca de esta «poesía libre», esta forma de abrirse en canal y regalárselo al mundo. ¿Qué opinas sobre la polémica? En tus poemas Veo saltar poetas por los aires o Pretenden haces una crítica muy dura de aquellos que arremeten contra tu poesía e intentan clasificarla… ¿Tanto odio recibes?

Creo que la gente se enfada por varios motivos. Supongo que muchos de nosotros, a veces, no hemos estado a la altura. Pero muchas otras veces sí lo hemos estado y eso tampoco ha servido para mucha gente. Entonces te preguntas: ¿por qué cuando estás a la altura no sirve? Muchos poetas sienten que estás ocupando su lugar. Y es un gran problema, porque en el momento en que piensas eso, nunca vas a encontrar tu lugar. Conozco poetas que tienen éxito y no se dedican a machacar constantemente este mundo poético de la poesía urbana. Seguro que tienen sus críticas que hacer, pero como se sienten satisfechos con el lugar en el que están, lanzan su crítica con otro tipo de paz. Y entiendo que toda corriente poética nueva es mal vista por las generaciones anteriores, por los puristas… pero por otro lado, a mí me molesta mucho cuando me meten en el mismo saco que a ciertos poetas que son totalmente «poetas de Instagram».

En el poema Veo saltar poetas por los aires, finalizas con un verso: «La zona cero de la poesía es la falta de bondad».

Los eruditos se creen que son cultos y muchas veces no lo son; solo son eruditos, acumulan saberes, pero ser un intelectual no siempre significa ser alguien culto. Para mí la cultura no tiene solo que ver con saber mucho, sino con saber convivir con el prójimo. Creo que la cultura suprema es ser considerado con lo demás. Y creo que la gente que vive demasiado en su lógica puede encontrarse con que eso es un obstáculo para su propio desarrollo. La inteligencia puede llegar a hacerte tan lúcido que acabas careciendo de bondad, siendo despiadado por basarte solo en parámetros lógicos. Estas personas no son tan cultas o, por lo menos, carecen de la parte más importante de la cultura.

Parece que ahora escribir, como cantar, tiene mucho que ver con el número de seguidores que tienes en las redes. ¿No es esto injusto?

La verdad es que esto no es mi problema. Yo estoy encantado de tener seguidores, de que haya gente que se emocione con lo que hago. Hablo con mis seguidores de vez en cuando, aunque últimamente un poco menos. Necesitaba espacio. En algún momento, cuando me he sentido más inseguro o bloqueado, sí que he tendido a satisfacerme a través de mi creación poética, o a agarrarme a lugares que quizá sentía que funcionaban. Pero constantemente trato de volver al mantra de hacer y conseguir que amen lo que hago, lo que me sale, y no hacer lo que triunfa en las corrientes actuales.

¿Y de dónde te viene esta afición, cómo empezaste a escribir?

Empecé a escribir poemas y canciones a la vez en el año 97, con 18 años. Escuchaba varios cantautores como Silvio Rodríguez, Sabina o Serrat, y leía poemas de Benedetti o Miguel Hernández. Pero a los 18 conocí a Ismael Serrano y me volví loco. Y en contra de lo que pueda parecer, yo era una persona a la que le costaba mucho expresar sus emociones y sentimientos. Era muy emocional y descontrolado. Empecé a ver en esos cantautores y poetas personas que me cuentan mi propia vida de forma ordenada, que le dan un sentido. A partir de entonces empecé a escribir porque sentía que tenía algo que contar. Así empecé a trabajar en mi oficio.

¿Sabes desde el principio cuándo un verso va a ser canción y cuando va a ser poema? ¿Cómo es esa creación artística dual?

Normalmente, el método que uso es hacer primero la melodía, encontrar los acordes y luego tratar de encajar la letra en esa melodía. Pero últimamente no lo estoy haciendo siempre así. Ayer, por ejemplo, escribí un canción en el avión, sin guitarra. Escribí los versos y busqué la melodía sin guitarra ni nada. Esto es algo que solo he hecho últimamente, en parte por Jorge Drexler: a él se lo dijo Sabina y él me lo dijo a mí. En cuanto a si va a ser un poema o una canción… es un tema logístico. Si estoy con la guitarra estoy componiendo una canción, si estoy con el papel o en el ordenador estoy escribiendo un poema. Pero es verdad que, por ejemplo, en mi anterior disco compuse primero once canciones y luego hice unos veinte poemas alrededor de esas canciones.

¿No te da nunca vértigo la vulnerabilidad, abrirte tanto?

Al revés. Pienso que si no haces eso, nunca vas a ser un buen artista. El artista es el que llega a esos recovecos a los que no llega la ciencia. Y no me siento vulnerable al mostrarte algo que tú también sientes, que sentimos todos. Un artista tiene que exhibir sus luces, sus sombras, y las luces y sombras de la humanidad. Creo que hay un proceso de aceptación, es un camino de madurez.

¿Te pesa el sambenito del cantautor como «persona triste»? En tu poema Al nacer hablas de cómo te configuraron con «dos toneladas de tristeza». Esa es mucha tristeza…

Yo siempre he sido una persona profundamente melancólica. Posiblemente ahora ya no lo sea, aunque siempre quede un poso, una tendencia a mirar melancólicamente el mundo. Lo que sucede es que muchas veces escribo para ponerle palabras a sentimientos que me desconciertan. No solo escribo para hablar de la grandeza de la vida o para contar historias, que también; sino que escribo para buscar esa parte desconcertante para la que no tenemos respuestas. Escribir, en realidad, es una forma de buscar respuestas. Muchas veces no sabes lo que sientes hasta que no le pones palabras. Escribir te permite un proceso de reflexión distinto al de pensar, te permite llegar a otros lugares, ser más concreto. No creo que sea una terapia, porque uno no se siente mejor, no se cura, por escribir una canción bonita. Pero, en cierta forma, te alivia y te hace sentirte más comprendido.

¿Qué te inspira?

Una de las cosas más bonitas del proceso creativo es la creación por inspiración absoluta. Se crea por inspiración o por transpiración, que es sudando la camiseta. Hay canciones que salen sudándolas pero hay otras que salen solas porque hay algo que te está mandando que escribas. Haces una melodía preciosa, pones la primera frase sin saber de lo que estás hablando, luego la segunda…, y de pronto, llegas a la séptima línea y te das cuenta de lo que estás hablando. No eras capaz ni de ponerle nombre a algo y de repente lo dejas ordenado en el folio por pura inspiración. Todo aquello que no tenía explicación pasa a tenerla por completo a través de una canción. Y es que la tristeza es una gran fuente de inspiración. ¡También la alegría! Pero la tristeza siempre ha sido más fotogénica. Cuando somos felices, vivimos; cuando estamos tristes, escribimos. Además, sin la tristeza no valoraríamos la alegría.

El éxito del poeta me recuerda a Cesare Pavese, que se suicidó la noche en la que recibió el mayor premio de la literatura porque ni siquiera eso era suficiente.

El éxito no me agobia; de hecho, sigo buscando más. Tengo suficiente pero, ¿pasa algo por querer más? Lo importante es ver cómo te manejas tú con ese éxito. Si de pronto tienes más éxito y te hace infeliz o te apegas demasiado, tendrás un problema. Pero si vives sin apego no pasa nada. El apego es el gran problema de la humanidad. El apego a un deseo. Y el problema no está en la palabra deseo, sino en el apego, que lleva dentro la palabra ego. Es el aferramiento excesivo a una meta.

Texto: Maria Serrano / PLANETA

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