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Un niño de dos años resuelve el dilema del tranvía

El dilema del tranvía es un experimento mental en ética, ideado por Philippa Foot

Un niño de dos años resuelve el dilema del tranvía de forma radical. Probablemente conocerás este dilema clásico de la filosofía. En una vía por la que se acerca un tren hay 5 personas atadas, que morirán irremediablemente salvo que tú pulses un botón que desvíe al vehículo hacia otra vía, donde solo hay una persona atada. ¿Qué harías? Un padre probó el experimento con su hijo de dos años y trenes de juguetes, y el resultado es sorprendente y bastante macabro.

E.J. Masicampo es profesor de psicología de la moral y este problema es habitual en sus clases, así que tras averiguar la curiosa solución del bebé, compartió el resultado en YouTube, haciéndose viral en pocos días. Mira el vídeo antes de hacerte ningún spoiler:

Un niño de dos años resuelve el dilema del tranvía. La resolución del niño es probablemente la más cruel de todas las opciones: matar a todo el mundo.

¿Pero hay una respuesta buena en este dilema? Si accionamos el botón salvaremos a cinco personas, una mayor cantidad de vidas, pero por el camino habrá muerto una persona con nuestra decisión, y ¿vale esa vida menos que las otras cinco?

Este experimento mental lo ideó la filósofa británica Philippa Foot, que fue pionera en los estudios sobre la ética de la virtud, la corriente de estudio que dice que la moral surge de rasgos internos de la persona, las virtudes, en contraposición a la posición de aquellos que dicen que la moral surge de reglas o que depende del resultado del acto. Era especialmente crítica con el consecuencialismo: no creía que el fin justificara los medios. Para ponerlo a prueba creó este dilema que plantea a cuestión de si puede justificarse matar a una persona para salvar a otras.

Desde entonces y con ligeras variaciones este experimento mental ha servido para sondear cuales son nuestras intuiciones morales. Así que ya sabes, la próxima vez que la cena con amigos se ponga aburrida, pregúntales si pulsarían el botón. Y si contestan lo mismo que el niño, quizá es momento de cambiar de amistades.  

Por Beatriz de Vera // Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma

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