“Por el camino de Swann”, de Marcel Proust fue editada por vez primera en 1913
Por el camino de Swann de Marcel Proust. Harto ya de ver en multitud de contraportadas expresiones tales como “El Proust de nuestro tiempo”, “El nuevo Proust”, “El Proust escandinavo”, etc., y después pensar… “Si este es el nuevo Proust, igual es que el antiguo no era para tanto”, uno se ve en la obligación de tirar de fondo de armario y de volver a leer algo del “verdadero Proust”.
¡Y qué mejor que la primera parte de su archifamosa, monumental y, en cierto modo, autobiográfica En busca del tiempo perdido!
Se trata de “Por el camino de Swann”, editada por vez primera en 1913. La obra, a su vez, se divide en tres partes.
La primera, “Combray”, que correspondería a la infancia de Proust, consiste en una continua evocación de escenas de la vida familiar por parte de un narrador marcado fundamentalmente por dos hechos: una exacerbada sensibilidad y un incesante anhelo de amor materno.
En una de las últimas escenas, el narrador descubre a Gilberte, hija del matrimonio formado por Charles Swann y Odette de Crecy (protagonistas de la segunda parte) y que volverá a aparecer en la tercera parte.
Esta primera parte recuerda mucho a ciertos cuadros impresionistas, por la obsesión de Proust por plasmar en sus líneas el instante y por el papel primordial que juegan en la misma los sentidos, que ponen en marcha los resortes de la memoria.
Y para muestra la célebre escena de la magdalena. Sí, esa en la que el sabor de una magdalena le trae a Proust el recuerdo de las magdalenas que su tía-abuela Leonie le daba los domingos por la mañana en Combray y desencadena todo un torrente de recuerdos del propio Combray y sus gentes.
La segunda parte, “Un amor de Swann”, que puede leerse como un relato independiente, está situada en el tiempo años antes de “Combray”.
En ella se narra el nacimiento y evolución del amor (o sucedáneo del amor) de Charles Swann por Odette de Crecy, mujer de “dudosa reputación”.
Inicialmente, Swann siente un instintivo rechazo por Odette, pero la identificación de ésta con una determinada obra de arte le llevará a Swann a enamorarse de Odette, aunque este amor derivará posteriormente en una espiral de celos, egoísmo y un cierto masoquismo. Aunque en la primera parte ya aparece el matrimonio entre Charles Swann y Odette de Crecy, no podemos decir que sea un spoiler como tal.
Destaca en esta segunda parte, además del detallado análisis que hace Proust de la psicología del amor, el tratamiento que da a las relaciones sociales en la mediana y alta burguesía y en la aristocracia, relaciones cargadas de cinismo, hipocresía y apariencia. Esta segunda parte quizá sea la más ligera o de más fácil lectura de las tres, pero siempre teniendo en cuenta que Proust no es lo que se dice un autor fácil.
Por último, “Nombres de tierras: El nombre” cierra el libro con una breve evocación por parte del narrador de sus primeros acercamientos o intentos de acercamiento a Gilberte, hija de Swann y Odette, con los Campos Elíseos como telón de fondo. Si en la primera parte el narrador evocaba sus recuerdos de infancia, en esta tercera parte la deja atrás y entra en la adolescencia.
En resumen, nos encontramos ante una obra fundamental en la literatura francesa (y universal) del siglo XX, escrita por uno de los autores con un estilo más personal.
Este estilo es lo que convierte a la obra en “Imprescindible, aunque no apta para todos los públicos”. Y me explico. No apta para todos los públicos por dos motivos fundamentales:
1. No hay acción. O, más bien, no hay acción como la entendemos actualmente. Lo que hay son una serie de recuerdos que fluyen y que dan lugar a descripciones detalladísimas de situaciones, lugares, comportamientos, etc. Por tanto, absténganse aquellos lectores que busquen una novela de planteamiento, nudo y desenlace. No la hay. No es el objetivo.
2. La sintaxis. Frases largas, larguísimas, con subordinadas y subordinadas y subordinadas, metáforas, digresiones, incisos, etc., que pueden hacer a un lector no demasiado atento perder el hilo de la narración. Ergo, abstenerse aquellos lectores que busquen algo “para pasar el tiempo”, sin complicaciones y que no estén dispuestos a olvidarse del mundo mientras leen.
Ahora bien, podemos dar la vuelta a estos dos motivos y hacer que la lectura de esta obra sea toda una experiencia. Si somos capaces de leerla con paciencia, volviendo atrás en ciertos momentos, sumergiéndonos en las maravillosas descripciones y saboreando los múltiples instantes que nos ofrece Proust, descubriremos las razones por las cuales nos hallamos ante un clásico universal.
P.D.: He de reconocer que la primera vez que leí Por el camino de Swann, hará ya unos diez años, no fui capaz de disfrutarla como lo he hecho ahora, que me veo con ganas hasta de seguir con los seis volúmenes restantes. Así que calma, mucha calma. ¡Y a disfrutar del universo proustiano que, por cierto, es único! Firmado: Kim Jong Nam
Por el camino de Swann de Marcel Proust. Por Santi