Aunque es cierto que nadie puede ser feliz todos los días, hay algo más importante: estar bien con nosotros mismos. Lograrlo, pasa por tener en cuenta una serie de dimensiones con las que ayudar al cerebro a entrenarse en autoestima y un pensamiento más flexible.
¿Es posible entrenar el cerebro para ser felices? Vivimos un momento donde la llamada «industria de la felicidad» parece querer convencernos a través de infinitas publicaciones que el ansiado bienestar está siempre al alcance de nuestra mano.
Bastaría con aplicar una serie de estrategias. Sin embargo… ¿es esto tan fácil? ¿existe quizá una fórmula tan sencilla para respirar con mayor alegría y optimismo?
La respuesta es «no». En materia de cambio, en esa artesanía que es el avance hacia el bienestar psicológico y la auténtica plenitud, nada es fácil ni rápido.
Para empezar, algo que debemos entender sobre el cerebro es que a él le trae sin cuidado si somos felices o no. En realidad, lo único que desea es que sobrevivamos. Es por ello que siempre dará más valor a los miedos y a esos mecanismos que nos sitúan en la zona de confort.
Ahora bien, que dispongamos de un órgano resistente al cambio no significa que no pueda hacerlo. Somos una especie que ha evolucionado generando notables avances, esos que nos ayudan a adaptarnos mucho mejor en nuestros entornos complejos. Asimismo, algo que sabemos bien desde la práctica clínica es que los cambios hacia el equilibrio y la sanación son posibles, pero eso sí, se necesita de un compromiso auténtico (y activo) por parte de la persona.
¿Podemos entrenar el cerebro para ser felices?
Entrenar el cerebro para ser felices no pasa por mejorar nuestra alimentación. Tampoco por llevar una vida más activa, hacer deporte o hacer un viaje cada dos o tres meses. Estas dimensiones pueden, evidentemente, hacer que estemos más sanos, darnos un placer puntual y dotarnos de una satisfacción que puede durar horas o incluso días.
Sin embargo, ninguna de estas estrategias hará que lidiemos mejor con el estrés. Cuando la vida se nos haga un nudo, seguiremos sin saber cómo deshacerlo y conviviremos nuevamente con la indefensión, el miedo o la ansiedad.
Tal y como señala el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, para alcanzar una vida feliz no sirven las recetas fáciles, ni copiar consejos de otros. Es una proceso individual donde cada uno debe invertir esfuerzos siendo creativo, siendo original.
No obstante, existen eso sí una serie de realidades muy básicas que podemos tomar como punto de partida para reflexionar. Son las siguientes.
Entrenar tus pensamientos en la reflexión, la flexibilidad y el positivismo realista
Algo que nos viene señalando la neurociencia desde hace tiempo es que los pensamientos son el mero producto de la actividad cerebral. El cerebro los crea como resultado de una serie de conexiones eléctricas. Es cierto, pero algo que sabemos desde hace tiempo es que los propios pensamientos también tienen poder sobre el cerebro: pueden generar nuevas conexiones e incluso moldearlo.
- Un ejemplo, los pensamientos negativos repetitivos y obsesivos ralentizan la coordinación cerebral, lo agotan e incluso disminuyen la actividad de la zona prefrontal del cerebro. Algo así hace que sea muy complicado hallar soluciones a los problemas.
- Una clave con la que entrenar el cerebro para ser felices nos obliga a tener un mayor control sobre este tipo de procesos mentales. Cuidar de lo que pensamos también es salud.
- Cada cosa que pensamos y decimos importa. Por tanto, hay que procurar detectar dichos patrones negativos de pensamiento y detenerlos.
- Ahora bien, no se trata tampoco de darles la vuelta y hacer uso de un pensamiento positivo hueco y excesivamente confiado. Se trata, sencillamente, de aplicar un enfoque más reflexivo y menos rígido sobre nuestra realidad. Ser capaces de ver diez opciones a un problema, de ampliar perspectivas y dejar de situar fatalidades en nuestro futuro inmediato.
Tener un propósito cada día, dar un significado a nuestra vida
¿Qué es una vida sin propósito? Traducido a nivel cerebral es carencia de dopamina, de serotonina, de ese bienestar que sintoniza con unas ilusiones y metas cotidianas. Si nuestra realidad no tiene significado ni motivos, también nosotros mismos careceremos de valor.
Ese estado nos deja suspendidos en un vacío abismal, ese que siempre da paso a los trastornos del estado de ánimo como la ansiedad o la depresión. Ya lo dijo Viktor Frankl en su día, nada nos da mayor resistencia que tener una tarea, que recordar aquello que es importante para nosotros y por lo cual, merece la pena seguir adelante.
Es por ello que si queremos entrenar nuestro cerebro para ser felices, debamos clarificar no solo cuál es nuestro propósito vital. En realidad, cada uno de nuestros días debería tener una meta, un objetivo que alcanzar, aunque sea algo tan sencillo como «darme un descanso, quedar con alguien, leer un libro, pasear… «.
Felicidad es estar bien con uno mismo: el poder de la autoestima
Nadie puede ser feliz todos los días. Es imposible atrapar y mantener este estado mental, emocional y actitudinal a cada instante. Ahora bien, en realidad, hay algo mucho más importante que ser feliz: estar bien con uno mismo. A día de hoy, la falta de autoestima sigue siendo esa cuenta pendiente para un buen número de personas.
Este componente es esencial para impulsar el bienestar y es, sin lugar a dudas, la piedra rosetta de la satisfacción y esa dimensión que deberíamos cuidar a diario. John Rawls, uno de los filósofos más reconocidos del siglo XX, solía decir que toda sociedad que aspirara a ser feliz, debía contar con ciudadanos con un buen autorrespeto.
Él definió esta dimensión como esa confianza en nosotros mismos para lograr lo que deseamos, para valorarnos como seres libres y merecedores del progreso y el bienestar. Lo opuesto al autorrespeto era, según Rawls, la impotencia.
Para concluir, ante la pregunta de si es posible entrenar el cerebro para ser felices, la respuesta es sí; sin embargo, no es una tarea sencilla. Es un trabajo diario, una labor exigente, compleja y valiente en la que invertir cada día. Empecemos hoy mismo.
Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Valeria Sabater
Imágenes: Alyssa Monks Art