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Un mundo feliz de Aldous Huxley

Basada en la célebre novela Un mundo feliz de Aldous Huxley describe una horripilante sociedad futura que utiliza todos los medios de la ciencia y la técnica para el control de los individuos

Un mundo feliz de Aldous Huxley. En ese mundo el amor es un concepto ridículo, la figura de Dios se ha sustituido por la del arquitecto de ese sistema, Ford, y los niños son concebidos en probetas genéticamente condicionados para pertenecer a una de las 5 categorías de población; de la más inteligente a la más estúpida: los Alpha (la élite), los Betas (los ejecutivos), los Gammas (los empleados subalternos), los Deltas y los Epsilones (destinados a trabajos arduos).

Bernard Marx, un Alfa que ha desarrollado una actitud rebelde al ser rechazado socialmente por no tomar soma y ser más bajo que los demás Alfas (por un supuesto fallo durante su gestación) va con Lenina Crowne, a visitar una reserva natural de Malpais, cuyos habitantes no siguen el proceso de selección eugenésica y condicionamiento.

En aquel grupo de «salvajes» conocen a John, un chico concebido de forma natural por una mujer «civilizada» que se perdió en aquella región, por lo que el joven también ha sufrido el rechazo de los que le rodeaban.

A Bernard se le ocurre la idea de llevarse a John al mundo «civilizado» para hacerles ver a los que se burlan de él que es posible vivir sin drogas, sin Ford y sin manipulación genética.


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Un mundo feliz es un clásico de la literatura del siglo XX, una sombría metáfora de un futuro posible.

Los peores vaticinios del capitalismo se han cumplido: triunfan los dioses del consumo y la comodidad, y el orbe se divide en diez zonas en apariencia seguras y estables.

Los humanos ya no procrean, el sexo se ha convertido solo en una diversión y las letras del alfabeto griego se han pervertido para clasificar a los seres humanos por castas.

Todos aceptan su lugar en la nueva jerarquía social, perfectamente ordenada


Sobre Aldous Leonard Huxley

El 26 de julio de 1894 nacía en Godalming (Inglaterra) Aldous Leonard Huxley, uno de esos escritores difícilmente catalogables pese a que las apariencias puedan indicar lo contrario.

De hecho, Huxley practicó a menudo el género del ensayo -hay quien considera que sus novelas son eso, ensayos narrados- y recuerdo que en mi juventud lo estudiábamos no sólo en Literatura sino también en Filosofía.

Su enorme bagaje cultural le venía de familia (que además le hizo estudiar en Eton), mientras que la actitud vital, más bien pesimista, probablemente derivaba tanto del suicidio de su hermanastro como de la ceguera que sufrió desde muy joven y de la que se recuperó parcialmente, tras un largo proceso de rehabilitación -de todas formas había aprendido Braille-.

Esta afección, sin embargo, no le impidió licenciarse en Literatura Inglesa y trabajar inicialmente como profesor y crítico teatral mientras iba publicando libros de poesía. Luego, en la década de los veinte, se fue decantando por la prosa.

Maria Nys

Tras casarse con Maria Nys se convirtió en un viajero incansable, visitando Europa (España incluida), EEUU, América Central, Túnez, y el sudeste asiático, y estableciéndose en Italia ya con dos novelas en su currículum que criticaban sin piedad el esnobismo de la clase intelectual de la época.

Pero en 1932, trasladado a Francia, llegó su obra maestra, la que le dio fama y por la que se le conoce aún hoy: Un mundo feliz (Brave new world).

Se trata de una fábula futurista en la que describe una sociedad estrictamente jerarquizada, no por el nivel económico de sus ciudadanos sino por su predeterminación genética, y en la que el uso de una droga llamada soma permite mantener el orden creando una ilusión de felicidad social.

Se adaptó como serie de TV en los años setenta y aquí tuvo cierto éxito creo recordar.

La siguiente fase de la obra literaria del autor, coincidiendo con su establecimiento definitivo en EEUU, fue el ensayo, con predominio de la temática religiosa, seguida inmediatamente, ya en la segunda mitad de la década de los cincuenta, de un interés especial por las drogas:

Fascinado por la capacidad experimental de la mescalina y el LSD, Huxley abrió el camino de lo que poco después fue una moda, la psicodelia, y lo plasmó en un libro cuyo título originó una expresión que se hizo muy popular, Las puertas de la percepción.

También escribió guiones para el cine y se vio influenciado por la «caza de brujas» del senador McCarthy, algo que plasmó metafóricamente en otra de sus obras más conocidas, Los demonios de Loudun, basado en un acontecimiento histórico en esa localidad gala durante el siglo XVII: la histeria colectiva en un convento considerada entonces posesión demoníaca.

Huxley retomaría de nuevo su afición a viajar en un periplo por el África mediterránea que sirvió de despedida de su mujer Maria Nys, devorada por el cáncer.

También él sufrió la enfermedad, falleciendo el mismo día del asesinato de Kennedy (23 de noviembre de 1963). Su última gran creación fue, en cierto modo, una revisión de Un mundo feliz, una novela en la que estuvo trabajando 5 años y cuyo manuscrito se salvó milagrosamente del incendio que destruyó la casa que tenía en Hollywood: La isla.

Laura y Aldous Huxley en 1956, el año que se casaron.

Incendio, cáncer y libros de autoayuda

La pareja, Laura y Aldous Huxley, se instaló en Los Ángeles. Su mansión estaba justo detrás de la ‘O’ del letrero de Hollywood y allí sigueron con su amor, sus amigos y su curiosidad por las drogas como el LSD, legal en esos años, y las alteraciones que producían en la consciencia, algo que a Aldous le interesaba antes de conocer a Laura.

Ese interés le llevó a viajar a México para conocer a María Sabina, una curandera famosa en aquellos años por su manejo de los hongos alucinógenos.

También todas las corrientes de misticismo que empezaban a ponerse en boga en aquellos años le unían a su esposa, inquietud que antes de conocerla había compartido con el novelista Christopher Isherwood, con quien exploró la filosofía hinduista Vedanta.

Era un ambiente parecido al que frecuentaba Laura, lo que la llevó a publicar un libro titulado You are not the target. En él hablaba de sus propios episodios depresivos, del modo que los superó y cómo el LSD la había ayudado en algunos de esos momentos.

No fue una pionera de los libros de autoayuda en sentido estricto, pero sí de un tipo de lectura nacida de aquella California hippy con una pátina intelectual de la que bebió también el profesor Thomas. A. Harris, psiquiatra que escribió poco después que Laura, y no es causalidad, ‘I’m OK — You’re OK, del que vendió de un golpe 15 millones de ejemplares de un título que llegó a traducirse a 25 idiomas.

En su nueva casa de Hollywood tuvo el matrimonio uno de los mayores sustos de sus vidas por culpa de un incendio. En sus memorias, This Timeless Moment, Laura recordó la angustia con la que Aldous se puso en peligro para salvar el manuscrito de la que sería su última novela, La isla, una distopía que publicaría 30 años después de Un mundo feliz.

Por su parte, Laura hizo lo mismo para rescatar de las llamas el violín de Stradivari fabricado en Cremona en 1705, un regalo de su padre cuando era cría. Lo que no pudo salvar fueron las grabaciones de su debut en el Carnegie Hall como violinista, ni la correspondencia que había mantenido con Bertrand Russell, ni la que habían tenido, y conservaba ella, Hemingway con su cuñada, Virginia Pfeiffer.

Guardiana del legado Huxley

Poco después de ese incidente, Aldous se enteró de que tenía cáncer. Fue durante una visita al dentista, que se lo detectó en la lengua. «Al principio, no pensamos que fuera nada grave», explicó Laura al historiador David K. Dunaway, autor de una historia oral sobre el autor de Las puertas de la percepción. Luego el cáncer se extendió a las cuerdas vocales y poco a poco, fue perdiendo la voz.

En el libro de Dunaway, Laura cuenta que fue ella misma quien lo sacó del hospital donde un médico le dijo que había que amputar parte de la lengua.

«Vámonos, es un carnicero y hay otras maneras de tratar el cáncer», dijo ella sin especificar cuáles y se lo llevó a otro oncólogo que le aseguro que le aplicaría radioterapia sin cortar nada.

El mal, sin embargo, estaba avanzado. Aldous Huxley lo sabía, no los demás, ni siquiera Laura. Al final, cuando ya era evidente para todos, pidió morir. Apenas podía hablar, así que escribió en un papel «LSD, 100 microgramos» y se lo dio a su mujer.

Al día siguiente pidió que vinieran sus amigos y volvió a escribir otra nota, la última de su vida, y se la dio a Laura: «No puedo más», decía el papel y ella procedió al pinchazo.

«Hubo un cambio en comparación con la cara que tenía dos horas antes. Dejé pasar otra media hora y decidí darle otros 100 mg», contó en la carta enviada a sus hijos.

En esas mismas páginas, recoge las palabras con las que ayudó a su marido a despedirse: «Vete, vete, déjate ir, cariño: ve hacia adelante y hacia arriba. Dispuesto y consciente, te vas de buena gana, lo estás haciendo maravillosamente, estás haciendo esto tan bellamente…»

Más tarde, en This Timeless Moment , la italiana reflexionó sobre todos los momentos vividos junto a su esposo y el libro se convirtió, más que en una memorias, en una biografía de Aldous.

Era 1968 cuando publicó ese volumen y desde entonces hasta su propia muerte, en 2007, ya solo se dedicó a mantener viva la historia y el legado de su esposo, del que ella también destacaba su manera de estar en el mundo y de marcharse, algo sobre lo que ella reflexionó en aquellas páginas.

«La psicología moderna ha descubierto lo poderoso que es el trauma del nacimiento para la vida. ¿Qué sucede con el ‘trauma de la muerte’? Si creemos en la continuidad de la vida, ¿no deberíamos tenerlo igualmente en cuenta?», escribió Laura Huxley y por eso Thomas Leary, gurú contracultural al que Richard Nixon calificó como el «hombre más peligroso de América«, quiso tenerla acerca el día en que dijo adiós a los suyos con alegría, pensando que quizás, al otro lado, le esperaba otra aventura.


Un mundo feliz de Aldous Huxley. Por Leonardo Lee

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