Una de las grandes figuras del siglo XX se interesó también por el ocultismo
Es difícil extraer una filosofía consistente de la poesía de Fernando Pessoa, como es de esperarse pues práctico el casi esquizofrénico arte de la heteronomía como nadie antes. Pero se pueden atisbar desde un cierto panteísmo estoico, hasta un cierto epicureísmo y un escepticismo calificado, entre otros sistemas con los que coqueteó. Pessoa fue el poeta que soñó admitir en su pecho todos los sueños de todos los hombres y fue sumamente promiscuo en sus desdoblamientos. Ensalzando también la contradicción, la danza de los opuestos, su bifurcación y posible síntesis. Pero sabemos que Pessoa, el hombre, estuvo interesado en el ocultismo -e incluso se ha documentado su encuentro con Aleister Crowley-.
En la compilación sobre Literatura y arte, Pessoa escribe:
Creo en la existencia de mundos superiores al nuestro y de habitantes de esos mundos, en experiencias de diversos grados de espiritualidad que se sutilizan hasta llegar a un Ente Supremo, que presumiblemente creó este mundo. […] Dadas estas escalas de seres, no creo en la comunicación directa con Dios, pero, según nuestro refinamiento espiritual, podremos comunicarnos con seres cada vez más altos. Hay tres caminos para lo oculto: el camino mágico (que incluye prácticas como las del espiritismo, intelectualmente al nivel de la brujería, que también es magia), camino extremadamente peligroso en todos los sentidos; el camino místico, que no tiene propiamente peligros, pero es incierto y lento; y lo que se llama el camino alquímico, el más difícil y el más perfecto de todos, porque implica una transmutación de la propia personalidad que la prepara sin grandes riesgos, antes bien con defensas que los demás caminos no tienen.
En el mismo texto, Pessoa escribe, con ecos de Hölderlin:
Los dioses no murieron: lo que murió fue nuestra visión de ellos. No se fueron: los dejamos de ver. O cerramos los ojos o alguna niebla se interpuso entre ellos y nosotros. Subsisten, viven como vivieron, con la misma divinidad y la misma calma.
Lo cual recuerda el trabajo de Roberto Calasso, el erudito italiano, quien ha notado que no percibimos a los dioses, no porque sepamos más, sino porque sabemos menos. Hemos perdido la percepción divina, el arte de hacer silencio, dedicar la energía, realizar rituales, sacrificar, desear con ardor y demás, para abrir el diálogo con lo invisible. Por supuesto, la mayoría piensa hoy en día que los dioses nunca existieron, y son sólo atavismos del pensamiento mágico, superado por la ciencia. Y, sin embargo, si la belleza es verdad, entones el mundo de los dioses -mucho más bello que el nuestro- tiene algo que decirnos, es un misterio, un sacramento que quizá todavía aguarda cierta revelación.
Poesía, ontología y tragedia en Fernando Pessoa dePablo Javier Pérez López
Sinopse
Fernando Pessoa es encarnación rotunda de esa voluntad de ilusión como condición del existir que asume el instinto literario como biológico, su animalidad fantástica, que se sabe pensamiento trágico, que conjuga el pensar y el poetizar, que rompe las fronteras tradicionales entre Filosofía y Poesía, que se redime en la apariencia, en la mentira literaria, que acepta alegremente la tragedia de tener que fingir para decir la verdad y conquistar lo imposible y que está enraizada en las intuiciones esenciales del pensar trágico nietzscheano.
“El estudio de Pérez López es una invitación a volver a leer y a descubrir a Pessoa, y ésta, creo, es la mayor finalidad de un trabajo crítico; a él, estoy seguro, se van a deber nuevas y futuras lecturas de Pessoa en el mundo hispánico y portugués. El suyo es un trabajo ambicioso, que revela una gran devoción por los temas que estudia y abre nuevos caminos. […] En su estudio, Pérez López ha logrado, como nadie, mostrar las afinidades electivas entre Nietzsche y Pessoa.” (Jerónimo Pizarro).