La obra de Andrea constituye una versión singular del célebre relato y su riqueza depende del cruce de distintas vertientes que se pueden articular.
En 1865, el diácono anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y escritor británicoCharles Lutwidge Dodgson, bajo el pseudónimo de Lewis Carroll publicó el libro “Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas”, texto magistral de la literatura infantil, aunque también se puede leer en otras claves, puesto que está saturado de sátiras y juegos de lógica – a la que se debe agregar una latente sensualidad -.
La obra de Pat Andrea que se expone en el Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson constituye una versión singular del célebre relato y su riqueza depende del cruce de distintas vertientes que se puedan articular. Por una parte se remite al relato y la ilustración de la primera edición, por otra, interviene las imágenes con su propia biografía. Tal vez el modelo de relación con el texto esté determinado por el personaje del Gato de Cheshire, el sonriente que aparece y desaparece a voluntad, provocando paradojales reflexiones filosóficas.
El artista holandés establece nexos con la literatura. Un ejemplo del proceso lo constituye el trabajo que se denomina La puñalada firmada por Pat Andrea y El tango de la vuelta por Julio Cortázar – 35 dibujos a lápiz, carbón y acuarela que parten del tema de la puñalada – y que inspiraron a Julio Cortázar para escribir un cuento. En el caso de Alicia, el método es el inverso: el texto es una guía para realizar experiencias creativas, totalmente alejadas de la ilustración y sin embargo dependiente de ellas. La referencia inmediata fue la ilustración de la primera edición realizada por John Tenniel, sobre indicaciones de L. Carroll – que había dibujado el manuscrito original a mano y con pluma -, que actualmente adquieren, como todas las ilustraciones victorianas, un aspecto fantasmagórico.
La analogía con la obra de Lewis Carroll tiene que ver con procesos interiores y subjetivos que Andrea decidió hacer públicos: las mujeres que aparecen en sus obras son versiones de Alicia – a las que agrega el erotismo – y el abandono de Tenniel de cualquier modelo y cualquier proporción naturalista.
Lewis Carroll como fotógrafo se dedicó a retratar a niñas, en algunos casos con una insistencia llamativa – Alejandra Kitchin fue modelo desde los 4 a los 16 años -. Entre las obras que se han conservado se encuentran seis desnudos, y figuras ambiguas de niñas – a la manera de Greuze que mezcla la inocencia y el erotismo en las figuras -. La misma Alicia Liddell – que motivó el viaje al País de las Maravillas – presenta esta característica en una fotografía tomada en 1858.
En algunos comentario, se destaca la participación de Pat Andrea en la muestra Nueva subjetividad, de la que formó parte Jim Dine – que ha trabajado sobre Pinocho – y Balthus cuyas imágenes de niñas resultan perturbadoras. Evidentemente lo que pasa a primer plano en el desvelamiento de la subjetividad es la reflexión sobre la manera como se toma contacto con lo maravilloso – inclusive en una versión tan racional como las matemáticas – y la sexualidad infantil (o al menos su raíz) descubierta en el siglo XX. Una exposición que desde el atractivo de las alusiones invita a interpretar la propuesta en varios teclados