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La regla crítica | Alta Postura

Hasta el semen ha mermado su calidad como pegamento de contacto sobre el papel cuché. La observación recarga la tinta de las plumas sin pluma y los bolígrafos, endurece el grafito de los lápices y ablanda las cerdas de los pinceles. Las hermanas Falopio mantienen relaciones con los hermanos Eustaquio y no se auscultan los susurros, arrullos y murmullos de la entrañable naturaleza. Los dados rugen redondos, se perpetúan en cubiletes cuadrados y se multiplican los deportistas famosos publicitando apuestas online. Chicote prepara un cochinillo sobre un espejo con sus orejas y el rabo cubiertos de papel aluminio. No se adhiere el yogur a las tapas y empezamos el día sin esa chupada de las mañanas tempraneras. Se transmite la idea de que los perfumes harán que te follen los gorilas y que te folles a las jirafas sin importarnos la sensación de bienestar y el mero hecho de desprender un olor agradable. Los largometrajes de las mujeres y hombres del tiempo aspiran a ser nominados como mejor película de los Premios Anuales de la Academia. Subsiste y resiste la doble moral de la tolerancia cero coma cinco y por el culo te la hinco. Los Psicólogos entregan tarjetas de sus gabinetes por cada ejemplar vendido de un libro de autoayuda mientras el lúpulo maldito riega el césped de los campos de fútbol. Las infiltraciones de ácido hialurónico engrasan nuestras sienes con juicios paralelos y presunciones encontradas de inocencia perdida. Se extirpan los pezones a los quesos de tetilla para servirlos como aperitivos de impala salteado con angulas rellenas de crujiente de galleta. Los gilipollas se oficializan y caminan orgullosos hacia un máster reconstruido por el Espíritu Santo. Antes de subir a la pasarela, posan en el backstage luciendo los últimos diseños capturados del street style de un polígono cercano y se maquillan centrándose en una mirada desafiante. Es el momento donde se muestran como ellos desean, con el estilismo más apropiado para transmitir su vehemencia y erguidos, con los hombros ligeramente echados hacia atrás y balanceando sus babas al ritmo que les marca un pie delante del otro, con los brazos colgando y las manos ligeramente ahuecadas con forma de ratería. Acompasan su actitud con el paso de los impostores y profetizan que son la hostia en el anverso de sus vestiduras, sin rasgárselas. Son nadas que nadan hasta que desaparezce el horizonte porque nada les importa. No hay navajas en la arena ni linimento de Sloan que mate el dolor. Son una puta mierda en el reverso de sus conciencias.

(Texto y Fotografía: Carlos Penas)

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