Durante 150 años los fans de Alicia en el País de las Maravillas, la universal historia de un modesto matemático inglés, ha dado pie a las más disparatadas interpretaciones, aunque algunas de ellas podrían tener cierto sustento. Es decir: ¿es válido creer que si el texto da pie a una interpretación, esta interpretación dice algo sobre la verdad en el texto o más bien la interpretación es reflejo de lo que los lectores encuentran de sí mismos? Desde dudas sobre los hábitos sexuales de Lewis Carroll hasta referencias a drogas y viajes psicodélicos, Alicia en el País de las Maravillas sigue siendo un espejo donde todos podemos reflejarnos. Un poco desorbitado, si tomamos en cuenta que el libro fue inspirado por las historias que el profesor Charles Dodgson le contaba a Alice Liddell, una de las hijas del decano de la Universidad de Oxford, a bordo de una lancha en el río Támesis.
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Así, la primera transformación ocurre en Dodgson devenido en Lewis Carroll, escribiendo las aventuras de una pequeña niña que sigue a un conejo parlanchín a través de un agujero en la tierra. El carácter arquetípico del llamado del héroe es insoslayable, y ha tenido repercusiones en la cultura popular, como el disco Surrealistic Pillow de Jefferson Airplane y su canción «White Rabbit» o Morpheus, personaje de The Matrix que reta al héroe Neo para seguirlo a través de la madriguera del conejo. Numerosas adaptaciones cinematográficas se han llevado a cabo, con mayor o menor fortuna, e incluso incursiones al mundo de los videojuegos, como American McGee’s Alice, donde se reinterpreta a la heroína de la historia como una chica sometida a un tratamiento psiquiátrico, la cual tiene que luchar contra los demonios de su propio mundo interno en una sangrienta aventura.
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Muy lejos de ser precisamente un lugar maravilloso. Incluso el escritor, psiconauta, programador e investigador de la conciencia Timothy Leary dejó escrito en algunos de sus discos floppy la frase «Drink Me» («Bébeme»), como la misteriosa botella que Alice bebe para cambiar de tamaño. Estas transformaciones son tal vez las que pueden parecer referencias al uso de drogas: un ciempiés que fuma de una pipa de agua, las referencias a hongos que te hacen cambiar de tamaño (sugiriendo para algunos que se trata de una metáfora de la expansión de la conciencia), y un sombrerero loco que sirve una extraña infusión a la hora del té, todo esto, recordemos, en un momento histórico donde el uso de opiáceos era hasta cierto punto legal. Sin embargo, los estudiosos de la obra de Carroll se muestran escépticos: no hay referencias para suponer que el autor haya sido fumador de opio o bebedor de laudano, como por otra parte lo fueron otros de sus contemporáneos, como Thomas De Quincey.
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La asociación de Alicia en el País de las Maravillas puede deberse, más bien, a la cultura psicodélica del siglo XX: «La noción de que los aspectos surrealistas del texto son consecuencias de sueños cargados de drogas resuena en una cultura, particularmente en los años 60, 70 y 80, cuando el LSD fue ampliamente utilizado, e incluso en nuestros días, cuando las drogas recreativas son un lugar común», según la opinión de la doctora Heather Worthington, especialista en literatura infantil de la Universidad de Cardiff. Sin embargo, existe literatura que afirma abiertamente la exploración con drogas en el tiempo de Carroll, como Confesiones de un inglés comedor de opio del mencionado De Quincey, y en épocas posteriores los diarios de desintoxicación de Jean Cocteau o las historias de Hunter S. Thompson.
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¿Por qué un matemático inglés del siglo XIX escondería una exploración con drogas dentro de un cuento infantil? Debemos recordar que en la era victoriana la infancia como la conocemos aún no existía: Walt Disney aún no había vendido la idea de la inocencia y la pasteurización de la conciencia, igualando niñez a incapacidad mental. Carroll plantea temas en su libro que no solemos considerar «propios» de niños, pues considera a sus lectores capaces e inteligentes, incluso mucho más que los adultos, y con una imaginación que en lugar de negarse, acepta la fantasía. Los cambios en el cuerpo con la llegada de la pubertad, el miedo al abandono, el reto de la transición hacia la vida adulta, e incluso la crítica a la impartición de la justicia autoritaria y el sistema judicial (representado por la Reina de Corazones) son interpretaciones mucho menos reduccionistas que suponer simplemente que Carroll estaba en drogas cuando escribió el libro. Tal vez para él no escribió Alicia en el País de las Maravillas para ser interpretado o para guardar en él un secreto hermenéutico; tal vez para Carroll era suficientemente embriagadora la emoción que podía generar a través de sus paradojas y acertijos en las jóvenes hijas del decano Liddell.
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