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La noche divide al día

Como el tiempo perdido: La noche divide al día. Tan cansado y excitado me sumerjo en la noche. Desde un agujero cegado por la arena diaria que va cayendo. Como un juguete tirado en el suelo, espero a que el sueño me rescate y paralice todos mis pensamientos enfermos que me escupen desde mi nube hasta aquí.

Con mis recuerdos girando igual que patos de plástico en una feria espero tu respuesta de buenas noches que no llega. Con subtítulos en una pantalla sobrevuelas mi tejado hasta pasar de largo. Como una ilusión benévola e intermitente, un semáforo mostrando sus alas al resto.

Las cosas que hago y que no sirven para nada, que no ayudan a nadie. El tiempo que gasté y que se ensucia como el dinero. Alguien llama para recordarme quien soy. Y no soy tan alto, ni soy tan fuerte. Soy frágil como una pecera repleta de tiburones hambrientos. Camino envuelto en este abrigo sintiéndome mejor persona, mejor a cada paso dentro de mí.

Para no hundirme en más perdones te busco entre la gente, apartándote de mis pesadillas. Creo en los sueños que no se cumplen y en las manos que me agarran y que ya no existen. Siempre jugándomela a una carta, siempre golpeado por la tozuda idea de un mundo mejor.

Al menos aquí sigo, tumbado entre mis neuras, en esta media noche que dilata tu ausencia y congela nuestras promesas. Con el amor propio entre las piernas solo necesito paz y calor. Soy un tío casero que le gusta lo que hace, aunque quizás eso no sea suficiente. No debería dormir nunca solo, nadie debería de hacerlo. El vino me endurece pero no veo las estrellas.

Debería de sentirme dichoso de todo pero aquí estoy solo. Me abrazo, la compasión alivia. La gente normal duerme, con sus familias y gatos, no están rígidos ni escriben cosas así. Las olas rompen contra las ocho cabezas que sujeto, los diferentes hombres que soy. El bueno, el feo, el malo, el valiente, el trabajador, el esquivo, el sufridor y el perdido. Miro el teléfono, no hay mensajes, no hay nada. Un espejo vacío. Es de madrugada.

Me despierto esperando que el desastre siga ahí. Es un nuevo día y todo lo que anoche se escondía ahora asoma tras las esquinas. La chica de los ojos de esquimal regresa en forma de mensaje, dice que quiere quedarse para siempre.

Arrastra sus pies por el pasillo sin soltarse de mi cuello. La noria de la feria arranca espantando a todos los fantasmas de ayer. Regreso a mi nube recién peinado. Ahora me siento bien, más alto porque así me ves. El sol en mi cara me hace sentir como en casa.

En este primer rayo de luz sabatino haré algo por mí, algo que merezca la pena. No entiendo la autodestrucción a la que llegamos. ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué la mente juega a la pelota con nuestra cabeza ganándonos la partida? Lo prometo, no mentiré más, te contaré quien soy. Quizás así puedas entenderme esta noche.


La noche divide al día. Como el tiempo perdido por Roberson Rey

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