CON SABIDURÍA Y BREVEDAD, ERNST JÜNGER NOS RECUERDA QUE TODO MOMENTO DE LA VIDA TIENE SU PROPIO SIGNIFICADO.
Con cierto ánimo bucólico podríamos decir que bastaría observar la naturaleza para aprender todo lo que necesitamos saber para vivir y, lo más importante, disfrutar de la vida que tenemos.
Sin duda muchas personas se revolverán ante esta idea y quizá hasta la descalifiquen de inmediato, tildándola de utópica o irrealizable, arguyendo que para vivir es necesario hacerotras cosas que, digamos, simplemente sentarse a mirar las nubes, o quedarse quieto para ver cómo juegan un par de perros o las rutas que marcan las aves al volar.
Tal vez eso sea cierto. Tal vez, en efecto, vivir no es nada más que observar, pero de cualquier forma es posible sostener que vivir también es observar, hacer una pausa, reflexionarse, preguntarse para qué se vive, por qué se vive, en qué momento se encuentra nuestra existencia.
En un apunte titulado sencillamente “Noviembre” (de su libro Esgrafiados), el escritor alemán Ernst Jünger nos legó un ejemplo contundente de los frutos que se pueden recoger de dichas pausas reflexivas, a cuando éstas ocurran en temporadas que podrían parecer adversas. O, mejor dicho, sobre todo, pues como veremos, Jünger hace una observación sumamente estimulante respecto al hábito que podemos llegar a desarrollar de huir de los tiempos aciagos y el infortunio aparente. Nos dice el escritor:
La idea de pasar el invierno en costas soleadas entre los trópicos resulta agradable pero falsa. Queremos que el árbol de la vida tenga flores durante todo el año. Pero también en los trópicos a los árboles se les caen las hojas. La noche del invierno no nos resulta menos necesaria que la noche del día. También por lo que respecta al corazón tenemos que prestar atención a la marea alta y a la marea baja. Quien sólo quiere tener marea alta se expone a la rotura del dique. No podemos estar siempre exentos de dolores, no podemos estar sin sombra, tenemos que aceptar la melancolía. También allí hay dioses.
Así como el habitante de las regiones boreales huye en sus vacaciones de invierno a los trópicos, para el escritor, por el contrario, esa coincidencia de circunstancias que derivan en algo que llamamos dificultad –o, por otros nombres, tristeza, escasez, melancolía– alberga aprendizajes, enseñanzas y descubrimientos, sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea y en el que vivimos. En una palabra, sobre nuestra existencia.
Conocimiento que Jünger no duda en llamar con el nombre que le daría cualquier sabio de la antigüedad, los viejos maestros: los dioses. Haríamos bien en recordar que también hay dioses que habitan nuestra vida.
Vía Pijama Surf // También en Pijama Surf: Quien trabaja mucho no trabaja arduamente: Thoreau sobre un trabajo significativo y no sólo productivo