«Me crié en un sucio ambiente urbano de posguerra; vivíamos entre el aeropuerto y las plantas de gas. Mi infancia estuvo plagada de tragedias. Era inútil en el colegio, con problemas para hablar. Odiaba la mayoría de las clases y los deportes. Me salvaron la literatura inglesa y las bellas artes. Un chico nuevo me habló sobre Hemingway y los surrealistas. Aquello me liberó.»
Desnudos femeninos y armas, un binomio que no forzosamente ha de conllevar una connotación sexual, es el que utiliza Thom Puckey (1948, Kent) en sus esculturas, haciéndose eco de la idea de la mujer como dadora de vida, y las armas como “quitadoras” de vida, desarrolla esculturas donde vida y muerte se mezclan con la misma naturalidad que lo hace la aparente suavidad de los cojines que le sirven de pedestal con la dureza del material con el que trabaja.
Su pasión por el detalle en la anatomía, la tecnología militar de sus armas, sus poses tantas veces llenas de agresividad o sus cuerpos mutilados, dejan un claro regusto a modernidad, aun cuando su forma de trabajar sea de lo más tradicional, primero en escayola, para luego modelar en yeso y finalmente esculpir en su material estrella, el mármol monocromático.
Un autor de contrastes que no deja de sorprender con una temática de la que mucho se puede extraer, ya no se trata de contar historias, más bien refleja momentos puntuales, situaciones reales a las que añade la irrealidad de la desnudez como si con ello pretendiera desnudar la violencia, descubrirla, eliminar los subterfugios tras la que tan a menudo se esconde.