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La broma infinita de David Foster Wallace

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Creo que probablemente hay diferentes tipos de suicida. Yo no soy de los que odian. No soy del tipo que dicen, pero a mismo tiempo se imagina lo que dirá todo el mundo en su funeral. He conocido gente así en los psiquiátricos. Gente que dice. Luego te muestran una foto en color de su gato muerto. No es más que puta auto compasión. Pura mierda. Yo no tenía ninguna inquina especial. No fracasé en ningún examen ni me abandonó nadie. Toda esa gente se hace daño. (…)No trataba de hacerme daño. Trataba de matarme, hay una diferencia.

La broma infinita es la novela “desata pasiones” por excelencia. Encumbrada por muchos como una de las grandes obras de la lengua inglesa de los últimos cien años, es considerada por muchos como una historia excesivamente larga cargada de pretensiones y escrita con cierta arrogancia. Harold Bloom, uno de los críticos más importantes de la literatura actual, quizá el más, no da mucho crédito a esta obra. Sus argumentos son, por lo menos, interesantes. Personalmente, no sé cómo posicionarme. Por un lado, sí, me parece una obra de monumental complejidad, llena de temas que abarcan desde el tenis a la depresión, pasando por matemática, adolescencia, adultez, adicciones, etc; por otro, puedo entender a quienes dicen que es excesivamente larga. Quizá esa longitud es parte de la esencia de la novela: una historia con historias con personajes que mencionan a personajes que menciona a más personajes para luego describir cosas que están dentro de otras cosas que rodean a un protagonista circunstancial que interactúa con el narrador del momento que vive ciertas cosas. Quizá todo eso es parte de la broma infinita que nos gasta DFW, y James Incandenza.
¿He hablado de los personajes en sí? ¿No? Hay varios motivos: primero, son muchos, segundo, son muchos, y tercero, son pocos. Sin embargo si tengo que citar a un grupo, este seria el de la familia Incandenza. Finalmente, la historia pasa por ellos. Tenemos a James Incandeza, genio, cineasta, doctor y cigüeña loca; a Avril, una mujer sugerente, canadiense, ligeramente promiscua y obsesionada por la gramática; a sus hijos: Orin, futbolista y seductor de mujeres (muchas); Mario, cineasta en potencia, deforme y sensible; y a Hal, promesa del tenis, superdotado y miembro de la AET, Academia Enfield de Tenis, institución creada por su padre. ¿De qué va la obra, específicamente? De una película grabada y dirigida por James, La broma infinita (en general), son el poder de enloquecer, o de perturbar o quizá incluso matar, a todo quien la vea. Para obtenerla, distintas organizaciones ingresarán en la historia, cada una con motivaciones propias, desde terrorismo hasta contraterrorismo. ¿Por qué? Porque América tal y como la conocemos ha cambiado, y ahora se encuentra organizada por la ONAN, en constante disputa con el movimiento contraONAN de Quèbec. Muchas cosas han cambiado, además. Desde el rol de la tecnología audiovisual en la vida de las personas a la organización del tiempo (ahora, los años se nombran bajo un producto específico). Muchos otros aspectos quedan sin nombrar, en serio, créanme cuando les digo que no he comentado ni la mínima parte de esta lectura.

La soledad, en sus distintos niveles y formas de comprenderla, se manifiesta en la historia y en sus personajes. Podría decirse que incluso, la novela es de gente en soledad, alguna extraña manera.
Para finalizar, solo diré que esta no es una novela que se recomiende. Tampoco es una novela que pueda gustarle a cualquier persona. ¿Me gustó? Sí. ¿Mucho? Sí. No. Posiblemente. Seguramente. Es una novela, es un ensayo, es un texto sobre sociología, es un tratado sobre las adicciones. Es muchas cosas. Pero, por sobre todo, no es más que una broma, una obra infinita, tan grande como la misma película que da nombre a la obra, o viceversa.

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