Lo chungo del higo chumbo es la pelusa que reprende al estúpido sin desafíos de ningún tipo, y César Casmo le dio la espalda al viento para no interferir en el planeo de sus imperceptibles púas, ataviado con camisa de manga larga, con pijama de pierna suelta y entera, con botas mosqueteras y con guantes de antebrazo, con careta de soldadura y sin medieval armadura. Esgrimiendo la espada de bambú se batió sin duelo entre las espinas y sembró el suelo de rojizos moribundos que mantenían viva la frescura de una muerte digna, y los zarandeó una y otra vez por la tierra con el meneo del escobón y el bombeo del corazón, y los trasladó en sacos hasta la encimera de su cocina, guardando silencio para no interrumpir las trompetas mejicanas y sin decretar ni un solo minuto de luto. Y depiló los higos para entregarse a sus pulpas de gelatina pulposa, sin vello alguno que agrietase el gesto de un ceño fruncido por la decepción y sin reparar en el sueño de una sociedad dormida por culpa de las nanas cantadas por los influencers. Le indignaban los indignados sin dignidad y se le hinchaban los cojones cuando vislumbraba el adoctrinamiento con el que sodomizaban a los individuos. Llegará un día en que nos meterán un termómetro por el culo con la disculpa de tomarnos la temperatura, pensó César Casmo, recto por el puto recto y sin girar a izquierda ni a derecha, y nos implantarán un microfashionchip que nos convertirá definitivamente en carne y solo carne, y aprovecharán la de los difuntos para chuletones sazonados y los colgarán de nuestros cuellos para hacernos la foto de prontuario, para identificarnos sin marcarnos con hierro caliente ni estamparnos con tintas homologadas, para recordarnos a qué mierda de país pertenecemos y cuál será nuestra fecha de caducidad. Y procurarán nuestro distanciamiento de la filosofía para no educarnos en la libertad de pensamiento, y aprobarán por Decreto Ley el Régimen Español del Sistema Educativo Social (RESES), y separarán las aulas con las rejillas de los gallineros y nos venderán la idea de que son una solución constructiva sostenible. Y serán demasiados los necios que favorezcan la desaparición de ese equilibrio natural que les había permitido vivir en este planeta, y entonces se les afinará la voz porque lo único que desearán antes de morir será cantar, y tendrán las cabezas como trapos, y los trapos no piensan, volvió a pensar, entre la frescura de las frutas prohibidas.
Texto & fotogrfía Carlos Penas