Décadas de explotación ambiental nos han dejado peligrosamente equilibrados y vacilantes por todos lados: políticos, sociales, económicos, naturales, tecnológicos y ecológicos. La humanidad misma se ha convertido cada vez más en el perpetrador en lugar de víctima del caos planetario. En medio de estas condiciones, el trabajo de Hashimoto aborda una cuestión de nueva relevancia: si el arte es posiblemente la interpolación del esquema hecho por el hombre en la naturaleza, -el orden de la humanidad sobre el caos primordial-, entonces, cómo el significado del arte muta, cuando nos damos cuenta de que las infraestructuras, los sistemas y algoritmos diseñados originalmente por los humanos para poner la utopía al alcance, están de hecho condenando su propia viabilidad.

Al entrar al espacio de la planta baja del Palazzo Flangini del siglo XVII, los visitantes se encuentran con una escultura inmensa, flotante de Jacob Hashimoto, que se compone por 8500 cometas negras de bambú y papel suspendidas del techo y ensambladas en una espectacular nube ondulante. Esta escultura, según el artista, pretende ser de peso, no de luz. Renunciando a su vocabulario visual habitual de elementos paisajísticos, geometrías y colores vívidos muy icónicos, Hashimoto ha creado una pieza monocromática con discos negros de 9 ” parecidos a cometas. Tras un examen minucioso las superficies elipsoidales revelan rastros de estrellas apenas perceptibles, serigrafiadas en tinta que se ha vuelto fantasmal e indistinta después de filtrarse en los fondos negros de la obra. Emergiendo silenciosamente a la luz, estas estrellas que sugieren elementos de banderas y firmamentos por igual evocan la historia del arte de abordar de manera múltiple tanto los estandartes romos de la política como los reinos celestiales que los trascienden.
ENG: Decades of environmental exploitation have left us perilously balanced and wavering on every side: political, social, economic, natural, technological, and ecological. As many observers of the Anthropocene have noted with apt unease, humanity itself has increasingly become the perpetrator, rather than victim, of planetary chaos. In the midst of these conditions, Hashimoto’s work addresses a question of newfound relevance: If art is arguably the interpolation of manmade schema onto nature—humankind’s order upon primordial chaos— then how does art’s meaning mutate, as we realize that the infrastructures, systems, and algorithms all originally designed by humans to bring utopia within reach, are in fact dooming its very viability?

Upon entering Palazzo Flangini’s seventeenth-century ground-floor space, visitors encounter an immense, floating, site-specific sculpture by Jacob Hashimoto, comprising 8500 black bamboo-and-paper kites suspended from the ceiling and assembled into a spectacular, roiling cloud that crests overhead. This sculpture, according to the artist, is intended to be one of weight, not light. Forgoing his usual visual vocabulary of highly iconicized landscape elements, geometries, and vivid colors, Hashimoto has instead created a monochromatic piece using black, 9” kite-like discs. Upon close examination, the ellipsoidal surfaces reveal traces of barely perceptible stars, screenprinted in ink that has become ghostly and indistinct after seeping into the work’s black backgrounds. Emerging quietly in light, these stars—which suggest elements of flags and firmament alike—evoke art’s history of multifariously addressing both the blunt banners of politics, and the celestial realms that transcend them.

